Venezuela: ¿Milicia campesina del Gobierno?


José Roberto Duque / Mariátegui
27/04/10


La creación de una Milicia Campesina, por iniciativa o mandato del camarada presidente Hugo Chávez Frías es o debería ser una noticia reconfortante para nosotros, preocupados (y ocupados) por la matanza de dirigentes campesinos. Estaremos a la espera de noticias más concretas y de explicaciones cruciales, como por ejemplo la operatividad, jurisdicción, atribuciones y alcance de esa milicia.

¿Será, en su operatividad, como la Reserva Nacional? Es decir: ¿se tratará de una instancia en la cual los ciudadanos reciben formación y adiestramiento militar pero sin tener nunca el control de las armas, como no sea en el entrenamiento? Si esto último es así debemos decir, bajo riesgo de parecer pesimistas o ligeros en medio de un anuncio tan importante, que entrenar a alguien para que sepa usar armas pero no entregarle las armas es como tener mamá pero tenerla muerta. Se estarán formando expertos en combate y en estrategia militar pero esos expertos siempre estarán en desventaja frente a los sicarios si no llevan encima un arma.

Cabe señalar desde ya lo que nos parece más inquietante de todo esto. Ha convocado el camarada Presidente a los campesinos para que se organicen “junto a la Guardia Nacional”. La palabra y la intención del Presidente son buenas, pero cuando uno escarba en el fango de la realidad en las regiones se encuentra con que uno de los cuerpos cómplices de los terratenientes y poderosos son efectivos de la Guardia Nacional.

La cultura de la entrega incondicional a los ricos, la puesta “a la orden” de las autoridades regionales (tribunales, fuerzas militares y policiales, medios de infromación), el sistema de “fuerzas vivas” al servicio de los dueños de la tierra y las instituciones, son una realidad y una dinámica que se han galvanizado durante décadas en las mentes, en el cuerpo y en las formas de organización social en las regiones, y eso no cambiará porque el Presidente de la República dé una orden.

Quienes nacimos y hemos vivido en los pueblos y ciudades de eso que llaman “la provincia” sabemos cómo funciona: nuestra región se respeta y no nos gusta que los caraqueños venga a decirnos cómo es que deben funcionar las cosas.

Una actitud respetable y genuina cuando se trata de la organización social y humana para la vida (¿cómo alguien de Caracas va a saber más que yo y quienes vivimos en mi ciudad la mejor forma de organizarse y construir nuestra vida cotidiana? ¿Por qué un caraqueño tiene que venir a enseñarme a vivir si su ciudad es el mejor ejemplo de la negación de la vida?), pero nefasta y repugnante cuando se utiliza para defender castas, privilegios, mafias y depravaciones.

Lo que está sucediendo con los dirigentes campesinos es algo que va más allá de la liquidación física de unos hombres y mujeres, no se limita al asesinato, no se detiene con la muerte.

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