Mariategui.info
30/03/15
(César Abraham Vallejo Mendoza el 16 marzo de 1892 naces Santiago de Chuco / Poeta nuestro eres calificado entre los grandes innovadores de la poesía del siglo XX / Decides partir el 15 abril de 1938 en París
En Trujillo, se te asocia al grupo “El Norte”, integrado por Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alcides Spelucín, y Juan Espejo Asturriaga /
Mientras que en Lima se te vincula con José Carlos Mariátegui, Abraham Valdelomar, Luis Alberto Sánchez, Manuel González Prada, José María Eguren y Juan Parra del Riego).
En lo imprevisible de mi niñez, César siempre estabas ahí con tus ojos vivos y tu silueta nostálgica / En Guatemala, México, Perú, Lima, padre en voz alta leía tus poemas, daba conferencias, trazaba artículos y debatía acerca de tu vida y obra, poeta de Santiago de Chuco.
En 1959, dos años después de volver del exilio, Gustavo y Violeta, editan 50 000 ejemplares de la colección “Festival César Vallejo” –que incluye los libros: Trilce, Los heraldos negros, Poemas humanos, El tungsteno, Rusia en 1931 (I y II tomos) y España aparta de mí este cáliz. Y, poco después, César Vallejo, vida y obra de Luis Monguió.
Esta pionera aventura extraña irradia nuestro hogar y me llena de emoción compartirla. Y, sin cavilarlo, teniendo sólo 14 años –inspirada en mi amiga Águeda Castañeda- salimos a ofrecer dichos libros de puerta en puerta. A los vecinos de Lince les emociona nuestra audacia, pues en la mayoría de las jornadas tenemos suerte y podemos retornar a casa colegialas, dignas y optimistas con diversas monedas y sendas bolsas de chancay*.
En el Fanning al cursar cuarto año de Secundaria, Ada Pastor, la maestra de literatura leyó el poema “Masa” y dos condiscípulas soltaron carcajadas, sentí rabia e impotencia. ¿Cómo podían mofarse de la esencia humana, del drama que simbolizaba nuestro aeda?
Tempranito la oscuridad de Vallejo me invadió. Su rasgadura y aislamiento me rodearon y resistí su intensa poesía. En la adolescencia Poemas humanos me trastocó hondamente, me signó, y, no pude ser ya la de antes, después de haber devorado aquella obra y haber leído el poema “Palmas y guitarras”:
¿Qué te importan a ti las balas, / si el fusil está humeando ya en tu dolor? // Hoy mismo pesaremos / en los brazos de un ciego nuestra estrella / y, una vez que me cantes, lloraremos…
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