Venezuela: La transición al socialismo


Víctor Álvarez R. / Mariátegui
13/08/10


Los voceros de la oposición no se cansan de afirmar que en Venezuela se está instaurando el comunismo, haciendo gala de su ignorancia del pensamiento marxista y de las lecciones que dejó la fallida construcción del socialismo en el siglo XX.

El comunismo pasa por la eliminación de las condiciones que permiten la explotación del ser humano por otro ser humano; implica la extinción de las clases sociales, del Estado y del burocratismo; la superación de las contradicciones entre el campo y la ciudad, entre trabajo manual y trabajo intelectual; es el fin de una economía que -por estar centrada en la maximización del lucro- exacerba el consumismo para abrirle camino a la producción industrial a gran escala, con la consiguiente explotación irracional de los recursos naturales y la destrucción del planeta.

Por su parte, la construcción socialista requiere impulsar nuevas formas de propiedad social que expresen un verdadero empoderamiento de los trabajadores y la comunidad sobre los medios de producción para hacer posible el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, de las potencialidades humanas y de una creciente producción destinada a satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo. La propiedad privada coexiste con la propiedad estatal, pero lo más importante es el impulso que se le imprima a las nuevas formas de propiedad social, popular y comunal.

En consecuencia, la construcción de una nueva sociedad que libere a los asalariados de la explotación del capital pasa por dos etapas: la socialista y la comunista. Pero hay un período de transición entre la sociedad capitalista y la socialista, lleno contradicciones, de marchas y contramarchas, de concesiones tácticas para asegurar el logro de los objetivos estratégicos. Identificar la transición socialista con el comunismo solo cabe en la cabeza de los que desconocen el curso natural de los procesos históricos.

Siendo así, Venezuela todavía no está preparada ni siquiera para la transición socialista. Apenas se están comenzando a crear esas condiciones. Para profundizar ese proceso se requiere impulsar un creciente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y en nuestro caso más bien se han recrudecido los rasgos de una economía rentista que todo lo importa y poco produce. La agricultura apenas aporta el 5 % del PIB y debería estar en 12 % para alcanzar los objetivos de la seguridad y soberanía alimentarias. La industria manufaturera apenas aporta el 15 % del PIB, cuyo peso debería alcanzar al menos el 20% para considerar que la economía venezolana al fin se ha industrializado.

La economía venezolana sigue siendo una de las más atrasadas de América Latina; cuyos países -al no disponer de la enorme renta petrolera que disfruta Venezuela-, no pueden importarlo todo y por lo tanto se han visto obligados a desarrollar su aparato productivo interno para satisfacer sus necesidades más elementales. Pero en el caso venezolano, este subdesarrollo económico se disimula y queda encubierto a través de un exacerbado consumismo que crea un espejismo de prosperidad. Pero lo cierto es que seguimos atrapados en el círculo vicioso de una economía rentista: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos.

La conquista del poder político es una condición necesaria más no suficiente para iniciar el tránsito hacia el socialismo. En Venezuela logramos la soberanía política pero aún no hemos alcanzado la soberanía productiva, porque no puede ser soberano un país que no produce lo que le alimenta, ni lo que calza y viste, ni las medicinas que sanan sus enfermedades, ni los libros que lee o las películas que lo entretienen.
Por lo tanto, impulsar la transición hacia el socialismo impone la necesidad de profundizar el crecimiento y desarrollo de un sólido aparato productivo capaz de sustituir el enome volumen de importaciones que aún realizamos y, a la vez, diversificar la oferta exportable para generar nuevas fuentes de divisas que compensen el comportamiento errático del ingreso petrolero.

Pero en la transición socialista se requiere, además, impulsar nuevas relaciones de poder, sustituyendo las relaciones de explotación por las de solidaridad y cooperación. Solo así se podrán eliminar definitivamente las causas estructurales del desempleo, la pobreza y la exclusión. Estos flagelos irán desapareciendo a medida que se sustituya la propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales -no por la agotada propiedad estatal que termina siendo secuestrada por el burocratismo, administrada con negligencia e ineficiencia o como si de una propiedad privada se tratara-, sino por nuevas formas de propiedad social, popular y comunal que empoderen de verdad a los trabajadores directos y a la comunidad para que sean ellos quienes dirijan el esfuerzo productivo a la luz de sus necesidades y aseguren la inversión social de los excedentes en función de dar respuesta a sus problemas más importantes. De allí que consolidar el poder político para profundizar la construcción socialista sea un proceso cada vez más económico.

En medio de la crisis de 2002-2003, la reactivación de la economía capitalista fue un mal necesario para generar empleo, elevar la producción, combatir la escasez y salvar la Revolución Bolivariana. Gracias a los generosos incentivos arancelarios, fiscales, financieros, cambiarios, compras gubernamentales, siministro de materias primas, capacitación de fuerza de trabajo, asistencia técnica, etc. que ofreció el gobierno al aparato productivo para entonces existente, compuesto fundamentalmente por empresas mercantiles, el sector capitalista de la economía creció más que la economía pública y la social, hasta alcanzar el 70 % del PIB.

Ahora bien, una economía socialista no será obra de las fuerzas del mercado. Mientras predomine el capitalismo se mantendrán las causas estructurales que generan desempleo, pobreza y exclusión social. Por eso, ha llegado el momento de reconocer la situación antes creada y, en adelante, dejar claro que la etapa de las concesiones a los capitalistas ha terminado. En adelante los apoyos públicos al sector productivo deben quedar condicionados al compromiso de los beneficiarios con la construcción de un nuevo modelo productivo de amplia y creciente inclusión social; y, en su gran mayoría, estos incentivos se deben reorientar para que lo que más crezca sea una nueva economía social que sustituya las relaciones de explotación del ser humano y de depredación del ambiente, por nuevas relaciones de solidaridad, cooperación y sustentabilidad.

Victor Álvarez R.. Economista venezolano. Investigador del Centro Internacional Miranda (CIM)
http://victoralvarezrodriguez.blogspot.com

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