Territorios, narcotráfico y grupos armados en Paraguay

Foto: Detención de Jarvis Jiménez Pavao / SENAD
Aristides Ortiz / E´a - Mariátegui
09/05/10


Los últimos hechos de violencia armada desnudan la ausencia territorial del Estado Oligárquico. También exponen a uno de los poderes fácticos que gobierna el país: la delincuencia organizada en torno al narcotráfico. El narcotráfico penetró en las bases mismas de este Estado y está estrechamente ligado a la extrema derecha colorado-oviedista. Este poder real convive pacíficamente con el complejo sojero-ganadero.

El atentado fallido contra la vida del senador Roberto Acevedo y sus declaraciones públicas respecto del narcotráfico en Pedro Juan Caballero (“narcosociedad”, “son dueños de la vida y la muerte de la gente”), recuerdan lo que ya se sabe desde hace tiempo: la delincuencia organizada que trafica drogas, fundamentalmente, y armas territorializó el largo corredor limítrofe entre Brasil y Paraguay denominadao “frontera seca”, igual que el resto de los corredores limítrofes nacionales (fronteras con Bolivia y Argentina). Esta territorialización significa ocupar espacio geográfico y ejercer sobre el poder militar y económico real. Un ejercicio de poder que es terrestre, pero también aéreo.

Si bien toda la línea que configura la geografía paraguaya es como un gran colador por cuyos poros ingresa todo tipo de productos ilegales, aquí nos interesa la línea fronteriza con el sub imperio brasileño, que va desde el Alto Paraguay chaqueño hasta el Alto Paraná oriental. Nos interesa porque es el espacio vital del narcotráfico y el arma tráfico transnacionalizados. Vital porque aquí confluyen los inmensos volúmenes de mercancías provenientes de diversos puntos del globo, que luego se dirigen al gigantesco mercado interno brasileño. Un mercado que cada vez demanda más y más productos ilegales por el creciente poder adquisitivo de su población.

El poder fáctico del narcotráfico penetró en las bases del Estado Oligárquico actual y creció hasta su cúspide a través del Partido Colorado en el lapso de sus 61 años de gobierno. Los registros probatorios de esta afirmación son incontables. Aquí recordaré solamente dos.

El 6 de febrero del 2008, el entonces presidente de la República Nicanor Duarte Frutos, la candidata presidencial de la ANR, Blanca Ovelar, el entonces ministro de Defensa Nelson Mora y otros connotados dirigentes del Partido Colorado viajaron expresamente a Pedro Juan Caballero para asistir al velatorio de Walter Villaalta, un activo dirigente de base colorado asesinado brutalmente el día anterior. Faustino Villaalta, padre de Walter y ex presidente de la seccional colorada de Pedro Juan, igualmente había sido asesinado en octubre de 2006. Cristian, otro hijo de Faustino, fue capturado, en junio de 2007, con 195 kilos de cocaína en Bella Vista Norte, Amambay. Walter cayó en una estancia propiedad del político colorado Víctor D’Eclessis. Es decir, toda la familia Villaalta estaba políticamente vinculada a la ANR y, a la vez, vinculada al narcotráfico fronterizo (Ver www.financiamientopolitico.org.py)

El otro caso es la divulgación, en abril de 2008, de una conversación telefónica entre el diputado colorado por Concepción Magdaleno Silva y el comisario Osvaldo Nuñez, de la localidad de Yby ya’u, Concepción. En la conversación ventilada, Silva acusa a la hoy senadora colorada y presidenta de la Junta de Gobierno de la ANR Lilian Samaniego de haber recibido dinero de Jarvis Jiménez Pavao para financiar su campaña proselitista, el mismo capo mafioso brasileño que hoy está preso y procesado (Ver: www.financiamientopolitico.org.py.)

Respecto del oviedismo, recordemos que su líder, Lino Oviedo, fue el heredero de las influencias políticas y los negocios fronterizos del otrora presidente de la República Andrés Rodríguez, acusado por la DEA norteamericana de ser en su momento el padrino del tráfico de drogas por Paraguay. Durante su reinado en las FF.AA, tras la muerte de Rodríguez, Oviedo acumuló una inmensa fortuna gracias a los negocios fronterizos .

Para transportar sus grandes cargamentos de cocaína, anfetamina y heroína y sembrar y traficar marihuana en determinadas zonas de la geografía nacional, el poder fáctico de los narcos establece una convivencia pacífica y conveniente con el complejo sojero-ganadero, el otro poder fáctico que territorializa formal y legalmente los espacios nacionales. Los registros dan prueba de que incontables pistas de aeronaves y cultivos de marihuana se asientan en propiedad de los terratenientes ganaderos y sojeros. En unos casos los narcos arriendan las hectáreas que necesitan para construir sus pistas y cultivar la hierba; en otros directamente las ocupan, con la vista gorda de los propietarios. O simplemente compran grandes extensiones de tierras y las convierten en “estancias” de ganado vacuno, como lo hicieron los capos brasileños Jarvis Pavao, Ireneo “Pingo” Soligo y el colorado Víctor D’ eclessis.

Este cuadro de relación entre ambos poderes reales nos permite entender porqué no hay registros de que la Asociación Rural del Paraguay, el gremio de los ganaderos, o la Cámara Paraguaya de Oleaginosa, el gremio de los sojeros, hayan denunciado públicamente ante el Estado la amenaza del narcotráfico.

Ambos grupos de poder poseen sus propios brazos armados para ejercer el control sobre sus espacios territorializados. Es ocioso mencionar el poder de fuego de los narcos. Las bandas armadas de narcos nos muestran cada semana cuando los medios publican sus atentados. Y la capacidad de fuego del complejo sojero-ganadero quedó concretamente demostrada con el asesinato de más de 100 dirigentes campesinos desde 1989 hasta el 2004, aunque los documentados fueron 77 asesinatos, registrados en el Informe Chokokue , publicado por la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy) en junio del 2007.

En este contexto geopolítico nacional, los dos poderes fácticos citados administran militar y económicamente sus territorios ante la ausencia de un Estado, cuya función central es la de dar cobertura legal y formalidad política a aquellos. Territorios delimitados cuyos dueños conviven en el espacio nacional respetando sus intereses y su poder de fuego, aunque muchas veces confundiesen en su roles.

Dentro de estos dos grandes territorios de poder se mueve el pequeño grupo militar autodenominado Ejercito Paraguayo del Pueblo (EPP). Un grupo que, por su carácter clandestino, está aliado o pretenderá aliarse al narcotráfico, eventualidad o realidad que terminará convirtiendo al EPP en una banda de forajidos que matará por dinero al ser fagocitado por el inmenso poder de los narcos.

Así, la condición de poder fáctico de los narcos en la composición territorial del país nos sugiere que el atentado sufrido por el senador Acevedo, un representante del poder político del Estado Oligárquico, es un claro mensaje de amenaza, no al Estado Oligárquico y sus viejos administradores, sino a los que ensayan superar el orden actual, sean estos el gobierno de Fernando Lugo, las organizaciones sociales y políticas o los medios de comunicación.

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