Perú 2011: Segunda vuelta entre dos Republicas, el cambio con el Acuerdo Progresista Integrador


Manuel Dammert Ego Aguirre / Mariátegui
24/04/11


El Perú esta en un momento cumbre de la pugna que lo atraviesa desde 1992, tras la imposición de la autocracia fujimorista, de su derrumbe el 2000 por la lucha ciudadana de los movimientos sociales, y de los intentos fallidos entre 2001 y 2011 por reorganizar la vida democrática nacional bajo elites lobbystas mercantilistas.

Estamos en el momento de la primacía de lo político, de la soberanía de los ciudadanos, para transformar la forma de organizar la esfera publica de los asuntos comunes. La comunidad nacional que se afirma en su soberanía, requiere de Republica. Es urgente y definitivo superar el Estado mafioso autocrático del fujimorismo, caracterizado por la desigualdad, la exclusión y el despotismo. Requerimos afirmar el régimen democrático participativo de resolución de los asuntos comunes a todos, donde exista la igualdad, prime la justicia y gobierne la libertad. Esta es la disyuntiva que expresa el dilema político actual de una singular segunda vuelta electoral de la elección presidencial, entre Ollanta Humala con Gana Perú enfrentando a Keiko Fujimori, heredera del Fujimorismo. La pugna entre las Dos Republicas se resolverá en torno al Acuerdo Progresista Integrador, que convocando a las fuerzas patrióticas, logre concertar Gana Perú con Ollanta Humala.

Hemos llegado a este momento cumbre, a este parteaguas en la vida nacional, con la paradoja que la primacía de lo político se expresa en medio de un Estado secuestrado por el lobbysmo desnacionalizador, de la crisis del sistema de partidos y de la persistencia del pueblo para cambios del neoliberalismo.

La comunidad nacional se afirma y conquista más derechos, afirmando los diversos sectores del pueblo soberano, de la creciente sociedad de ciudadanos. Pero la nación no puede ejercerlos y hacerlos instrumentos del desarrollo integrador, pues el país crece en una prosperidad falaz, entrampado primario exportador, con lluvias para arriba, haciendo mas ricos a los ricos, y mas precarios y desiguales al resto. El Estado esta secuestrado por una elite lobbysta parasitaria y amenazado por el narcotráfico. Los lobbystas viven de la intermediación de la subasta de la patria, y han reclutado el pánico racista de algunos sectores de clase media, deslumbrados por el destello fosforescente de perder lo que creen tener y una nacionalidad dispuesta a trocar. El secuestro total del Estado, con la fantasía de imponer un “régimen corporativo empresarial”, que prescinda de la comunidad política, para el festín de los negocios privados, los hace descubrirse en el espejo como el peor de los rostros de las autocracias antinacionales del lobbysmo parasitario. Al mismo tiempo, el narcotráfico impune crece y adquiere patrimonios y cabeceras de control en el propio Estado.
La persistencia de la mayoría nacional exige cambio del modelo neoliberal desnacionalizador. El vasto y plural movimiento popular se repolitiza, incorporándose en nuevas modalidades ciudadanas a la lucha política nacional. Esta es la expresión rotunda de las votaciones nacionales del 2001, 2006 y ahora 2011. Hace patente que en el sufragio esta la revolución de soberanía que crece reclamando la gran transformación, que afirme democráticamente la nación. Paradójicamente, al mismo tiempo, asistimos a la crisis terminal del sistema de partidos post-oligárquico, formado de 1980 a la fecha, crisis que afecta a todo el espectro político.

La derecha asiste al fin de un ciclo, y abre uno de incógnitas alucinadas. La derecha con el PPC ha fenecido entre los destellos del ciudadano norteamericano PPK. El APRA con García se ha corrido a la extrema derecha, para su liquidación, anunciándose que AGP hará su propio partido, cuasi monárquico. El Fujimorismo autocrático mafioso, mantiene su clientela, y con su base popular y proyecto autocrático busca ser el eje troncal de la extrema derecha que trata de reagrupar. El centro derecha liberal no ha enfrentado ni resuelto su propuesta en la pugna entre las dos Republicas, y se ha mostrado sin base social, con figuras intercambiables, sin propuesta de renovación política de la nación y sin modelo de desarrollo integrador, subordinados al lobbysmo del modelo neoliberal primario exportador. Toledo y Castañeda, insuflados por las encuestas rápidamente se han encontrado con su propia limitación, y los limites de agrupamientos como el formado por Perú Posible.

El Bloque Nacional Popular, en el centro izquierda y las izquierdas, se ha revitalizado y reposicionado, colocándose en el eje de la resolución de la pugna entre las dos republicas. Pero su institucionalidad es débil y limitada. Las izquierdas fueron carcomidas por el sectarismo y el dogmatismo; y el centro izquierda deambula entre la tecnocracia y el encapsulamiento de aislados colectivos ciudadanos temáticos. El Partido Nacionalista ha logrado redefinirse y agrupar un amplio movimiento popular con Gana Perú, convocando una adhesión rotunda de más de un tercio del país. Pero existe una aguda distancia entre el inmenso respaldo y la debilidad política institucional Esta diferencia se hace mas grave ante la envergadura de las tareas que tiene con la oportunidad y obligación de liderar la transformación de la nación.

Estamos en la posibilidad de abrir una ruta para que el pueblo soberano conquiste la Republica de Ciudadanos, con igualdad, justicia y libertad, afirmando la nación, y derrote a las amenazas de la republica autocrática, lobbysta y mafiosa. Para esto es necesario el acuerdo político de la nación, sobre base progresistas integradoras. Será posible uniendo desde el bloque nacional popular, de centro izquierda e izquierda, a las fuerzas del centro derecha liberal, y disputando incluso la base popular y de clases medias confundidas por la derecha neoliberal, autocrática y lobbysta. El Compromiso con el Perú, suscrito por Humala y el Plan de Gobierno de Gana Perú, son la base para lograr este Acuerdo Progresista Integrador. Es la ahora de abrir este curso. De hacerlo por el Perú.

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