La rebelión en Libia tiene muchos rasgos surrealistas


Andrei Fediáshin / Mariátegui
18/03/11


El régimen de Muamar Gadafi sobrevivió más de cuatro semanas de la rebelión libia, y, seguramente, se mantendrá otras semanas más.

Toda la semana pasada, la OTAN, Unión Europea (UE), Washington, sus aliados (Moscú incluido) y países árabes estuvieron discutiendo qué medidas aplicar a Libia y cómo hacer retirarse a su dirigente, pero no llegaron a ninguna decisión.

Mientras tanto, el coronel ya está declarado fuera de la ley: el pasado 2 de marzo a la Corte Penal Internacional (CPI) le fue encomendada la tarea de abrir la investigación contra Gadafi, sus hijos y su entorno más cercano, por presuntos crímenes de lesa humanidad. Tanto cometidos ya como futuros. Parece algo absurdo desde el punto de vista del derecho internacional, pero la tarea fue formulada así.

Por ahora la OTAN tiene buques de combate muy cerca de las orillas de Libia para asegurar el embargo sobre los suministros de armamentos. La UE, a su vez, tras la cumbre celebrada el 11 de marzo, además de exhortar a Gadafi a que se fuera tomó la decisión de restringir las sanciones y no tener con él ningunos asuntos, negociando sólo con los líderes de los insurgentes (pero sin reconocerles oficialmente), encabezados por el ministro de Justicia de Libia, Mustafa Abdel Jalil, presidente del Consejo Nacional que cumple funciones de Gobierno provisional en Bengasi.

Esta semana casi cada día van a celebrarse consultas entre la UE, los países árabes, la OTAN y Washington, para repasar lo dicho en conferencias sobre la rebelión en Libia en Bruselas, el Cairo, la ONU y Riad.
La secretaria general de EEUU Hillary Clinton sostuvo reuniones en Washington con los emisarios de la oposición libia y visitó África del Norte a principios de la semana. Pero mientras que estén celebrándose todas estas actividades, nada impide que Gadafi siga combatiendo los focos de oposición en el este y en el sur.

Errores y posibles consecuencias

El error más grave que pueda ser cometido respecto a un dictador es el de desaprovechar la oportunidad de derrumbarle a tiempo. O ayudar a alguien a hacerlo. Si se pierde esta oportunidad, será un serio dolor de cabeza para muchos y el problema bajo el nombre de Muamar Gadafi parece entrar en esta fase preocupante.

La rebelión libia, sin contar con algún apoyo de verdad, no logró obtener la escala de una revolución nacional, como en Egipto y Túnez, que habría puesto fin al régimen existente. Y las rebeliones y revoluciones que no hayan llegado al fin lógico suelen generar la inestabilidad, incertidumbre, dualidad de poderes (o anarquía), escisiones, guerras civiles y otras calamidades semejantes. Incluso para los vecinos. Para Europa, en este caso, en particular.

La rebelión de Libia está rodeada de detalles poco comprensibles, paradójicas e incluso surrealistas. Todo lo que ocurre en la periferia de la sublevación podría considerarse un acto grotesco si no fuera por la sangre real que se vierte en el epicentro. Y si no fuera por la oposición que ya se siente condenada.

Parece increíble pero es verdad. Europa se ve obligada a persuadir EEUU hacer casi lo mismo que convencía hacer Washington a sus aliados europeos respecto a Kosovo y Yugoslavia en 1999: introducir la zona de exclusión aérea sobre Libia, destruir el escudo antimisiles, y armar a los sublevados. O a la oposición. Pero entonces, a fines de los 90, el problema kosovar estaba lejos de amenazar con consecuencias tan graves como las de la inestabilidad libia e interrupción de suministros de petróleo.

Francia, Gran Bretaña e Italia fueron los primeros en exigir un bloqueo aéreo del país de Gadafi y, como propuso el presidente galo Nicolas Sarkozy, asestar golpes puntuales contra Libia. Sarkozy sancionó, además, el reconocimiento del rebelde Gobierno provisional en Bengasi y el intercambio de embajadores, por lo que le censuraron los demás miembros de la UE que están por coordinar cada paso.

Obama presidente no es lo mismo que Obama hombre

En la OTAN tampoco se puede hacer algo sin la aprobación de EEUU. Es un axioma. Mientras tanto, EEUU reflexiona sobre lo que puede pasar tras la salida de Gadafi.
Un detalle curioso: el presidente estadounidense aconsejó irse al ex presidente egipcio Hosni Mubarak, un aliado fiel de Washington, de manera mucho más activa y abierta, que sus actuales declaraciones contra Gadafi, enemigo jurado de EEUU.

Es que Obama presidente, el ganador del Premio Nobel de la Paz, y Obama hombre con el cual simpatiza toda la población árabe por su raza, son dos personas diferentes. Los árabes esperan de Obama hombre que haga algo imposible para el presidente. Tanto más que Obama presidente está centrado ahora en otros problemas, en la región del Golfo Pérsico.

Los principales aliados y suministradores de petróleo de EEUU, la Arabia Saudita y otras monarquías petroleras no quieren que su población vea posibilidades de obtener ayuda desde fuera, basándose en el ejemplo de Libia. Nadie defiende a Gadafi, pero todos temen que la posible dimisión de Gadafi pueda afectar a ellos mismos también.

Los países árabes del Golfo Pérsico ya han adoptado una declaración especial que reconoce que el régimen de Muamar Gadafi está fuera de la ley, y el único poder legal lo sustenta el Consejo Nacional. Incluso están por introducir la zona de exclusión sobre Libia pero se pronuncian contra la intervención extranjera. Creen que sería un precedente peligroso para ellos. Es que en la esfera de política es mucho más importante y razonable ser pragmático que experimentar con democracia, igualdad y expectativas del pueblo.

Hay que tener en cuenta que Libia nunca ha ido un serio socio de EEUU ni su suministrador grande de petróleo. Sí que le molesta, pero no es para tanto.

Pero la posición de Europa es diferente. Italia, España, Austria dependen, en parte, del petróleo y gas de Libia. Además, temen que de seguir esta incertidumbre, habrá una nueva ola de inmigración ilegal africana. El sur de Italia ya está en el pánico: cada semana vienen aquí lanchas con refugiados de Túnez y Libia. Los italianos afirman que si ahora mismo no se toman medidas oportunas, habrá una ola de 300 miles de personas que cubrirá todos los países de la UE. Alemania, Suecia, Dinamarca y Holanda, que están ahora contra la intervención militar, se verán muy afectadas por ello también.

Las convulsiones árabes deben terminar en algún punto geográfico. Tal vez, este punto sea Libia. Pero todavía no está claro cuándo ni cuánta más sangre habrá.

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