Argentina: Rodolfo Walsh, mucho más que un escritor


Una radiografía de la vida de Rodolfo Walsh. Sus influencias y búsquedas. Su obra y militancia política revolucionaria. Su muerte.

Juan Carrá* / Mariátegui
29/03/12

Neurus camina disfrazado de viejo. Los anteojos gruesos es lo único de su vestimenta que le pertenece. Lo demás, ornamentos que lo camuflan mientras va a una cita de contacto con un compañero. San Juan y Entre Ríos es el punto acordado. Ahí, donde se eleva el viejo edificio del Banco Provincia se verá con un nexo de la organización. Ahí, lo espera un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Ahí lo espera, Alfredo Astiz para tacklearlo y llevarlo cautivo. Pero Neurus, que ya es Rodolfo Walsh, se da cuenta y corre. Se parapeta tras un árbol y disparara con su pistola calibre 22. Los marinos responden. Y cae herido. Era el 25 de marzo de 1977, un par de horas antes, los primeros ejemplares de la Carta Abierta a la Junta Militar caían desde sus manos en un buzón de Plaza Constitución.

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Las bombas caen sobre Plaza de Mayo. La aviación de la Marina descarga metralla y artillería. No importa sobre quienes. Lo único que importa es que caiga el Tirano. Corre 1955 y Rodolfo Walsh –ya escritor de ficciones policiales- es uno de los miembros destacados de la revista Leoplán. Está consternado. No por la irrupción militar que terminó con la democracia. Sino por la muerte de uno de los aviadores que despegaron para acabar con Perón. “2-0-12 No vuelve” se titula el artículo que el entonces nacionalista escribe para homenajear al capitán de corbeta aviador naval Eduardo Estivariz.

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“Hay un fusilado que vive”, le dicen a Walsh en el viejo café de La Plata donde juega al ajedrez. “Hay un fusilado que vive”, escucha y ya no puede dejar de sentir la necesidad de contar esa historia. No había pasado tanto desde aquel junio del 56. De esa noche trágica en la que falló el levantamiento de Valle. De esa noche, estrellada, húmeda de invierno, en la que un basural de José León Suárez pasará a la historia como escenario de fusilamientos clandestinos. No hubo Ley Marcial. Hubo Operación Masacre.

Así nació el periodismo de investigación en la Argentina. También la no-ficción en el mundo. Y un nuevo Walsh. Ese que dejó de mirar a la Libertadora como opción, a pesar de no ser peronista.

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La Revolución Cubana da vuelta la taba en América Latina el 1 de enero de 1959. El periodista Jorge Ricardo Masetti tiene la responsabilidad de crear la agencia de noticias que dé la versión revolucionaria de lo que pasa en el tercer mundo. Y Walsh está en la lista de sus colaboradores. Primero en Río de Janeiro. Muy pronto en La Habana, a cargo de la Secretaría de Servicios Especiales de Prensa Latina (PL). Walsh troca su nacionalismo por antiimperialismo de la mano del Che. Y se convierte en una pieza central de PL. Obsesivo hasta el cansancio, sacó del tarro de basura un bollo de papeles de una teletipo “descompuesta”. Días de trabajo le lleva, inclinado sobre el papel. Así descubre los mensajes cifrados desde Guatemala a Estados Unidos que anuncian la invasión a Bahía de los Cochinos.

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El avión sale de La Habana. Walsh vuelve a la Argentina. Pero tiene que hacer escala en España. Ahí en Puerta de Hierro está Perón. Y Walsh no puedo perder la oportunidad de entrevistarlo. El líder de la CGT de los Argentinos coincide con la llegada del escritor. Se conocen y es él quien le presenta al General.

-General, le presento a Rodolfo Walsh­ –dice Ongaro mientras Walsh estira su mano.

-Lo conozco –dice el líder del movimiento de masas más importante de Argentina ­–es el autor de Operación Masacre.

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“Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”. La pluma es Walsh de pura cepa. Su estilo literario, pulcro y preciso se mezcla con las consignas clasistas de la CGT de los Argentinos construyendo una prosa combativa de excelencia. Al frente del semanario de la central obrera, Walsh retoma el periodismo de investigación para esclarecer un nuevo crimen. Esta vez, a manos de la burocracia sindical.

El sol entra por la ventana de su departamento. Hace calor en Buenos Aires, pero a Walsh no le importa. En su casa reproduce la escena del crimen de Rosendo García. Con hilos copia el plano de balística y le da respuesta a la pregunta que todos se hacen: ¿Quién mató a Rosendo?

Walsh desnuda a Augusto Timoteo Vandor. Él es el asesino. Él es el traidor.

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Los 70 lo encuentran a Walsh definido ideológicamente. Ya no es sólo un cronista comprometido. La realidad le pide más y él decide darle su vida. Su amigo, el poeta y periodista Paco Urondo es la puerta de entrada a las Fuerzas Armadas Peronistas. Lejos quedó el Walsh de fines de los 50. El de los 70 pone el cuerpo y la mente en pos del proyecto revolucionario en las filas del peronismo. Allí será una pieza central en el aparato de inteligencia de la FAP y luego de Montoneros. Ahí nacerá Neurus. Y recibirá la primavera camporista. También ahí le caerá la noche de la dictadura. Ahí morirá su hija Victoria. Ahí criticará a la cúpula sin salirse de la organización. Y también creará la Agencia de Noticias Clandestinas (Ancla) y Cadena Informativa. Ahí escribirá la esquela a sus amigos en la que contará todo sobre Vicky; y la Carta Abierta a la Junta, en la que denunciará la verdadera dimensión del genocidio en marcha. Ahí también, se convertirá en uno de los 30 mil desaparecidos.


*Juan Carrá es periodista del diario El Atlántico de Mar del Plata y colaborador de www.cosecharoja.fnpi.org (de la “Fundación Nuevo Periodismo Iberoaméricano”), entre otras publicaciones.


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