Perú: El teatro de las derechas


Carlos Reyna / Mariátegui
31/12/10


No les podemos pedir mucho, pero hay temas mínimos en los que algún partido de derecha debería despertar algo de credibilidad. Por ejemplo, una mejor democracia, menos corrupción y menos inseguridad. Son asuntos que tienen que ver incluso con la sobrevivencia de una sociedad.

Pero, sobre esos temas mínimos, qué creíble puede ser Keiko Fujimori, rodeada de los mismos personajes, civiles o militares en retiro, que se sirvieron del gobierno de su padre, uno de los mas turbios en la historia de AL. Ella misma sigue siendo una discreta panegirista del golpe de 1992.

O don Luis Castañeda, mudo deudor de mil explicaciones sobre su gestión en la Municipalidad de Lima, mecedor del Congreso, que ahora tiene a su lado al inefable José Vega de UPP, presidente de la Comisión de Fiscalización, para comprar su silencio.

Y qué podría decir Mercedes Aráoz, para quien un TLC bien vale cholear al Congreso y confrontar con los indígenas, y en cuya corte figurarán rostros que evocan petroaudios, baguazos, negociados de terrenos y obras públicas, indultos de escándalo, amén de arreglos con mafias seudosindicales.

Qué podrá decir de autoridad democrática don PPK, que no necesita tener partido pues el suyo es el de las finanzas y las empresas de energía y en su angurria enroló al partido de los potoaudios y a un general tan jocoso como envuelto en gasolinazos y otras perlas.

Y qué dirá don Alejandro Toledo, si su mayor crédito en materia ética es que en su gobierno solo hubo corrupción piraña y, en materia de democratización, en su pasada gestión, el cruel arequipazo reluce tanto como su transa con los dueños de los canales y los mandos militares y policiales.

Así, con mucho más de farsa que convicción, los partidos de derecha reestrenan su teatro de cada cinco años. Usan a los barrios populares como escenografía. Danzan bailes que no saben, comen lo que sea. Reparten polos y comida a niños y mujeres. Graban spots llenos de colores. Prometen que, esta vez sí, acabarán con la gris pobreza.

Este teatro farsesco tiene guionistas modernos, asesores bien pagados que incluyen la siembra del temor al cambio entre la gente sencilla. Con frecuencia funciona, logrando que los electores voten por el tramposo conocido, por miedo y sin esperanza.

Comentarios