Perú. Gabinete ministerial ¿Confianza o desconfianza?


Gustavo Espinoza M. (*) / Mariátegui
15/08/14

El próximo miércoles 20, el Congreso de la República habrá de otorgar un voto de confianza al Gabinete que preside Ana Jara, o habrá de cuestionarle su adhesión generando un nuevo grado a la confrontación existente entre el gobierno de Ollanta Humala y la oposición liderada por Keiko Fujimori y Alan García Pérez.

Como se recuerda, la designación de una joven parlamentaria del oficialismo como Presidenta del Consejo de Ministros, se precipitó a raíz de la salida del Ministro Cornejo, quien, a su vez, vio dificultada su acción tanto por la intransigencia de los partidos más reaccionarios cuanto por la incapacidad de un Poder Ejecutivo que no acierta en la búsqueda de formas concretas de acción, pese a los tres años de gestión gubernativa del Presidente Humala.

Desde el inicio de la crisis que derivó en la caída de ese Gabinete, los grandes medios y los más vocingleros  voceros de la Mafia se empeñaron en asegurar que la inestabilidad del gobierno y la precariedad de los titulares de los diversos portafolios, tenía como origen la arbitraria voluntad de Nadine Heredia, la esposa del Presidente Humala, a la que detestan y temen al mismo tiempo.

La campaña contra Nadine Heredia lleva tiempo ya. En realidad, comenzó desde el 2011, cuando los grupos más reaccionarios avistaron la posibilidad de que la esposa del hoy Presidente pudiese ser -el 2016- una candidata que arrase en las urnas acabando con las pretensiones de Keiko y  García.

En verdad, no es propiamente un cuestionamiento político el que se esgrime contra la Primera Dama de la Nación, sino un rechazo instintivo, que deriva del miedo a la eventualidad de una prolongación del mandato del Presidente Humala vía interpósita persona, más precisamente, su esposa.

Y no es éste un cuestionamiento político, porque en términos formales tanto los voceros de los partidos reaccionarios como Nadine Heredia sostienen –por lo menos públicamente- más o menos lo mismo. Ambos rinden pleitesía al “modelo” Neo liberal, expresan su identificación con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y aspiran -en el mejor de los casos- a administrar la crisis nacional, sin cambios reales ni sobresaltos.

¿Qué los diferencia, entonces?. Básicamente dos temas: el de la corrupción, y el de una política exterior que pueda responder a los requerimientos de nuestro tiempo. Veamos.

En el tema de la corrupción, hay diferencias inequívocas. No tanto porque el fenómeno no se haya presentado bajo la administración actual sino porque, objetivamente, no es hoy la Mafia tradicional la que tiene en sus manos los recursos derivados de la administración pública. Es más, la Mafia a la que representan Keiko y García no solamente que hoy no gobierna, sino que ha sido en buena medida descubierta y puesta a la defensiva por el mismo desarrollo de los acontecimientos.

La Comisión Tejada, que vio las acusaciones constitucionales contra el ex Presidente García, encontró motivos más que suficientes para procesarlo en el fuero común. Y la fundada denuncia de un profesor universitario referida a la falsa titulación académica del señor García, puso el resto. Hoy el líder aprista está en riesgo de desafuero, pese a tener en sus manos una buena dosis del Poder, con vínculos con el Ministerio Público y el Sistema Judicial Peruano.

Por su parte, Keiko Fujimori, que busca escabullirse de cualquier responsabilidad manteniendo artificialmente un “perfil bajo” que no combina con la turbulenta agresividad de su bancada; tiene fundada esperanza en que pase el tiempo, y la gente borre de su conciencia el riesgo que implica el retorno de la Mafia nipona a las altas esferas de gestión.

Es ese esquema, ambas fuerzas buscan enlodar al gobierno actual deslizando la idea que, en el país la corrupción es generalizada, compromete a todos, y nadie se exime de ella; que -como en la leyenda bíblica- aquí también “nadie puede tirar la primera piedra”, porque hacerlo sería como “escupir al cielo”. Un modo de decir que aquí, todo está podrido, y nada tiene salvación.

El segundo elemento que suele ventilarse con alguna frecuencia, tiene que ver con la política exterior. Si bien antes la diferencia se expresó abiertamente por el trato dado al “caso Venezolano”, hoy lo que ha acaparado el interés, es la crisis en el Oriente Medio y, más precisamente, en Palestina.

En torno al tema se han barajado argumentos subalternos: se trata -han dicho algunos- de “un conflicto lejano”, muy distante de nuestras fronteras, y que, por eso mismo, “no nos compete” ¿Por qué habríamos de condenar a Israel por “una guerra que interesa sólo a su pueblo y afecta apenas a sus vecinos”? ¿Por qué “meternos” en un pleito que “no es de nuestra incumbencia”? suelen repetir con ojos en blanco los áulicos del Imperio.

Más agresivamente, otros de la misma cantera, han esbozado la tesis de que “la guerra de Israel” es “contra el terrorismo”. Y, a partir de allí, han osado comparar a Hamas con “Sendero Luminoso”, asegurando que Tel Aviv se “defiende” como “tendríamos que defendernos nosotros si las huestes de Abimael Guzmán nos lanzaran misiles, o construyeran túneles para minar nuestra democracia”.

Las argumentaciones se orientan no por cierto a persuadir a la ciudadanía que siente horror ante la matanza de niños de Gaza y la mal llamada Cisjordania; sino tan solo a sugerir que -por su política exterior- el gobierno de Humala “apoya a terroristas”. Y que eso, tiene que ver con el ALBA, Chávez, Venezuela, Unasur y todo lo que huela a resistencia ante el dominio yanqui.

Por esta vía se empeñan en alentar -no tanto ya en este momento, sino más bien a futuro- un cambio de rumbo en la política exterior peruana para alejarnos del proceso liberador que vive América Latina.

Y como saben que la pieza principal -por su rol orientador y claro ejemplo- lo simboliza Cuba; promueven acciones contra la patria de Martí y de Fidel, al alimón con las truhanerías del Imperio.

Eso explica lo recientemente descubierto: la injerencia sediciosa de USA, vía USAID, con el propósito de “forzar un cambio en Cuba”, valiéndose para ese efecto, de resortes fundidos: jóvenes peruanos y de otros países.

En el fondo, buscan generar una confrontación que puede liar a dos países hermanos: Cuba y Perú. Lo hicieron antes, en 1960, y en 1980; e intentarán lograrlo ahora, aprovechando la precaria fragilidad del régimen peruano.

Estas dos, realmente, las corrientes submarinas que se mueven debajo del océanos de reuniones y promesas que hoy se tejen en el engranaje legislativo.

La Mafia sabe que no tiene argumento alguno para mezquinar el rutinario “reconocimiento parlamentario” al Gabinete en funciones. Inventa temas, especula con supuestos, alude a fantasmas y, sobre todo, busca minar la base del gobierno usando la ofensiva de los grandes medios a su servicio. Luego del clamoroso ridículo hecho por el congresista Díaz Dios –caracterizado vocero de la Mafia- no le queda otra.

Mediante esos métodos, buscan múltiples alentar la vanidad aun dormida del Presidente a fin que este “reaccione” en defensa de sus fueros; debilitar al extremo la imagen de Nadie Heredia, presentando de ella la figura de una mujeres desmedida e inconsciente; y descalificar, en lo más que les fuera posible, el régimen de Humala para que no esté en capacidad si quiera de tentar la continuidad de su gestión gubernativa.

Aunque no está ya en posibili9dad de hacer triunfar su propósito impidiendo el voto de confianza al Gabinete Jara el próximo 20 de agosto; la Mafia puede aún manipular a conciencia de ciertos peruanos, haciendo que se debilite en ellos una mayor resistencia a sus planes de dominación.

El alerta es poco, en este contexto en el que las confianzas y las desconfianzas, se nutren de engaños y maniobras (fin)

(*) Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera: http://nuestrabandera.lamula.pe

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