Venezuela: ¿Expropiar o democratizar la propiedad?


Víctor Álvarez R. / Mariátegui
10/07/10


Cuando gastamos recursos públicos en pagar expropiaciones, en vez de invertirlos en la creación de nuevas y mejores empresas, no estamos contribuyendo por esa vía a aumentar el patrimonio productivo del país. Nos quedamos con el mismo número de establecimientos, es la misma capacidad productiva pero ahora en otras manos. Eso no es crecimiento ni mucho menos desarrollo.

El reto es crear más empresas para construir un sólido aparato productivo, capaz de sustituir importaciones, diversificar exportaciones y generar nuevos empleos productivos. En vez de destinar sumas multimillonarias para pagar a los dueños capitalistas unas expropiaciones que solo permiten convertir en propiedad estatal lo que antes era propiedad privada, el gran desafío de la política económica bolivariana es aumentar la densidad de empresas productivas por cada mil habitantes, reindustrializando así la economía nacional.

Hay que medir bien las consecuencias
Mientras el PIB estuvo creciendo, cada vez que el BCV publicaba su informe, celebrábamos el acierto de la política económica y la fortaleza de la economía venezolana. Nunca reparamos en la naturaleza y calidad de ese crecimiento, razón por la cual se mantuvo la inercia de otorgar los incentivos públicos, sin aplicar ningún principio de reciprocidad a los beneficiarios.

Fueron los incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, suministro de materias primas, asistencia técnica, etc. -y no las fuerzas del mercado- los que se llevan el mérito de haber impulsado el crecimiento del PIB a lo largo de 22 trimestres consecutivos.

Pero cuando nos dimos cuenta que gracias a estos generosos incentivos lo que más estaba creciendo era la economía capitalista y que la estructura del PIB se estaba tornando de mala calidad -con un creciente peso del comercio importador y los servicios financieros especulativos y de alto riesgo-, entonces dimos un bandazo y comenzamos a celebrar la caída del PIB con el argumento de que lo que está cayendo es la economía capitalista, sin hacer nada para reactivarla.

Pero en ninguna de estas celebraciones hemos medido bien las consecuencias.

¿Reactivar o transformar la economía?
Ahora que la economía venezolana acumula cuatro trimestres consecutivos de contracción, hay que evitar que se sumerja en una larga y profunda depresión. Hemos advertido que apostar a la desaparición de la economía capitalista sin haber creado antes la nueva economía socialista es el atajo perfecto para quedar atrapados en un círculo vicioso de caída de la producción, escasez, acaparamiento, especulación, inflación, desempleo y creciente malestar social.

Ninguna persona es realmente libre si no tiene la existencia material garantizada. Por lo tanto, la sincronización de este proceso de destrucción creativa es clave para compensar la caída de la producción mercantil y reenganchar a las personas que perderán su empleo en las empresas quebradas. La pobreza está asociada a la imposibilidad de tener acceso a los bienes básicos y esenciales para la sobrevivencia humana. Los trabajadores que tienen una familia que mantener, que todos los días necesitan llevar comida a la mesa de su casa, preferirán ser asalariados en una empresa capitalista que hambrientos desempleados, anotados en una lista de espera en los portones de las empresas públicas. Y en la antesala de unas elecciones cruciales de la Asamblea Nacional es muy cara la factura que por este malestar se puede pagar.

La reactivación de la economía es un proceso que debe estar sincronizado con su transformación estructural. Pero esto no será consecuencia del libre juego de la oferta y la demanda. No será la mano invisible del mercado la que guie este proceso llamado a sustituir el orden viejo, explotador del ser humano y depredador de la naturaleza, por un nuevo orden capaz de erradicar las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Se requiere una sabia y oportuna intervención de los poderes públicos.

¿Expropiar o democratizar la propiedad?
En el país, apenas un pequeño porcentaje de las cuantiosas sumas de dinero que se tranzan en las casas de bolsa se canaliza hacia inversiones productivas. Ahora que muchas de éstas han sido intervenidas, pueden ser transformadas en eficaces instrumentos para democratizar la propiedad a través de una política que:
· Condicione el acceso de las empresas privadas a los incentivos públicos al cumplimiento de un requisito de venta de un porcentaje de sus acciones a las asociaciones de trabajadores y consejos comunales.
· Las empresas privadas, en lugar de pedir préstamos a la banca pública, tendrían que activar programas de participación laboral y comunitaria en su estructura accionaria: solo así podrían tener acceso a los incentivos del Estado para reactivar la economía y democratizar la propiedad.
· El Estado, en lugar de seguir pagando caras indemnizaciones, utilizaría estos fondos para otorgar préstamos a las organizaciones de trabajadores y consejos comunales para que adquieran su participación accionaria, inyectando por esta vía recursos para reactivar la empresa.
· El mayor porcentaje del excedente que le corresponda a las asociaciones de trabajadores y consejos comunales, no será distribuido como dividendos o ganancia individual, sino que será invertido en función de mejorar las condiciones laborales y del entorno comunitario.
· Un porcentaje de los dividendos deberá destinarse a pagar al Estado el crédito recibido para comprar las acciones.
De esta forma se impulsaría un modelo de expresas mixtas que, a la par de masificar la cogestión, autogestión y el control obrero y comunitario sobre los procesos de producción, servirá para preservar las capacidades gerenciales e innovativas que toma tantos años crear y fortalecer y que son claves para garantizar la buena marcha de cualquier empresa.

Por definición, una Revolución es un proceso de cambios rápidos y profundos y no un largo y extenuante camino de ensayo y error, de marchas y contramarchas que van minando al paso del tiempo la esperanza y la confianza de la gente. No repitamos la historia del socialismo del siglo XX. El ciudadano de a pie no identifica la propiedad estatal como propiedad social, mucho menos cuando la misma es secuestrada por la burocracia, administrada con negligencia o manejada como si de una propiedad privada se tratara.

Cuando todos los trabajadores y miembros de la comunidad posean acciones y se sientan verdaderos propietarios sociales de las empresas donde trabajan, en lugar de aumentar el tamaño del capitalismo de Estado, le habremos dado un gran impulso al desarrollo de una nueva y pujante economía social, sin fines de lucro pero sin vocación de pérdida, capaz de generar un creciente excedente para ser invertido en función de dar respuesta a las necesidades y problemas de los trabajadores y la comunidad. Este es el mejor camino para erradicar de una buena vez las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión social.

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Víctor Álvarez R.
Caracas, Venezuela
Economista, egresado de la Universidad de La Habana (1985). Master en Planificación del Desarrollo, CENDES-UCV (1988). Postgrado en Gerencia Pública, IVEPLAN (1991). Postgrado en Gerencia de la Ciencia y la Tecnología (1993), Universidad CARLOS III, Madrid. Se ha desempeñado como Ministro de Industrias Básicas y Minería; Presidente de la CVG; Director de PDVSA; Presidente del Banco de Comercio Exterior; Viceministro de Industrias; Presidente del Fondo de Reconversión Industrial; Gerente General de Políticas y Estrategias del CONICIT. Ha sido profesor de Desarrollo Económico en la UCV; de Entorno Económico en IVEPLAN; y, de Teoría y Análisis de Sistemas de Innovación en el postgrado de Ciencias Administrativas de la UCV. Actualmente es el coordinador del programa de investigación sobre el nuevo modelo productivo venezolano que se desarrolla en el Centro Internacional Miranda.

http://victoralvarezrodriguez.blogspot.com

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