¿Qué se decide en EE.UU.?




Eduardo González Viaña / Mariátegui
05/11/12

Cada vez que prendo el televisor, aparece el rostro de un anciano patético que aconseja a los norteamericanos votar por Romney para evitar la llegada del comunismo.

El caballero asegura ser un inmigrante que huyó de Hungría para no soportar los padecimientos inflingidos por ese régimen. Mientras habla, se alternan decenas de fotografías en blanco y negro de gente desarrapada y posan detrás de él rostros escuálidos y famélicos.

"El comunismo hace más pobres a los pobres"-dice el personaje y añade que muchos en los Estados Unidos han olvidado esa lección. Supuestamente, él la recuerda y por eso va a votar por los republicanos.

¿A qué viene esta advertencia contra el comunismo? ¿Realmente existe una amenaza roja en los Estados Unidos? ¿Son partidarios de la hoz y el martillo Obama y los demócratas?

No, no es así, ni el anciano húngaro está completamente loco. Ocurre que el primer gobierno del señor Obama se ha caracterizado por una esforzada lucha para lograr que todos en este país tengan acceso a un seguro de salud. Estados Unidos es uno de los pocos países del mundo que no lo tiene.

Cuando llegó a la Casa Blanca el actual presidente, más de la mitad de los norteamericanos estaba excluida de ese beneficio. Según informes proporcionados por la Universidad de Harvard, unas 45 mil muertes podían haber sido evitadas este año si los pacientes hubieran contado con seguro. Sus enfermedades eran tratables, pero no recibieron diagnóstico ni terapia... a pesar de trabajar y ser ciudadanos de un país tan poderoso.

En cualquier latitud, el proyecto de reforma sanitaria asumido por el presidente Obama había sido considerado como una iniciativa loable y solidaria. Aquí, en los Estados Unidos, los extremistas del partido republicano-quienes ahora buscan el poder-la calificaron como una perversa medida comunista.

Ante la oposición de los republicanos y en medio de un fragoroso debate, se hicieron públicas historias desgarradoras capaces de poner a prueba la compasión del más duro. Tomo nota de algunas de ellas:

Fred Holliday tenía 39 años el día en que falleció, el 17 de junio de 2009, coincidiendo con el inicio del debate en el Capitolio de la propuesta de reforma de la Sanidad del Gobierno Obama. Para Fred era «too late» (demasiado tarde), como dicen en Estados Unidos. Estaba sin seguro cuando empezó a sufrir extrañas molestias que incluían sudores nocturnos, fatiga crónica y orinar sangre. No fue al médico porque era muy caro. Cuando al fin encontró un empleo que se lo cubría, descubrieron que padecía cáncer de riñón. Y que este era ya incurable.

De otro lado, nos enteramos el drama de una joven paciente de cáncer que retrasó por meses no sólo el inicio del tratamiento sino el dar la noticia a sus padres porque temía que los gastos de curarla les obligaran a hipotecar la casa. Y así fue, en efecto. Tuvieron que elegir entre la propiedad ganada con muchos años de esfuerzo y la vida de su hija. Cuando la vendieron y literalmente, "se quedaron en la calle", ya no había esperanzas para la chica.

Incluso con seguro, nadie estaba seguro. De acuerdo con las reglas, las compañías no estaban obligadas a pagar por enfermedades preexistentes a la contratación del seguro. La madre del señor Obama- diagnosticada de cáncer - murió luchando porque una compañía le pagara las facturas y evitar que sus hijos quedaran en la ruina.

"No padezco de ninguna enfermedad terminal. No tengo que pagar las cuotas mensuales de un seguro para que mi dinero vaya a costear el hospital de algún extraño."-me dijo el obrero que cargaba una refrigeradora para reemplazar la mía.

Estaba él influido por la supuestamente "cristiana" campaña de los extremistas del Tea Party que se han apoderado del partido republicano y para quienes cualquier actitud solidaria es necesariamente comunismo. El viejito húngaro quien es un empresario y nos atosiga con sus avisos televisados gasta varios millones de dólares al día. Si los multiplicamos por todo el mes de campaña, podemos calcular que con ese dinero podría haber pagado las cuotas de sus trabajadores durante más de 10 años.

Si el señor Romney llega a la Casa Blanca, desactivará todo lo que hizo su predecesor para hacer de los Estados Unidos un país más humano. La caridad –llamada inclusión social en algunos países- es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad de los seguros es horizontal e implica respeto mutuo. Está en juego este contraste en la nación que lidera el destino del mundo.


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