Víctor Álvarez R. / Mariátegui
23/06/12
23/06/12
A 20 años de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre de la Tierra 92), del 20 al 22 de junio se realizará una nueva conferencia mundial en Río de Janeiro. Las grandes potencias pretenden imponer en Río+20 un mandato a las Naciones Unidas para desarrollar un marco legal supranacional que permita la mercantilización y privatización de la naturaleza.
¿Qué es la “economía verde”?
Cualquiera puede pensar que la “economía verde” se refiere a la producción agrícola orgánica, energías renovables, tecnologías limpias, etc. Pero resulta que la “economía verde” es un invento de las grandes potencias para superar la actual crisis de la economía capitalista a través de nuevos espacios de acumulación basados en la mercantilización, explotación y privatización de la naturaleza.
Con la “economía verde” se busca cuantificar y valorizar económicamente las distintas funciones de la naturaleza e introducirlas al mercado a través de una serie de mecanismos financieros. Se trata de mercantilizar no solo la base material de la naturaleza sino también los procesos y funciones de la misma, a través del comercio de los servicios de los ecosistemas. Así por ejemplo, en la “economía verde” se podrá no sólo mercantilizar la madera de los árboles sino también la capacidad de absorción de CO2 de los bosques.
Todo esto bajo la figura de servicios ambientales que serían ofrecidos por empresas capitalistas, apoyadas por toda una serie de generosos incentivos fiscales, financieros y de compras gubernamentales que ofrecerán los gobiernos para asumir los costos que deberían ser cargados a las empresas contaminantes.
Lo que se pretende imponer en la Cumbre de Río
Aunque Río+20 debería evaluar y rendir cuentas sobre los objetivos y metas acordados en la Cumbre de 1992, las prioridades en la agenda son la implantación de un nuevo sistema de gobernanza ambiental global que facilite la mercantilización y privatización de la naturaleza, empaquetados en el concepto de “economía verde”.
Las grandes potencias están decididas a imponer en Río+20 un mandato a las Naciones Unidas para empezar a desarrollar un marco legal y regulatorio supranacional, con su respectivo entorno institucional, que cree las bases para un mercado mundial de servicios ambientales.
La amenaza de mercantilizar la naturaleza
El interés de las corporaciones transnacionales es desarrollar nuevos mercados para la venta de servicios ambientales, los cuales tienen su antecedente en los mercados de carbono que surgieron a raíz del Protocolo de Kioto, el cual fijó sanciones a los principales contaminadores para obligarlos a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Como se sabe, para mitigar el impacto en los costos y su inevitable repercusión en las ganancias empresariales, se creó el crédito del carbono. Una tonelada de CO2 equivale a un crédito de carbono. A través de este servicio, las potencias que sobrepasan el límite de contaminación permitida, para evitar la sanción pueden comprar el crédito de los países pobres que tienen una emisión por debajo del límite.
Las potencias contaminadoras pueden adquirir ese margen para emitir o compensar una cantidad equivalente de gases de efecto invernadero, y con la cara más dura mostrarse luego al mundo como países respetuosos y cumplidores de los acuerdos de protección ambiental, sin que haya una reducción neta de las emisiones que destruyen la capa de ozono, sino operaciones especulativas con la compra-venta de tales bonos.
La particularidad de los servicios ambientales es que no son prestados por una persona o empresa, sino ofrecidos sin costo alguno por la naturaleza, y las transnacionales quieren comenzar a cobrar por ellos apropiándose de las selvas tropicales, de los bosques plantados, de ríos, lagos y ecosistemas. Se trata de elaboradas propuestas para facilitar el asalto y saqueo de la naturaleza.
El carácter especulativo de la economía verde
Ante la crisis financiera que no termina de superarse, la mercantilización de la naturaleza aparece como una máscara de oxigeno para aliviar la asfixia que sufren los mercados especulativos. Con la “economía verde” se busca reorientar las inversiones financieras hacia el “capital natural”, pero en esencia se trata de una nueva forma de reactivar y ampliar los mercados especulativos de servicios ambientales que se inauguraron con los certificados de carbono, en los que se mueven 180 mil millones de dólares.
La “economía verde” lejos de reactivar la producción de bienes reales desarrollará un mercado ficticio de bonos y certificados financieros que se negociarán a través de las bolsas de valores y la misma banca que provocó la crisis financiera del 2008 y luego fue premiada por gobiernos complacientes con millardarios auxilios financieros. Si se aprueba ese nuevo sistema de gobernanza ambiental, esa banca podrá especular y realizar ganancias extraordinarias con la compra-venta de los bonos y certificados asociados a los servicios ambientales, a imagen y semejanza de lo que ha ocurrido con los certificados o créditos de carbono.
Surgirán así nuevos mercados financieros a expensas de la naturaleza y las corporaciones transnacionales impondrán un control cada vez mayor sobre los países ricos en biodiversidad pero pobres en tecnología.
Desarrollo sustentable y economía verde: más de lo mismo
Si el término desarrollo sustentable fue manipulado para hacer creer que era posible relanzar el desarrollo capitalista en armonía con el ambiente, la “economía verde” es un concepto aún más complaciente a la hora de facilitar las pretensiones de mercantilizar la naturaleza.
Ambos conceptos son muy útiles a quienes sostienen que no hay necesidad de cambiar el modelo capitalista. Argumentan que con tecnologías más eficientes se puede armonizar el crecimiento económico con la escasez de recursos naturales, que es como el capital denomina a la naturaleza.
Las nociones del “desarrollo sustentable” y “economía verde” son una cortina de humo que pretende esconder la responsabilidad de las grandes potencias capitalistas en la devastación ambiental y la destrucción del planeta. 20 años después del lanzamiento de la tesis del desarrollo sustentable, los principales problemas ambientales se han agravado: el hueco en la capa de ozono, calentamiento global, derretimiento de los glaciares, acidificación de los mares, contaminación de las aguas, degradación de la tierra, alteración de los ciclos agrícolas, reducción de la biodiversidad y las catástrofes naturales, son parte de los fenómenos que se han agravado en estas dos décadas de “desarrollo sustentable”, poniendo en evidencia la irracionalidad y límites de un modelo económico basado en el saqueo y depredación de la Madre Tierra.
El capitalismo es la causa del problema
En los documentos que se discutirán en Río + 20 no se cuestionan los excesivos e insostenibles patrones de consumo y producción capitalistas, ni se plantea el necesario y urgente cambio de un paradigma económico basado en la explotación del ser humano y en la depredación de la naturaleza. Por el contrario, se complace la pretensión de las grandes potencias de crear un nuevo sistema de gobernanza ambiental global que facilite la valorización monetaria de la naturaleza, con el fin de mercantilizar sus funciones a través de la contratación de servicios ambientales.
En los marcos de una economía capitalista no es posible el desarrollo sustentable ni mucho menos una “economía verde”. Desde la lógica del capital, el desarrollo se reduce al crecimiento del PIB, el cual se sustenta en la actividad de empresas que explotan al ser humano y depredan el ambiente. Mientras que la sustentabilidad es una noción ecológica totalmente contradictoria con la esencia explotadora y depredadora de la economía capitalista.
El propósito de imponer en la Cumbre de Río un sistema de gobernanza ambiental global para impulsar la “economía verde” debe ser denunciado como un intento de las grandes corporaciones transnacionales y los gobiernos de las grandes potencias capitalistas de mercantilizar y privatizar la naturaleza.
http://victoralvarezrodriguez.blogspot.com
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