Perú: Javier Campeador. Homenaje a Javier Diez Canseco



Winston Orillo / Mariátegui
13/05/13


“Las personas somos lo que hacemos, y solo nuestros actos hablan por nosotros”.
Javier Diez Canseco


Creo que la analogía es obvia: Javier Diez Canseco, homologado con el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, sigue ganando batallas después de muerto.

En efecto, su sentido deceso, ha sido una especie de manifiesto que proclama y reclama la unidad de la izquierda, y continúa con la denuncia de los excrementicios parlamentarios que tramaron esa vejatoria suspensión contra él, precisamente, en uno de los rubros en los que su conducta fue impoluta: la corrupción.

Fujimoristas y apristas -¡qué más decir de ellos!- a los que se sumó una morralla del partido nacionalista, que obró por la ciega consigna bajamente vengativa, sumaron sus nombres a la borgiana Historia Universal de la Infamia.

Pero kafkianamente, el fementido Poder Judicial peruano, le volteó el pastel, y ordenó que todo quede sin efecto. A lo que el Establo de Augías –léase Parlamento- apeló, y, surrealistamente, su apelación fue denegada, y en eso estábamos cuando la muerte vino a tocar a sus puertas.

Y la injusticia quedó consumada. Con lo que Javier se mantuvo impoluto, y aquéllos como lo que son, como lo que siempre fueron: ¡para qué buscar, en el albañal, más adjetivos calificativos para lo incalificable!.

Ahora, el cuerpo ígneamente yaciente del combatiente Javier Diez Canseco, recibe el homenaje de su pueblo -especialmente de los trabajadores a los que él defendiera en todas circunstancias-que hace cola, pacientemente, para rendir su homenaje al luchador invicto, al paradigma de hasta dónde puede llegar la nobleza de un espíritu que lo dio todo por la defensa de un estado de justicia por todos y para el bien de todos.

Mucho se ha escrito para él. Y hasta dudé de no añadir unos cuantos párrafos más a los muy sentidos homenajes, pero hallé que sus propias palabras –leídas por Javier Mujica en el Homenaje que se le hiciera, el 10 de abril pasado, en el Parque de la Exposición- reflejaban, como encendida síntesis, lo que había sido el leit motiv de su combate: la defensa de los trabjadores, la lid por sus derechos permanentemente conculcados, aun por el presente Gobierno que mantiene “una sólida muralla articulada en torno a la defensa de los intereses del gran capital”.

Por eso su bella, inapelable conclusión: “Es el momento de decir ¡Basta ya! Y recuperar la iniciativa en otros terrenos, aglutinando fuerzas en torno a una campaña a favor de trabajos dignos y un justo reparto de la torta del crecimiento./ Me dirijo a ustedes para convocarlos a dar una batalla en esa direcciòn. Reunamos las firmas que hacen falta para que el Congreso tramite, con carácter preferente, un proyecto de ley para acabar con todas las lacras que impone esta clase de trabajo en el Perú. Y, si el Congreso no aprueba esta iniciativa legal, que esta iniciativa se someta a un Referéndum para que sea el pueblo el que decida”.

Esto, escrito por él, comunicado por él, a menos de un mes de dejarnos.
Finalizaba, convocando a una Conferencia Nacional del Trabajo para el próximo mes de julio, “para decirle al Presidente que escuche la voz del pueblo y anuncie en su Mensaje a la Nación, el cambio de rumbo a la actual política laboral al que él mismo se comprometió”.

Y concluye con las palabras que hemos usado como epígrafe, Y rubrica:: “Así que haciendo lo que decimos, ganaremos el repeto que merecemos. ¡Vivan los trabajadores! ¡Viva el Perú con trabajos dignos para todas y todos!

Y de este modo se marchó, sin marcharse, el gran Javier Diez Canseco: dejándonos la estela de sus desvelos, y las tareas planteadas, por su voluntad impertérrita, de combatiente revolucionario, socialista, defensor de Cuba y de Venezuela, y de todas las naciones hermanas que nos han demostrado que otro mundo distinto, hoy, ya es posible.

Por ese mundo, no me cabe la menor duda, esté donde estuviere, proseguirá la batalla…!hasta ganar la guerra!


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