
Winston Orrillo / Mariátegui
01/03/12
Al agua
(I)
Es lìquida
la vida:
no lo olvides.
Y suda
la esperanza
cada día.
Y llueve
en el amor
la nervadura
de aquel amanecer
que procreamos.
Marchan los hombres –agua-
y son despiertos:
remáchense a la luz
del alba nuestra.
Y espléndida renazca
la mañana
en cada frutecer
de la sonrisa
que argentada
rescata
la cosecha
del amor
que navega
a rajatabla.
Bandadas
de luceros
ya saludan
al agua
victoriosa
que amanece
en cada corazón
iluminado.
Acampa
así
la vida
y exorciza
a la muerte
metálica
y aviesa.
Fluye la luz
(II)
Fluye la luz
y el lago nos conversa:
humedad de la voz
de la alegría.
Rápido es el torrente
del futuro.
Entierren a sus muertos
los sicarios.
Bebamos el inédito
brebaje
del sembrar
que desarma
a los fenicios.
Manantial del cantar
terruño mío.
Curemos las suturas
del escarnio
que infestaban
tus fuentes
asombradas.
Vivan las gotas
hondas
de la aurora.
Rescatemos
el sol
de los arroyos
y empiecen
las lagunas
su asamblea.
Que la lluvia
prolija
condecore
al hombre
que recobra
sus corrientes.
Edénica
será la vida acicalada
por la lid
que hipnotiza
a las montañas
y a las cuencas
arropa
adamantina.
Winston Orrillo
La Calera. Lima, Febrero 2012
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