Emiliano Ruiz Díaz / Prensa de Frente - Mariátegui22/03/10
Cuesta creer que un avance progresivo para el campo popular vaya de la mano del inducido fortalecimiento de la derecha. Y cuesta creerlo porque efectivamente es imposible pensar que el país puede mejorar con las ideas de la UCR o el PRO, entre otras variantes patronales. En este sentido, parece más urgente que nunca plantear con preocupación compañera, sin falsas estridencias, una señal de alerta ante las colocaciones políticas que en términos de marco de alianzas viene tejiendo en el parlamento Proyecto Sur.
Desde ya, y no será punto a debatir en este artículo, que pareciera por lo menos, siendo buenos digamos, de un pluralismo de perfume frepaso-aliancista afianzar lazos de frentismo político-electorales con sectores como el juecismo parlanchín y el civismo abstracto de Stolbizer. Si más allá de los intríngulis parlamentistas se apostara a largo plazo por la construcción con estos sectores (como algunos coqueteos y declaraciones parecen indicar), no habría dudas al respecto: Pino Solanas y su movimiento político irían derecho al papelón y la materia de análisis de las presentes líneas debería ahorrarse interrogantes y propuestas, pues se necesita aunque sea de una base mínima de acuerdos y coincidencias por sobre las diferencias para brindar un aporte crítico como el presente, habitado aún por cierta expectación, ante un programa de soberanía nacional-regional como el que hasta ahora Proyecto Sur venía propulsando. Actitud y prestancia desde ya impensables para con el rival o directamente el enemigo. Bastante del progresismo trucho ya se vivenció como para repetir torpemente las mismas recetas del pasado reciente.
dicho esto, se puede pasar al grano. La discusión que hoy atraviesa el país vuelve a colocar sobre el tapete un debate histórico en torno al pago o no de la deuda externa. Si tuviéramos que destacar un rasgo sobresaliente de estos últimos años en la Argentina, más allá de los gustos y que los hay varios, no podríamos dejar de ver que las propias contradicciones del proceso político nacional (e incluso continental) ofrecen una enorme oportunidad para recolocar la dimensión de lo político en el seno de la sociedad. Y esto no es mérito de un gobierno, aunque innegablemente lo incluya, sino que es más que nada el fruto inevitable de la crisis de consenso en el bloque dominante respecto de qué variante gubernamental resulta más conveniente. En este sentido, lejos de mediáticas polarizaciones que se olvidan más de un elemento pesadito en el camino, podemos observar que respecto de la deuda externa existe por parte del actual gobierno y la oposición derechista una coincidencia de fondo: la deuda debe honrarse, como gusta decir a algunos.
La crisis de consenso no se halla cruzada por una puesta en duda del sistema y parece lógico que las variantes partidarias tradicionales se crucen con altisonancias varias respecto del cómo pagar y no lo hagan desde un cuestionamiento no titubeante de la evidente y probada ilegitimidad de la deuda. De este modo, la contradicción en el seno de la partidocracia y sus adeptos adopta matices muy curiosos. La derecha quiere frenar el pago de la deuda externa (un llamativo contrasentido de clase) con tal de entorpecer la gobernabilidad del oficialismo y sectores del campo popular históricamente férreos defensores de resolver la deuda interna, se ven en la situación extrañamente nacional y popular de clamar por la entrega de nuestros recursos financieros. Del conflicto agrario a esta parte, nuestro país no nos ahorra paradojas. Más tarde volveremos a este punto. Por lo pronto podemos aseverar, nobleza obliga, que nadie puede ignorar que el camino al que lleva el accionar político de la derecha se resuelve por la vía del ajuste en la inversión social y esto se desprende desde una especificidad propia de la tradición neoliberal pero también se imbrica con la táctica política, amén de las ideologías: mientras menos caja posea el oficialismo mayores son las posibilidades de aumentar el disgusto social y derrotarlo políticamente (disgusto que, por otro lado, no se halla nada exento de medidas interesantes pero regresivamente aplicadas por el gobierno, como por ejemplo el plan Argentina Trabaja).
La lucha política por una opción popular alternativa a las variantes de turno no debe enturbiarnos la vista ante las filosas posibilidades que se barajan en el seno de la oposición y los grupos concentrados por ésta representados. No estará de más recordar que el “cuanto peor mejor” tantas veces esbozado por derechas e izquierdas no ha redundado jamás en beneficios para el pueblo pobre y las capas medias más vulnerables. No estará tampoco de más decir que es tarea del campo popular salir a defender los derechos adquiridos incorporados por medio de históricas luchas en el marco de la legalidad burguesa si la realidad nacional así lo requiere. Habrá que estar atentos.
En este marco, el no cuestionamiento al pago de la deuda en el enturbiado río del parlamento parece un desvencijado bote al que tanto el Frente para la Victoria como el pan-radicalismo y el peronismo disidente (a estas alturas directamente disidentes del peronismo como pensamiento de la justicia social, antes que del kirchnerismo como encarnadura particular) no dudan en subirse. En esta discusión, el único bloque que plantea un cuestionamiento concreto al pago de la deuda resulta ser el liderado por Proyecto Sur y la propuesta discursiva no parece ser descabellada, de hecho, no lo es. En un artículo de opinión publicado el lunes 8 de marzo en Página 12, Alcira Argumedo se dedicó a esbozar las propuestas centrales de su espacio respecto de este tema: investigación respecto de la legitimidad de la deuda y posterior significativa quita de la misma en función de los resultados (tal como el gobierno de Brasil y el de Ecuador), uso de las reservas del Central para generar un fondo de desarrollo productivo-social, reducción significativa del IVA a la canasta básica, fuerte regulación impositiva sobre la usurera actividad del petróleo y la minería para no recortar la inversión social y aumentar la recaudación. Hasta aquí lo más destacable en términos de planteo alternativo dentro del parlamento. Se podrá cuestionar que aun así se propone pagar una parte de la deuda (siempre se puede trotar por la izquierda) pero no se podrá negar que en términos de fuerzas actuantes en los límites del parlamento, la propuesta del partido liderado por el cineasta es la más jugada. Desde el punto de vista de quiénes sostenemos como proyecto de militancia la construcción del socialismo cabe la obligación de señalar los límites, incluso, de la propuesta de Proyecto Sur.
Pero el problema grave que este artículo en particular quiere señalar y desarrollar no pasa por este punto: evidentemente no es con leyes más o menos progres que vamos a transformar este sistema que se sustenta en la explotación del hombre por el hombre. Cuando hablamos de la necesidad de esbozar aunque sea humildemente, respetando la trayectoria de lucha de muchos compañeros que hoy forman parte de Proyecto Sur, un llamado de alerta, no lo hacemos desde el simplismo del oficialismo, por momentos francamente ridículo. Los sectores más hacia a la izquierda que hoy habitan y apoyan el proyecto presidencial de Cristina Kirchner nos quieren convencer por medio de no desatendibles avances en materia democrática (ley de medios o asignación universal por hijo) que todo aquel que no milite en las filas del oficialismo es funcional a la reacción. Se pretende entonces que apoyemos una medida de derecha para evitar el avance de la derecha. Por lo menos un contrasentido no dialéctico. Pareciera como si la reforma política, una especie de puntofijismo a la argentina, se entendiera mucho mejor a la luz de estas encerronas pragmatistas: serás pejotista o radical, y sino, no serás nada. El kirchnerismo, hablamos de su sector de base más atendible por supuesto, pretende proyectar sus marcados límites hacia toda la militancia popular. Justo en una etapa histórica de Nuestra América donde la construcción del poder popular hacia el socialismo vuelve a embestir en Venezuela y nos marca la cancha, ensanchando los sueños y los límites de lo posible.
La cuestión, entonces, pasa entonces por la coherencia entre el discurso y la acción sin desmerecer jamás ni la acción ni el discurso, valga la redundancia. Todo parece indicar, aunque hagamos esfuerzos para matizar, que el voto de Proyecto Sur en contra de la 125 en la Cámara de Diputados allá por mediados del 2008 no fue un simple desliz, cuando en realidad, hubiera correspondido en honor a una continuidad entre discurso político y voto, una abstención. Votar a favor hubiera sido incoherente, aunque menos regresivo. El caso es que al final de cuentas se optó por la peor (claro que dentro de la izquierda los hubo peores, como el entrismo morenista a la bartola o el maoísmo cacerolero); y recientemente, a la luz del ajedrez pedregoso que viene jugando en términos de construcción de alianzas respecto del tema de la deuda externa, los DNU y la mar en coche, no queda mucho margen para obliterar la crítica al único espacio con representación en el legislativo que hoy por hoy cuestiona el pago y no carece para nada de caudal y perspectivas políticas para el 2011 (por sobre todo en la ciudad). No hace falta ser Gramsci para notar que ninguna de las propuestas de Proyecto Sur son compartidas, no ya por el oficialismo, sino por el Pro o la Coalición Cínica. En este marco y en esta discusión particular, pareciera que Pino Solanas prefiriera ser funcional a Macri en lugar de marcar una posición de, quizás menor visibilidad electoral o mediática, quizás con menor incidencia, pero de independencia política respecto de los bandos en pugna, acorde con la tercera posición que se venía a plantear Proyecto Sur. Si se deroga el nuevo DNU emitido por la presidenta nada de lo planteado por esta fuerza será posible, más bien todo lo contrario. ¿Cuál sería entonces el saldo favorable para el campo popular? Ninguno. Y se consolida la derecha todavía más con el empujoncito del progresismo. Una historia que ya se conoce de sobra. Como bien dice Claudio Lozano “hay derecha en la oposición y adentro del oficialismo”. Habría que explicar y luego anotar las razones por las cuales la foto con una derecha es preferible a la otra. En una de esas nos desaznamos, Una peligrosa apuesta por acumular imagen positiva en base a la amable ayuda de la agenda del grupo económico-periodístico Clarín pareciera poder orientarnos. No se coagula ante este conflicto una tercera posición. No se le piden peras al olmo pero sí peras a los perales. Salvo que se marchiten.
Quiénes militamos día a día en las universidades, los territorios, los sindicatos, centros culturales, movimientos sociales y las diversas herramientas organizativas del campo popular apostamos a la construcción desde abajo de un poder que se proponga transformaciones profundas, significativas, que nos permitan pasar a la ofensiva después de tantos años de desguace y retroceso de lo social-colectivo como eje vertebrador. Experiencias como la Constituyente Social (de la cual Proyecto Sur forma activa parte) o la coordinadora popular como La dignidad no se privatiza en la Ciudad, marcan un camino más lento, para nada exento de contradicciones y limitaciones, pero propio del campo popular, en la búsqueda de la amplitud en el sostenimiento de una coherencia emancipadora. Sabemos, aunque nos cueste y más de una vez nos equivoquemos, que la apuesta por la unidad y la reconstrucción de la clase trabajadora organizada junto a todas las expresiones del campo popular es el camino a seguir. Nos habitan miles de incertezas, pero en la dinámica propia de los procesos nos llevamos más de una reflexión-convicción. La lucha debe darse en todos los ámbitos y por eso, lejos del territorialismo infantil, siempre y hoy más que nunca, es importante la disputa electoral. Los procesos populares que hoy trazan experiencias de cambio supieron (y saben) constituirse como opciones progresivas aún con las herramientas de esta democracia de clase. En la construcción y organización del campo popular se halla el mejor marco de alianzas posible. Avoquémonos a esta tarea. Nada bueno puede provenir de la convivencia, aunque sea coyuntural, con la derecha más nefasta. Como dijo un revolucionario llamado Lenin, un paso adelante y dos atrás, es a veces necesario. Todavía hay tiempo.
Emiliano Ruiz Díaz es militante de la Corriente Universitaria Plan B.
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