Bolivia: El gasolinazo, una imprevisión costosa


Página Siete / Mariátegui
05/01/11


¿Cuáles son los resultados? Malos para el MAS, porque seguro generará una crisis interna, para determinar y sancionar este papelón internacional.

La decisión del Gobierno de Evo Morales de dejar sin efecto el alza de gasolina que había mandado pocos días antes, confirma que la primera medida había sido dictada ignorando la realidad política (y la historia política) del país y de un modo excesivamente radical, con la mente puesta en las cuentas fiscales y no en la gente.

Por eso duró lo que una salva de cohetes. La prepotencia del acto, que llegó a duplicar el precio del diésel, chocó contra el malestar y la resistencia de la población, que se expresó pese al control oficialista de los sindicatos y organizaciones populares, donde los dirigentes del MAS trataron de pintar una medida de liberalización de los precios de los combustibles, para alentar los intereses lucrativos de las transnacionales petroleras, como un gran avance del proceso de nacionalización. En esta prueba, el MAS demostró que es un partido muy fuerte, con gran raigambre popular y con una fuerte y leal burocracia sindical, pero no por eso puede hacer milagros. Algunos de sus seguidores también probaron que están dispuestos a defender cualquier cosa que señalen los dirigentes.

El retroceso instruido por Morales impedirá males mayores para el país. Muestra también que, en contra de lo que dicen sus críticos menos sofisticados, no posee un poder absoluto (o por lo menos no está dispuesto a usarlo). El Gobierno quizá hubiera podido imponer el gasolinazo, pero por medio de una poderosa represión y un costo en popularidad y un sufrimiento popular que son incompatibles con la democracia. Queda demostrado, entonces, que, pese a las deformaciones que ha sufrido en el último tiempo, el sistema político en el que vivimos continúa dando un importante espacio a la palabra de la sociedad civil.

Sin embargo, y aunque el retroceso en sí mismo sea positivo, toda la iniciativa esta del gasolinazo, la forma en que la concibió el gabinete económico y el Vicepresidente, el procedimiento con que fue lanzada a la opinión pública (con el Presidente fuera del país), todo esto fue un verdadero fiasco. Cualquier análisis mínimamente objetivo hubiera concluido en que un alza tan brutal de los carburantes terminaría en algo parecido a esto que pasó. Y, como suele decirse, “gobernar es prever”. De modo que las autoridades no cumplieron su papel, se dejaron obnubilar por la adulación y el sentimiento de omnipotencia del poder, y lanzaron al Presidente a una batalla que no podía ganar.

¿Cuáles son los resultados? Malos para el país, para el Gobierno y para el MAS. Para el país, porque un asunto serio, el desabastecimiento de petróleo y la excesiva suma que el Estado debe gastar para importarlo a precios altos, a fin de venderlo a precios bajos, en fin, la necesidad de impedir que esos precios bajos generen una sangría de recursos a través de las fronteras, por medio del contrabando, todo esto no sólo ha quedado en statu quo, sino que el Gobierno quedó inhibido de hacer algo al respecto por un buen tiempo. Malo para el Gobierno, porque el equilibrio de fuerzas siempre difícil que mantenía con los movimientos sociales ha quedado seriamente desnivelado a favor de éstos, lo que hará muy difícil que aqué pueda tomar cualquier iniciativa capaz de afectar sus intereses, por muy necesaria que sea. Y malo para el MAS, porque seguramente generará una crisis interna, tanto para determinar y sancionar este papelón internacional, este golpe a la imagen del Presidente (que en este libreto apareció como un personaje secundario, ajeno a las decisiones de política económica del país), como para realizar un debate mucho más importante.

Las implicaciones ideológicas que hubiera tenido el gasolinazo eran enormes, pero el Presidente las asumió y no se desvinculó de ellas ni siquiera al abrogar el decreto por razones de “oportunidad” (no de equivocación de rumbo). Por tanto, resulta pertinente preguntar –y es un deber de los masistas hacerlo– ¿a dónde va el “proceso de cambio”? ¿Qué clase de intereses representa ahora el MAS o, al menos, su burocracia en el Gobierno? ¿Cuáles son los próximos pasos? ¿Hacia dónde, finalmente, piensan conducir al país?

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