Perú: Aborta grosera provocación contra Cuba


Gustavo Espinoza M. / Mariátegui
14/03/11


Hace algunos días se supo en Lima del caso de una mujer peruana detenida el 21 de enero pasado en el aeropuerto de La Habana. ¿Su nombre? Cleida Quevedo Malmaceda, de 35 años, quien fue presentada por la televisión de nuestro país como víctima de un abuso por parte de las autoridades cubanas.

La denuncia hecha a mediados de febrero por el canal 9 de la Televisión y alguna prensa escrita sirvió para que se hiciera sombra en torno a diversos temas: atropellos policiales, cárceles cubanas, presuntos apremios a los que ella fuera sometida; y otros, vinculados a los derechos humanos.

La familia de la afectada por esta acción fue ciertamente la primera en tomar la iniciativa. Promovió pronunciamientos, protestas de diverso tipo y, en el extremo, pretendió hacer una “demostración pública” ante la sede de la representación diplomática cubana en Lima el jueves de la semana pasada.

Hoy puede decirse que la grosera provocación anti cubana ha caído por los suelos. Incluso los conductores del noticiero del 9 que hicieron originalmente la denuncia, tuvieron -la noche de ayer- que recular espectacularmente abriendo un resquicio claro a la información verdadera de los hechos.

La ciudadana peruana fue intervenida por las autoridades migratorias cubanas al arribar al aeropuerto José Martí portando dinero por valor de 90 mil dólares en distintas monedas y billetes. Ella no declaró la suma en cuestión, como lo habría hecho cualquier persona que llegara portando una cantidad de dinero a cualquier aeropuerto del mundo.

Todos saben que los formularios que se presentan en los controles migratorios se llenan libre y espontáneamente antes de ser mostrados al control pertinente. Nadie podría, entonces impedir a un viajero hacer una declaración respecto a lo que pretende introducir en el país que visita. Y eso, ciertamente, no habría podido ocurrir en este caso.

Hoy se conoce -por la propia versión televisada- que la ciudadana cubana hizo múltiples viajes entre Lima, Panamá y La Habana , a más de numerosos otros destinos. En todos estos viajes -como lo admitió la intervenida- llevaba importantes sumas de dinero en moneda extranjera, que hizo ingresar ilegalmente. Tanto fue el agua al cántaro, que finalmente rebalsó. En esta ocasión, fue detectada e intervenida.

También se sabe que la hermana de Cledia –llamada Gisella- hizo un número similar de viajes con el mismo propósito. No tuvo, sin embargo, problema alguno con las autoridades migratorias cubanas, que probablemente no se percataron del hecho. Ella –dijo- lo hacia apenas para “ganarse un dinerito”.

Pero tanto Cledia como Gisella Quevedo y sus hermanos -algunos también viajaron antes a Cuba- tienen Casas de Cambio en el populoso Jirón Ocoña en Lima y hacen significativos negocios en materia de divisas. ¿Qué podría sorprender que ahora la señora Cledia sea detenida? Debiera sorprender más bien que eso no hubiese ocurrido antes, dado que nuestra compatriota estaba jugando con fuego, haciendo uso de una práctica penada con cárcel en, virtualmente, todos los países.

Introducir divisas ilegalmente en Cuba constituye un delito. Quien lo comete, con seguridad, lo sabe. Sobre todo si ha visitado varias veces ese país y, más aún, si está ligado familiarmente a ciudadanos cubanos, como es el caso.

Probablemente porque así lo han entendido, ni los diplomáticos peruanos acreditados en La Habana , ni la Cancillería de nuestro país, ha amparado a la señora Quevedo. Ellos han recibido la versión de los hechos y han reconocido que el tema es materia de investigación judicial en Cuba. Y han asegurado, adicionalmente, que la peruana no tendrá ninguna alternativa que no sea ajustarse a la ley.

Por eso la hermana de la intervenida, la señora Gissella Quevedo, desde Lima, lo que ha hecho es más bien despotricar de las autoridades peruanas, de los funcionarios de la embajada del Perú en Cuba, y de los encargados del tema en el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país. Y, por supuesto, ha insistido ante su hermana detenida para que ella se queje y denuncie supuestos malos tratos en el Centro Penitenciario de Mujeres en el que se encuentra detenida.

Curiosamente Cledia -la privada de su libertad- ha tenido la posibilidad de sostener varias conversaciones telefónicas con su familia desde la prisión cubana. Obviamente, si estuviera incomunicada, privada de derechos elementales, o “torturada” como asevera su hermana; no habría podido hacer uso de esos “derechos”.

Hay que considerar que, incluso, los padres de los jóvenes que actualmente estudian medicina humana en Cuba haciendo uso de becas concedidas por el gobierno de ese país, tienen dificultades para conectarse vía telefónica con sus hijos; lo que debe atribuirse no a restricciones arbitrariamente dictadas por las autoridades de la isla, sino por el brutal y despiadado bloqueo imperialista impuesto contra Cuba desde hace más de cincuenta años.

No hay lugar, entonces, para que se arguya de “malos tratos”. Y, menos, de “torturas”, en un país en el que está absolutamente proscrita la tortura como método de “interrogatorio”, común en países como el nuestro.

La señora -ó señorita- Quevedo Malmaceda tendrá que responder por delitos de orden financiero del mismo modo como, por ejemplo, debió responder no hace un conocido alcalde distrital peruano detenido infragante con una gruesa suma de dinero en Panamá. En torno al tema, no hay vuelta de hoja. (fin)


*Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
http://nuestrabandera.lamula.pe

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