Unión Europea debe reconocer nuevos esquemas de integración latinoamericana


Víctor Álvarez R / Mariátegui
Foto: EFE
19/05/10


Esta semana se instala en Madrid la Cumbre América Latina-Europa, con la participación de Jefes de Estado y Gobierno de 60 países. Prometen impulsar un Plan de Acción en áreas como migración, paz y seguridad, cambio climático, lucha contra las drogas, educación y empleo.

La UE ha priorizado la ampliación hacia Europa del Este y la revisión de sus relaciones con Estados Unidos, Rusia y China. Nada ha cambiado desde que en una Cumbre anterior el Canciller Moratinos reconoció que no había las condiciones para esperar un gran avance en las relaciones euro-latinoamericanas: “Desgraciadamente, y hay que decirlo a nuestros socios iberoamericanos, Iberoamérica no está en la agenda europea”.

América Latina no es un bloque homogéneo. En materia de comercio y economía, todavía hay gobiernos que prefieren los mecanismos del mercado a la acción estatal. Estas contradicciones en torno a los pro y contra del libre comercio fueron bien aprovechadas por los europeos para ejercer una fuerte presión hasta lograr la firma de los TLC con Colombia y Perú, en la Cumbre de Madrid.

Tanto los EE.UU. como la Unión Europea apostaron a debilitar los procesos de integración subregional tradicionales en América Latina. De hecho, esta decisión de Álvaro Uribe y Alan García de firmar un TLC -primero con EE.UU. y ahora con la UE-, fue lo que aceleró el retiro de Venezuela de la CAN. En su momento, el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, señaló: “Desde hace años vengo diciendo que la Comunidad Andina de Naciones está herida de muerte y hoy puedo decir que está muerta. No tiene sentido. ¿Cómo va a tener sentido una Comunidad Andina en la que se firma un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos sin siquiera coordinar con los demás países?”

Desmembrada la CAN, Bolivia, Ecuador y Venezuela se proponen consolidar la ALBA y UNASUR como nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña. Así como en la Cumbre de Mar del Plata se enterró al ALCA, esta Cumbre de Madrid será recordada porque allí se terminó de enterrar la CAN.

Los sueños traicionados

En el año 2005, la visita a Venezuela del Presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, fue recibida como una buena señal para mejorar las relaciones entre ambos países, las cuales quedaron prácticamente sepultadas a raíz de la dura política de José María Aznar en contra de los procesos de izquierda latinoamericanos y su defensa a ultranza de los intereses económicos y comerciales españoles en América Latina. Cinco años después, la expectativa de consolidar el diálogo político para concretar un nuevo tipo de relaciones entre España y Venezuela sigue siendo una asignatura pendiente.

La herencia de los gobiernos de José María Aznar en política hacia Latinoamérica fue de enfrentamiento y ruptura. Para entonces, España dejó de ser una referencia de buenas relaciones de cooperación cuando gobierno y empresarios españoles se aliaron con oligarquías locales para defender los privilegios que los gobiernos neoliberales del pasado le otorgaron a sus inversiones y negocios, ignorando la prioridad que los nuevos gobiernos progresistas le asignaban a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social.

Pese a los primeros anuncios de acercamiento y cambio de Rodríguez Zapatero, su gobierno se ha visto en serias dificultades para restablecer los vínculos con la región. La estrategia inicial de “ser amigo de todos” rápidamente probó sus límites ya que América Latina no es una región homogénea. Ya no todos los gobiernos le hacen coro al libre comercio y esto requiere políticas diferenciadas por parte de la diplomacia española. A pesar de que al inicio Zapatero anunció que priorizaría el apoyo a la estabilidad democrática, la cooperación al desarrollo y la cohesión social, en los hechos se ha impuesto un pragmatismo economicista que se expresa en la forma como se continúan defendido los intereses económicos españoles en América Latina.

La actitud de España, la Unión Europea y los EE.UU. de alentar la negociación aislada de TLC con los países andinos ha contribuido a debilitar aún más los procesos de integración subregional tradicionales. De hecho, la decisión de Colombia y Perú de firmar un TLC con EE.UU. fue lo que aceleró el retiro de Venezuela de la CAN.

Por su parte, el Presidente de Perú, Alan García, en una visita oficial realizada a España, se mostró partidario de que su país negociara un TLC con la UE al margen de la Comunidad Andina. Su argumento es que las negociaciones están "bloqueadas" por desarrollarse "bloque a bloque" e hizo saber su decisión de buscar "otra manera" para que Perú firme el TLC con la UE. Desde entonces dejó claro el interés de su gobierno de negociar directamente, y al margen de la CAN, la firma del TLC con Bruselas.

Al igual que Bolivia, Ecuador ha manifestado su creciente desinterés por la firma de un TLC y prefiere un acuerdo para el desarrollo que haga posible la diversificación productiva y el aumento de su oferta exportable. Bolivia no deja de cuestionar la lógica neoliberal de los TLC y ha lanzado la propuesta de los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP), manifestando su preferencia por las negociaciones en bloque que permitan complementar las limitadas capacidades de negociación que tienen los países andinos.

El acercamiento entre las posiciones de Ecuador y Bolivia -y su coincidencia con Venezuela para impulsar nuevos esquemas de integración alternativos-, preocupa a los gobiernos de Colombia y Perú, toda vez que estos acuerdos deben ser ratificados por los Congresos de cada país. Esta situación tampoco es del agrado de la Comisión Europea, que nunca mostró mayor interés en propiciar una negociación en bloque en la que Ecuador, Bolivia y eventualmente Venezuela pudieran enfrentar una liberalización del comercio y la inversión que luego pretenda imponerse en toda la región.

La apuesta europea al desmembramiento de la CAN

Las contradicciones en torno a los pro y contra del libre comercio y la liberalización de las inversiones son cada vez más tensas. Y los promotores europeos y españoles del TLC se han aprovechado de la débil integración regional para ejercer una fuerte presión y así acelerar las negociaciones. Con esto no han hecho más que terminar de debilitar los procesos de integración tradicional.

En efecto, las negociaciones de los países andinos con la UE para la firma de un TLC se han desarrollado al compás del desmembramiento de la CAN. Colombia y Perú, que son los gobiernos más activos en la negociación, prefieren los mecanismos del mercado a la acción estatal. Pero Bolivia, Ecuador y Venezuela han mostrado crecientes reservas a la hora de seguir negociando un TLC de acuerdo al libreto neoliberal y han dejado clara su preferencia por impulsar el ALBA y los nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña.

De cara a la reformulación de las relaciones entre ambas partes es necesario tener en cuenta estas grandes diferencias. De allí la pertinencia de que España y la UE reconozcan como interlocutor válido en estas negociaciones a los nuevos esquemas de integración latinoamericana y caribeña. Estos procesos, lejos de priorizar la apertura comercial y la liberalización de las inversiones, se basan en principios de solidaridad, cooperación y complementación, como es el caso de la Alternativa Bolivariana para América Latina (ALBA) y los Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP).

El ALBA y las nuevas formas de integración latinoamericana
En América Latina están en marcha procesos de integración con una agenda diferente a la apertura comercial y la liberalización de las inversiones. Son nuevos esquemas de integración que se basan en principios de solidaridad, cooperación, complementación, reciprocidad, equidad y sustentabilidad.

El ALBA expresa el interés de los pueblos latinoamericanos por mejorar su calidad de vida y grado de bienestar. Se diferencia de los TLC ya que estos persiguen la integración comercial, mientras que el ALBA prioriza la integración de los pueblos. En lugar del libre comercio promueve el comercio justo. Mientras los TLC responden a los intereses del capital transnacional impulsando zonas de libre comercio, el ALBA propone una zona libre de desempleo, pobreza y exclusión social.

Por eso los TLC apuestan al desmembramiento de la integración latinoamericana. En cambio, en el ALBA la prioridad es la negociación en bloque y los nuevos espacios de consulta para profundizar el conocimiento mutuo e identificar espacios de interés común que permitan construir alianzas estratégicas y presentar posiciones comunes en los demás foros internacionales./VAR

Recuperar el diálogo político para relanzar las relaciones

Recuperar el diálogo político pasa por reconocer la prioridad que los nuevos gobiernos de izquierda le otorgan a la lucha contra el desempleo, la pobreza y la exclusión social. De cara a la reformulación de las relaciones económicas y comerciales, se impone la necesidad de encontrar nuevas formas de cooperación que permitan armonizar el logro de estos objetivos sociales con los intereses económicos de España y la UE en la Región.

La promesa de superar la visión economicista tiene que estar acompañada de una creciente responsabilidad social. Si España y la UE no actúan conjuntamente con América Latina para impulsar proyectos de comercio e inversión que tengan un importante impacto social y ambiental, los gobiernos progresistas se plantearán la búsqueda de otros socios en China, Rusia, Irán y Japón.

Repensar el Proyecto Integrador Latinoamericano
En las bases indígenas, campesinas, obreras y sociales del continente hay una creciente convicción de que los TLC son la nueva expresión del mismo proyecto geopolítico de dominación que se quiso imponer a través del ALCA. Aunque comiencen por la creación de Zonas de Libre Comercio, su objetivo final es el establecimiento de un orden legal e institucional de carácter supranacional que le permita a las grandes corporaciones transnacionales una total libertad de acción. Los países que suscriben los TLC se ven obligados a convertir en Ley tales arreglos, renunciando así a su derecho de ejecutar políticas públicas para proteger su actividad productiva endógena.

Justamente, este desmembramiento y crisis del proyecto integrador regional es lo que impone la necesidad de impulsar formar alternativas de integración. El desafío es evitar la dispersión en las posiciones nacionales, impidiendo que las naciones hermanas se desgajen y sean absorbidas por los TLC.

La comprensión de esta nueva realidad es lo que en gran medida contribuirá a reactivar el papel de “puente” entre América Latina y Europa, el cual, hasta no hace mucho tiempo se le reconoció ampliamente a España en la Región.

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Víctor Álvarez R.
Economista, egresado de la Universidad de La Habana (1985). Master en Planificación del Desarrollo, CENDES-Universidad Central de Venezuela / UCV (1988). Postgrado en Gerencia Pública, IVEPLAN (1991). Postgrado en Gerencia de la Ciencia y la Tecnología (1993), Universidad CARLOS III, Madrid. Se ha desempeñado como Ministro de Industrias Básicas y Minería; Presidente de la CVG; Director de PDVSA; Presidente del Banco de Comercio Exterior; Viceministro de Industrias; Presidente del Fondo de Reconversión Industrial; Gerente General de Políticas y Estrategias del CONICIT. Ha sido profesor de Desarrollo Económico en la UCV; de Entorno Económico en IVEPLAN; y, de Teoría y Análisis de Sistemas de Innovación en el postgrado de Ciencias Administrativas de la UCV. Actualmente es el coordinador del programa de investigación sobre el nuevo modelo productivo venezolano que se desarrolla en el Centro Internacional Miranda.

http://victoralvarezrodriguez.blogspot.com
Twitter: @victoralvarezr

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