Antonio Peredo Leigue / Mariátegui
22/02/10
Reapareció el Tribunal Bertrand Russell anunciando que, después de varios intentos, los tribunales ante los que presentó una querella por los crímenes cometidos en Irak, la rechazaron. El Tribunal sostiene: “el Fiscal y el Juez asignados a nuestro caso decidieron que no había razón para investigar. Sus argumentos eran erróneos y podrían haber sido refutados con facilidad si hubiésemos podido recurrir. Para ello necesitábamos un abogado profesional español. Podría haberse tratado o bien de una persona remunerada o bien de un abogado voluntario que ofreciera su ayuda al pueblo iraquí en su lucha por la justicia. Como carecíamos de medios y por otras razones generalmente relacionadas a asuntos internos españoles que no nos concernían, no pudimos conseguir un abogado ni voluntario ni remunerado”.
Quienes vivimos políticamente la segunda mitad del siglo pasado, recordamos la creación, en 1966, del Tribunal Bertrand Russell motivada por la terrible e interminable guerra de Estados Unidos contra Vietnam. El respetado filósofo inglés Bertrand Russell, como parte de su consecuente campaña contra los crímenes de lesa humanidad, creó este tribunal moral y lo instaló públicamente con la participación de grandes personalidades jurídicas y políticas, incluso de Estados Unidos.
La condena de los crímenes cometidos por las fuerzas norteamericanas en aquel lejano país de la península indochina fue tan contundente, que surgió una ola de protesta mundial, especialmente en Estados Unidos. Los jóvenes norteamericanos quemaron las citaciones que recibían para incorporarse al ejército; muchos huyeron a Canadá para no ser citados. Tan grande presión hizo que los canales de televisión trasmitieran, por primera vez, imágenes de aquella guerra que se libraba, según Washington, para defender la seguridad de los Estados Unidos, aunque ocurría a miles de kilómetros. La Casa Blanca debió terminar de cualquier manera el conflicto en el que, además, se había empantanado.
Fue un importante antecedente para la toma de conciencia de una justicia universal. Bajo ese influjo, los gobiernos hubieron de aceptar la creación de tribunales internacionales, cuyas sentencias fuesen de cumplimiento obligatorio. Simplemente como referencia, un abogado boliviano que fue ministro, es parte del tribunal internacional conocido como “de La Haya”. Ante ese tribunal fue llevado, por el gobierno de Washington, el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, acusado de los crímenes cometidos en la guerra de Kosovo. Estados Unidos también juzgó a Saddam Hussein por delitos que cometió en Irak. Estados Unidos, en fin, ocupó militarmente Panamá, matando a varios cientos de personas, para arrestar al entonces presidente Manuel Antonio Noriega y llevarlo a Washington para juzgarlo por sus delitos.
Pero, al contrario, los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos, en los países que invadió a lo largo de su historia, nunca fueron juzgados.
En octubre pasado, según hizo conocer el Tribunal Russell, presentó querella contra cuatro presidentes estadounidenses y cuatro primeros ministros británicos “por crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y genocidio en Iraq”. El rechazo que recibió su demanda es muestra palpable de la grosera transgresión que cometen éste y los anteriores gobiernos de Estados Unidos; allí donde está, la justicia tiene un doble rasero. Se condena a dos y una cadenas perpetuas, lo mismo que a varios años de prisión, a cinco patriotas cubanos y se libera de cargos al autor del atentado contra un avión cubano de pasajeros, en el que murieron todos los ocupantes. Condenan a los jefes de los campos de concentración nazis y liberan de culpa a la responsable de una cárcel norteamericana en Irak (Abu Ghraib), que sometió a inauditas torturas a los prisioneros iraquíes. El mundo miró horrorizado las fotografías que Washington reconoció como auténticas, pero igual liberó a la autora.
El Tribunal Russell no se ha resignado ni desiste de su propósito. Ha hecho un llamamiento a la ampliación del esfuerzo colectivo para iniciar procedimientos criminales. En su llamamiento dice: “… seguiremos abogando por la explotación de todas las vías posibles, incluyendo aquellas proporcionadas por las instituciones de las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional y los tribunales populares, para poner en evidencia y traer ante la justicia y la opinión pública y moral, los crímenes que Estados Unidos y el Reino Unido han cometido en Iraq”.
El Tribunal Internacional Bertrand Russell ha sido respetado en todos los países del mundo, como fue respetado su creador, el filósofo británico, Premio Nobel de la Paz, que no dudaba en sentarse en plena vía pública, en Londres, para protestar contra las injusticias.
Una vez más, el Tribunal Russell ha iniciado una campaña. Los acusados tendrán que responder ante la opinión pública mundial.
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