Perú: Lori Berenson y el sentido de la justicia aprista


Dante Castro / Mariátegui
Fotos: AFP / Reuters
28/08/10


Nuevamente los guardianes de la ley y el orden se ceban en el dolor humano, auxiliados por sus solícitos epígonos de la prensa. Querían montar un espectáculo para las tribunas; querían demostrar el sacrosanto principio de autoridad; querían satisfacer la sed de venganza de algunos. Pero lo que hicieron fue el más grande papelón ante la prensa internacional, dejando por los suelos el prestigio del “estado de derecho” en el Perú. Lori Berenson vuelve a la cárcel por un tecnicismo legal, totalmente ridículo, como es la consignación del domicilio, ese que todos conocían y que hizo noticia cuando los “buenos vecinos” de Miraflores rechazaban su presencia.

No se trata de desgarrarnos las vestiduras por una norteamericana vinculada al terrorismo. No se trata de una queja lastimera por alguien que se supone culpable y que la blandura de los tribunales dejó en libertad. Se trata del irrespeto por las decisiones judiciales, resultado del debido proceso. Hemos visto atónitos cómo se revoca una orden de semilibertad para beneplácito de los sectores más reaccionarios y retrógrados del Poder Ejecutivo. Se trata de la escasa o nula independencia del Poder Judicial.

Pero además de violar las garantías de la cosa juzgada, se ensañan con la sentenciada y con su hijo. Los medios de prensa han heredado del periodo fujimontesinista una forma de actuar como si el linchamiento periodístico fuese una herramienta más al servicio de la autoridad represiva del Estado. Ese cargamontón propio de escuadrones de camisas negras que cercan al entrevistado para cortarle el paso, hacerlo tropezar, desesperarlo y acosarlo sin ninguna consideración, pretende ser la expresión del rechazo de los “buenos ciudadanos” a todo aquel que consideran peligroso para el sistema democrático.

Lo vimos hace poco cuando Pizango retornó al Perú. Lo vimos cuando Ollanta Humala trataba de llegar al lugar de polémica con Alan García, el 2006. Lo vimos y sufrimos también cuando al término del megajuicio contra el MRTA, afuera de la Base Naval del Callao, los reporteros se abalanzaban sobre los familiares, cegándolos con los reflectores, metiéndoles las cámaras y grabadoras delante de sus rostros, acribillándolos a preguntas e impidiéndoles la libre circulación. Cualquier resistencia a esta multitudinaria agresión es interpretada como “un ataque a la prensa”. Eso mismo han hecho con Lori Berenson. Y el Mundo así lo ha visto.


Dicen que no hay que hacer “ninguna concesión al terrorismo que ha causado 69 mil víctimas en el país”. Y eso suena a chicle mascado o a lugar común; es el estribillo repetido por autómatas que no diferencian las víctimas causadas por los grupos subversivos de las que causó el terrorismo de Estado. El teniente Telmo Hurtado, asesino de niños y ancianos en Accomarca, cuando llegó extraditado, no fue linchado por la prensa ni repudiado por los falaces intérpretes de la opinión pública. Ni qué decir que quienes nos gobiernan, García y Giampietri, son culpables de la matanza más grande de presos políticos en América Latina.

Para los ladrones de cuello blanco, está el paraíso carcelario de San Jorge. Para los terroristas de Estado, la impunidad. Para los corruptos y genocidas, la reelección. Los ex paramilitares del Comando Rodrigo Franco trabajan hoy en puestos de gobierno, algunos forman parte de la planilla del Congreso y se jubilarán con la ley 20530. Para Lori Berenson, acusada de colaboración con el terrorismo, sabiendo que ella no mató ni puso bombas, se aplica todo lo contrario.

No es extraño que el nacionalismo burgués, ése que acogió militantes como Mekler y Torres Caro, y que se pinta alternativo al capitalismo salvaje, se sume a la gritería histérica de la burguesía. Ya el diario nacionalista -que sólo los tontos creen de izquierda- denunció que había manejos turbios debajo de la mesa entre García y Obama para liberar a Berenson. (¡Gracias don César!) Pero recordemos que Ollanta Humala, en la polémica del 2006, acordó con Alan García no tocar el tema de los derechos humanos. Él mismo se manifestó a favor del cese de juicios a los militares que combatieron a la subversión. Y él, como su alfil Abugattás, se manifestaron en contra de la semilibertad a Lori Berenson en mayo de 2010. Ahora Pedro Santos, congresista nacionalista, dice que "el Poder Judicial está actuando como debe ser. Estamos actuando sin presión de organismos internacionales. Eso es lo más rescatable". http://www.rpp.com.pe/2010-08-18-nacionalistas-respaldan-revocatoria-de-libertad-condicional-de-berenson-noticia_288737.html
Muy poco se puede esperar de quien tiene un hermano abandonado a su suerte tras las rejas por haber cometido delito de rebelión.

La peligrosidad de Lori Berenson o el riesgo de reincidencia sólo pueden ocurrírsele a un ignorante. El MRTA dejó de existir y no hay una situación política favorable al reinicio de la lucha armada. Los expresos del MRTA se han reincorporado a la sociedad y tratan de hacer política por medios democráticos. A ninguno de los excarcelados tupacamaristas le ha tocado padecer un calvario como el de Lori Berenson. Entonces debemos suponer que detrás de toda esta fanfarria hay otras razones que nadie del gobierno se atreve a confesar. Se trataría de un caso ejemplar que reúne las condiciones necesarias para la propaganda global, demostrando “inflexibilidad” ante interferencias extranjeras y la posible renuncia a pactos, acuerdos y convenios internacionales en materia de derechos humanos. Están de por medio las indemnizaciones a los procesados y condenados por terrorismo mediante tribunales militares, durante la dictadura de Fujimori- Montesinos, a quienes se les negaron las garantías del debido proceso.

Tienen en sus manos una víctima cinematográfica para armar el circo romano: es mujer y es extranjera. Sobre la valentía de Alan García con las mujeres extranjeras, buen testimonio puede otorgar su propia esposa Pilar Nores, quien ha escogido ser prudente. Valiente sujeto el que nos gobierna. Muy valiente contra mujeres desvalidas, contra presos rendidos (1986) y contra niños comuneros indefensos.

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