Bolivia: Las contradicciones de un proceso de cambio


Julián Bokser e Irene / Mariátegui
05/10/11


El conflicto suscitado alrededor de la construcción de la carretera que atravesaría el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure) condensa sin duda un conjunto de contradicciones propias de este proceso de cambio, proceso que conjuga una pluralidad y una diversidad de actores que no tienen siempre intereses armónicos. Es un momento convulsionado y conflictivo, en el que están empezando a salir a la luz (y por momentos de la peor manera) disputas históricas entre las organizaciones y movimientos que fueron y son la condición de posibilidad de este momento histórico.
Ya en el año 2006 (días gloriosos para el pueblo boliviano), en algunas entrevistas que hicimos se podía vislumbrar que la coexistencia de organizaciones tan diversas no iba a ser sencilla.

Sin duda, el conflicto del TIPNIS va mucho más allá de las posiciones a favor o en contra del trazado de la carretera. No quiere decir esto que no haya que pronunciarse sobre el tema, pero lo cierto es que es solamente la punta de un iceberg: las contradicciones que se están expresando entre diferentes naciones indígenas, al interior del propio gobierno y también al interior de las confederaciones iban a expresarse de uno u otro modo, más tarde o más temprano: lo que esta en juego son las distintas versiones de lo que tiene que ser Bolivia y la capacidad de negociar un proyecto común.

Hay que tener en cuenta entonces las históricas diferencias entre los pueblos indígenas de la Amazonía y el Altiplano. En el Pacto de Unidad no se juntaron el hambre y las ganas de comer: se articularon organizaciones muy distintas que entendieron que era el momento histórico para hacerlo. Desde su fundación, el pacto de unidad cobijaba en su interior conflictos de intereses. No hay garantías de que van a seguir siendo aliados en forma permanente, y mucho menos de que no aparezcan disputas en la convivencia. Los pueblos de tierras altas (quechuas y aymaras) son bien distintos de los pueblos de tierras bajas (guaraníes y otros) en sus tradiciones, su cultura, su forma de habitar el territorio y sus modos de organización.

El planteo de los pueblos de tierras bajas es más complejo que “No tocar la Pachamana”. Para algunos habitantes del TIPNIS, se trata de la reproducción y ampliación de su condición de nación, se trata de la defensa de sus formas de vida. Este es el significado profundo que entraña la búsqueda de conservación de su territorio[1]. El Estado Plurinacional no puede construirse únicamente con lógicas cuantitativas; el desafío es poder dar voz y construir a partir del respeto de todas las naciones y los pueblos indígenas. Sin embargo, cuando los intereses de distintos grupos indígenas entran en pugna, no resulta sencillo conjugar los cálculos cuantitativos con lógicas cualitativas.

El luchador socio-ambiental Chico Mendes planteaba que no había que cuidar los bosques de modo abstracto sino cuidar a los pueblos que viven en los bosques. Habrá que ver entonces cuál es su opinión al respecto, conocerla y respetarla. En el TIPNIS habitan 68 comunidades indígenas, que suman 11mil habitantes. Vale aclarar que hay algunos pueblos que se han pronunciado a favor de la construcción de la carretera. Deberá abrirse un amplio proceso de consulta y discusión en el que están contempladas todas las posiciones.

Por otro lado, habría que diferenciar la marcha indígena que comenzó en Trinidad de los apoyos urbanos a la misma, y por supuesto, del aprovechamiento de la derecha de esta situación. Las clases medias de la Paz defienden fervorosas la Madre Tierra y denuncian el avasallamiento de bosques y animales. Bien lejos de las condiciones de vida de los indígenas es fácil hablar de especies en peligro, siendo que esto no es únicamente lo que está en juego para los pueblos indígenas. Los sectores conservadores se han montado en este conflicto, con discursos que remiten a la Pachamama y a los derechos ancestrales. Sin que esto desmerezca sus reclamos, los indígenas que están marchando se han transformado en el instrumento privilegiado que por estos días usa la derecha para atacar al gobierno.

Los medios de comunicación y algunos sectores en las manifestaciones urbanas también han querido construir un discurso que tiende a idealizar a algunos pueblos indígenas y a demonizar a otros. ¿Acaso los pueblos de tierras altas no son también sectores populares? ¿Acaso no pueden tener también reivindicaciones genuinas? ¿Acaso no han sido protagonistas del proceso de cambio?[2] ¿Cómo se abordará la resolución de futuros conflictos? ¿Cómo se conjugarán los por momentos antagónicos intereses de los diversos movimientos sociales?

¿Qué el gobierno cometió errores? Claro que si ¿Qué algunos de ellos son graves e injustificables, como la violenta intervención policial a la marcha? Más aún. Las torpezas del gobierno en el manejo del conflicto, las agresiones, la descalificación a los marchistas, la ausencia de voluntad real de diálogo[3] y la presencia permitida y sostenida por el oficialismo de campesinos obstruyendo la marcha (alentando así la confrontación), llevaron la situación a la repudiable intervención del domingo, que sin duda significó un punto de inflexión en la historia de este proceso.

El presidente salió rápidamente a disculparse y suspendió la construcción de la carretera hasta que se efectivice el proceso de consulta, aún en discusión. Además puso en marcha una investigación para dar con los culpables, pero sin asumir totalmente la responsabilidad política del doloroso hecho. Los medios de comunicación hegemónicos, que han dado cobertura como nunca antes a una marcha indígena, inventaron que hubo muertos, y durante 24 horas el país fue un hervidero. Tardíamente, salieron a desmentir esta información pero una vez que el rumor está andando es mucho más difícil desactivarlo.

Aún cuando no puedan compararse los errores cometidos con las atrocidades perpetradas por la derecha de este país (seguramente una de las más avanzadas en denigrar y degradar a la sectores indígenas y populares) es necesario ser profundamente autocríticos. Las manifestaciones que por estos días recorren al país son un llamado de atención para el gobierno, que debe corregir sus errores y dejar de lado la soberbia que por momentos lo atraviesa. Porque también hay que decirlo, al interior del gobierno hay sectores de la derecha que se han disfrazado y algunos espacios de decisión han quedado en manos de una élite tecnocrática[4].

Esta clase de conflictos ponen en evidencia la necesidad de profundizar y ampliar los espacios de participación y de construcción colectiva de las decisiones y de la definición de las estrategias políticas, alejando definitivamente lógicas autoritarias de ejercicio del poder. Por otra parte, habrá que encontrar el equilibrio entre el respeto a la naturaleza, los derechos de los pueblos indígenas y la necesidad de obtener los recursos necesarios para mejorar la calidad de vida del pueblo boliviano y muy especialmente de aquellas poblaciones que no acceden a ningún sistema de salud y educación, ni los estatales ni los tradicionales, destruidos en muchos casos por los mismos que hoy pretenden que nada cambie. Hacia dónde se quiere ir, y quien conduce este proceso, es algo que no esta aún definido en forma contundente. El horizonte debe seguir siendo gobernar obedeciendo al pueblo.

Como decíamos, este conflicto está queriendo ser capitalizado por la derecha, y de algún modo el gobierno se lo ha regalado. Hay muchos intereses alrededor de que este proceso fracase, para poder volver a los anteriores esquemas de dominación. La denuncia sobre el oportunismo de los sectores conservadores fue el principal grito de la masiva marcha de las confederaciones sindicales y campesinas en apoyo a Evo Morales que ayer recorrió La Paz[5]. Pero creemos que además del enfrentamiento con los sectores conservadores, lo que hay de fondo son contradicciones internas, de las que hay que salir con responsabilidad política hacia el camino de transformación que las organizaciones sociales y pueblos indígenas han emprendido. Sin duda la restauración colonial y neoliberal está al acecho y detrás de cuanta “causa indígena” aparezca[6], pero no puede reducirse el conflicto a ello porque se estaría negando el desafío.

¿Pierde el gobierno electoralmente con la ruptura del Pacto de Unidad? Quizás no tanto, porque efectivamente las confederaciones sindicales y campesinas de tierras altas constituyen la mayoría numérica de su base social. Pero sin duda pierde la construcción de la plurinacionalidad, que no es un hecho consumado sino un proyecto en curso, un reto en marcha. El proceso de cambio no es propiedad de una persona o de un gobierno, sino del pueblo, del conjunto de los sectores populares. Sin duda, los debates que se están dando en este momento son discusiones en las que se pone a prueba la capacidad de generar cambios de fondo, y donde queda expuesta la complejidad de la construcción colectiva.

Apostamos a la profundización de un diálogo genuino y a una salida plural y colectiva, con alternativas reales que no debieran reproducir los argumentos y los cálculos del paradigma clásico de desarrollo, pero que a la vez deben indeclinablemente apuntar a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población. Para esto no hay recetas: hay mucho por lo que alegrarse, bastante por corregir y demasiado por construir.

P.D.: estas reflexiones son producto de lo que vemos y leemos estando aquí, de los encuentros con diferentes referentes de organizaciones y funcionarios de distinto rango, de entrevistas en las marchas, y un largo etc. No tienen la pretensión de ser una explicación acabada de lo que está sucediendo, simplemente buscamos compartir nuestras perspectivas, aportar algunas dimensiones de la actual coyuntura, enriquecer y profundizar el debate, a partir de nuestro involucramiento con el destino del proceso boliviano, en el que se juegan, también, parte de las perspectivas populares de toda la región. Agradecemos a Mabel Thwaites Rey por sus lúcidas inquietudes y opiniones y a Diego Bersusky por sus interrogantes que nos ayudan a pensar.

Notas:

[1] En un principio, los marchistas se esforzaron por aclarar que no se oponen a la carretera en si misma, sino a que ésta pase a través de su territorio. Tampoco plantearon una marcha contra el gobierno, sino contra una de sus políticas.
[2] No acordamos con aquellos que sostienen que estas organizaciones han sido cooptadas por el gobierno. Hay una larga historia de lucha común y sin duda el apoyo es genuino. Sin embargo, es cierto que han perdido parte de su autonomía.
[3] Si bien se enviaron a la marcha numerosas comitivas ministeriales, se decía al mismo tiempo que la construcción de la carretera era un hecho, y que no estaba en discusión.
[4] El “gasolinazo” de diciembre de 2010 es muestra de ello.
[5] Algunas organizaciones piden también la renuncia de los ministros que no defienden los intereses populares.
[6] Basta leer los medios de comunicación o escuchar algunos slogans en las marchas paceñas.

http://www.resumenlatinoamericano.org

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