Perú: El mañana kafkiano del poeta Juan Cristóbal


Maynor Freyre / Mariátegui
06/02/11


Ha empezado la segunda década del tercer milenio y el mundo nos depara sorpresas inimaginables en cuanto a ciencia, tecnología y permisibilidad. La condición humana ha pasado de la búsqueda de la libertad al libertinaje en medio de paradójicas y absurdas normas como arrancadas del Medioevo. Los viejos sueños abrigados en las décadas del sesenta y setenta del pasado siglo por construir un mundo mejor, resultaron frustrantes y frustrados.

Juan Cristóbal, Premio Nacional de Poesía 1971 en el Perú, se comprometió con dichos sueños en cuerpo y alma, padeciendo cárcel y destierro. Su alma la enlazó a la poesía a partir de El osario de los inocentes y continuó con una permanente y múltiple creación, construyendo un rico ámbito poético bastante sui generis, en el cual todos los temas tenían cabida, desde los eternos como la aventura, el amor, la muerte y el misterio.

Juan Cristóbal construye sus imágenes líricas a partir de lo onírico, emparentándose con el surrealismo tal como el militante del movimiento César Moro --quien incluso publicara en francés--, como Westphalen, pero es especial como ese fino y comprometido poeta Manuel Moreno Jimeno, usuario de un surrealismo social, al decir del investigador literario Manuel Miguel de Priego.

Ya en sus últimas producciones Juan Cristóbal mezcla el lenguaje de los sueños con el de la calle, recordándonos las innovaciones de los beatniks norteamericanos y los aportes del Movimiento Hora Zero surgido a principios de los setentas en el Perú. Esta experimentación nos da excelentes resultados que arriban a una madurez irrefutable en su última creación poética compuesta por dos pequeños tomos: I Horridas mañanas y II Kafka.

En esta su reciente publicación el poeta culmina una fuerte crisis de desencantos, desengaños y frustraciones. Se siente agobiado por no haber podido construir el mundo con que soñamos y más bien regaña de encontrase en una situación que lo ha empujado a esta confesión autobiográfica: …”y no sé descifrar los rostros que me miran / las palabras que me hablan / los silencios que me quieren / por eso creo que la vida es una mierda / un pedazo de locura atravesando los desiertos…”. Es decir, el escepticismo se ha incrustado muy a fondo, la esperanza va perdiendo sus tonalidades y la fe apenas es una bruma telarañosa: “la muerte llameó así / infinidad de veces / como una luna en el cielo / en esa noche fatal de la memoria / cuando los pasos no llegaron a ningún muro de lamentos / a ningún gallo que cantó tres veces en el alba / y mintió-mintió y mintió / hasta las vísceras más atroces de las celdas / enredándose en las propias telarañas de su angustia / en aquellas ruinas persistentes y heladas del camino…”.

El mundo ha fracasado y ha cambiado para peor. La desesperanza conduce al vate por las sendas kafkianas Del absurdo y la desesperanza, título que vincula a la obra del gran escritor checo del siglo XX, cuyos libros de cuentos La metamorfosis y La condena publicó aún en vida, pero cuyas novelas El proceso, El castillo y América América (novela inconclusa) fueran editadas gracias a la desobediencia de Max Broad, amigo albacea de Franz Kafka quien no acató su último deseo de incinerarlas. Como se conoce, la obra del escritor checo que escribía en alemán y en perpetuo conflicto con su padre, desdeñado de amores y afectado por la tuberculosis que lo condujo a la muerte viviendo sus últimos días en un nosocomio para tebecianos, es una obra que nos enfrenta a la búsqueda absurda de nuestra conciencia del pecado original, al sentimiento de culpa y a la búsqueda permanente de los caminos de la justicia para el hombre, de los inaccesibles caminos de la justicia. No olvidemos que Kafka fue judío en una época de desdén y persecución para los de dicha etnia.

Juan Cristóbal también padeció persecución y segregación por sus ideas y hasta hora es víctima de una irremediable marginación de lo que se ha dado en llamar el canon cultural del país, elaborado por un cenáculo de mediocres que piensan que van a sobrevivir en la historia borrando de un plumazo a valiosos creadores y levantando su propio parnaso de falsos dioses de pacotilla.

Espero haber coadyuvado en el rescate de una de las voces más valiosas de la poesía peruana contemporánea, para ello sumo el testimonio del poeta fundador del Movimiento Hora Zero, Jorge Pimentel, quien apenas terminó de leer la obra materia de esta nota, me expresó su beneplácito por ella considerando que Juan Cristóbal había alcanzado una indudable madurez poética. No me queda sino recomendar la pronta recopilación de sus obras completas por parte de algún acucioso editor, para así poder realizar un sesudo estudio sobre este importante poeta peruano. Además de recordarle que no podemos quedarnos en la quinta puerta del infierno del Dante, donde se decía: aquí se perdió toda esperanza.

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