Bolivia: El hierro que aún no se explota


Antonio Peredo Leigue / Mariátegui
18/03/11


Ya son casi cuatro años que se firmó contrato con la empresa hindú Jindal Steel Bolivia S.A. No obstante, los avances son tan pequeños, que podríamos ponerlos en cero. Dos excavadoras medianas y una trituradora, son toda la estructura que puede verse en el cerro. La empresa sigue dilatando la inversión, aduciendo que no se le entrega todo el terreno acordado. La Empresa Siderúrgica del Mutún (ESM), que es la contraparte boliviana, tampoco hace mucho por propiciar avances. Es más: teniendo a su cargo la mitad del cerro que está fuera del contrato con Jindal, poco o nada se ha hecho para activar la explotación de esa riqueza.

El Cerro del Mutún es nada más que la elevación de una larga serranía de la misma estructura geológica con igual contenido ferroso. Solamente el cerro contiene mucho más de 150 mil millones de hierro; tanto es así, que buena parte del mineral está en la superficie. Desde hace 50 años, sabíamos de esa riqueza, aunque no teníamos un cálculo de su extraordinaria dimensión. Sin embargo, sólo en 2005 se activó la licitación para explotarlo. Lamentablemente, aunque hace ya mucho tiempo que se adjudicó, no hay progreso.

Recordemos algunos datos conocidos, para entender el entrampamiento en que estamos. Alrededor de marzo o abril de 2005, la empresa Jindal hizo la primera oferta para explotar ese mineral. El presidente Carlos Mesa recibió la visita del embajador concurrente de la India, con sede en Lima, Perú. El diplomático hizo la oferta para una adjudicación directa, sin conocer que las leyes bolivianas exigen que se haga una licitación pública internacional y que, el contrato, debe ser aprobado por el Congreso Nacional.

Jindal persistía en su intención, pero la situación política era tensa. En junio renunció Mesa y asumió el mando Eduardo Rodríguez Veltzé, para convocar a elecciones presidenciales. En ese corto período, entre junio y diciembre de 2005, se lanzó la licitación y corrieron los plazos. Éstos se cumplieron pasadas las elecciones que ganó ampliamente el presidente Evo Morales.

Después de asumir el mando, el presidente se enfrentó a un problema grave: la empresa brasileña EBX explotaba ilegalmente el mineral de superficie en el Mutún; unas decenas de obreros nacionales trabajan para aquélla. Con ó sin licitación, no podía aceptarse que continúe esa actividad ilegal; se la prohibió de inmediato y la empresa fue expulsada. El Comité Cívico pro Santa Cruz que, desde el primer momento, sintió como propia la derrota electoral de los partidos tradicionales, agitó el avispero incitando a los comités cívicos de Puerto Suárez y Puerto Quijarro a declarar un paro reclamando el retorno de la empresa ilegal. La autoridad moral del gobierno impidió que se consumase ese atropello pero, al mismo tiempo, quedó establecido el compromiso de firmar contrato con la empresa que ganase la licitación. Todos sabíamos que esa empresa era Jindal, por muchas razones.

Así se procedió aunque, por supuesto, las autoridades exigieron que la empresa cumpliese con las especificaciones y, sobre todo, con las normas nacionales. Hubo un largo proceso de marchas y contramarchas que arribaron a la firma del acuerdo recién en julio de 2007. Pero ese fue solamente un primer paso. Está muy lejos el punto que podría considerarse como el inicio de la industria siderúrgica en Bolivia.

La empresa aduce que no se cumplió con la entrega del terreno en su totalidad, aunque sólo falta una pequeña parte de algo más de una hectárea y también reclama seguridad en la provisión del combustible que requerirá cuando instale la fundición. El hecho demostrado es que, la empresa, no cumplió sus compromisos, razón por la cual, el Estado boliviano, cobró las boletas de garantía. Jindal sigue allí y ha repuesto las boletas. Reclama, ahora, que la contraparte nacional cumpla su compromiso. Lo que falta es completar el terreno pues el gas será necesario más adelante.

Toda esta historia debiera tener un remate y no lo encontramos. ¿Por qué no estamos fundiendo hierro?, ¿por qué no avanzan las obras? En primer lugar, hay que reconocer el mal inicio de este proceso. No es culpa de la empresa, sino de la forma en que fue lanzada la licitación. Después, hubo intentos de manejar el tema en función de intereses mezquinos, por lo que nuestro gobierno se vio obligado a firmar un convenio que, a todas luces, mostraba graves deficiencias. Y así, podemos culpar a muchos, pero también es cierto que, una acción decidida de nuestra parte, obligaría a cumplir los compromisos.

Tal como están las cosas, hay que trabajar seriamente en la parte que reservó el Estado boliviano. Si la ESM busca un acuerdo internacional, siguiendo las normas que, esta vez, deben ser claras y muy bien definidas; si la ESM acomete el trabajo con decisión, Jindal tendrá que actuar rápidamente pues, de lo contrario, perderá la gran posibilidad de ser la productora de hierro en condiciones favorables. De lo contrario, las cosas seguirán como hasta ahora, sujetas al capricho de éste o aquel, cualquiera que fuese.

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