Mariátegui
30/10/13
Por Facundo Escobar, PIA.- Con un alto grado de participación y sin sorpresas respecto a las primarias de agosto pasado, el domingo 27 de octubre se realizaron las elecciones para elegir diputados y senadores en todo el país. Los resultados fueron tales que permiten a la mayoría de las fuerzas políticas participantes decir que han obtenido resultados favorables. La oposición consolida la tesis de “fin de ciclo kirchnerista” y “transición”. La posible homogeneización de agendas políticas y el lugar de la reciente historia política desde abajo.
Los jugadores de la oposición
El partido de centro derecha con alto componente reaccionario que no oculta su fisonomía, PRO, tuvo su pelea principal en la Ciudad de Buenos Aires, donde obtuvieron la mayoría para diputados y senadores. En su proyección por conformarse como fuerza nacional, lograron posicionar candidatos en las provincias, algunos de ellos, ganando la banca por la que competían. Entre sus figuras se encuentran un ex árbitro de fútbol en Córdoba, un ex humorista en Santa Fe y un ex futbolista de La Pampa que serán diputados, o un ex líder de las fuertes movilizaciones de los sectores propietarios del campo contra el gobierno en 2009 quien será senador por Entre Ríos. La figura principal del PRO es Mauricio Macri, intendente de la Ciudad de Buenos Aires, cuya familia de empresarios hizo su América con el beneficio de la última dictadura militar, quien llega al cargo luego de ser presidente del club de fútbol más importante del país. En el acto de festejo (marcado por el marketing político extremo), luego de que se conocieran los datos oficiales, anunció que peleará por la presidencia de la nación en 2015. Sus intenciones son claras. Es uno de los principales representante del neoliberalismo en el país, pero sus capacidades de gobierno y ejercicio del poder, su tinte ideológico, sus formas políticas y su poder territorial limitado lo dejan bajo dudosas posibilidades para liderar una fórmula presidencial. Lograron conformar un bloque de tres senadores y 17 diputados.
La figura que ha logrado instalarse definitivamente de cara a las elecciones presidenciales de 2015 (aunque no ha salido a expresarlo abiertamente aún) es Sergio Massa, intendente del Municipio de Tigre, quien años atrás fuera parte del kirchnerismo como jefe de gabinete de ministros y máxima autoridad de la ANSES. Formado en las filas del partido conservador neoliberal Unión del Centro Democrático (UCeDé), se lo sabe con certeza muy cercano a la Embajada de los Estados Unidos en Argentina, tal como lo evidenciaron los cables de Wikileaks. Massa obtuvo más del 43% de los votos en el principal distrito del país, Buenos Aires (que alberga al 38% de los electores nacionales, ganando en todas las secciones electorales), único lugar donde su fuerza, el Frente Renovador, que se alimenta también de figuras que abandonaron el partido de gobierno, disputó bancadas directamente, aunque cuenta con partidos aliados en otras provincias.
Tiene por delante el gran desafío de conformarse como fuerza nacional. Massa es hoy el gran candidato de la oposición que busca reemplazar al kirchnerismo. Su orientación política es conservadora y en lo económico, entre las cartas que se van mostrando, según las figuras que lo acompañan, lo indican como partidario del ajuste y la devaluación de la moneda. Es, según algunos enfoques, la figura que debería unir a la oposición. El saludo de Capriles Radonsky, quien desde la red social Twitter escribió “Veo que en Argentina también soplan vientos de cambio! Felicitaciones @sergiomassa por ese triunfo contundente! Un abrazo desde Venezuela”, debería estar confirmando esa mirada. Massa iniciará su mandato legislativo con un bloque de 37 diputados, contando sus aliados.
Otro frente político que ha logrado instalarse en la escena de la política parlamentaria, consiguiendo algunos bancas importantes en diputados y senadores, es el partido UNEN, con la apocalíptica Elisa Carrió a la cabeza, convertido en segunda fuerza política de la Ciudad de Buenos Aires, detrás del PRO, por sobre el oficialista Frente para la Victoria (FpV). UNEN representa una alianza heterogénea entre partidos políticos tradicionales como la Unión Cívica Radical (UCR) o el Partido Socialista, sectores que alguna vez participaron de la resistencia contra el neoliberalismo, que pasaron por el kirchnerismo, y sectores liberales, alguna vez neoliberales. Se trata de la expresión más cercana a la definición tradicional de centro izquierda, que a pesar de transitar un proceso de consolidación con el aumento del caudal de votos, una vez más se expone en nuestro país incapaz de ganar una elección en su inviabilidad política, sin lograr salir de un discurso que trata de ser seductor para los sectores medios, sin lograr traducirse en política por su falta de arraigo en lo popular.
UNEN, en estas elecciones, logró ganar la banca de senador por la Ciudad de Buenos Aires que estaba en manos del oficialismo, partido que se quedó sin representación en esa cámara por la Ciudad. También tuvo un buen resultado, como tercera fuerza, para diputados y senadores en la provincia de Buenos Aires. En Santa Fe, lograron un amplio triunfo en la competencia por bancas de diputados, de la mano del ex candidato a presidente Hermes Biner (Partido Socialista) y posible candidato a presidente por UNEN. La tradicional UCR, se presentó con listas propias en Mendoza, donde Julio Cobos , ex vicepresidente de la nación durante el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner devenido en ultra opositor, obtuvo una victoria holgada, convirtiéndose ahora en diputado nacional y presidenciable dentro de alguna fórmula en UNEN. Como alianza, contarán con 61 bancas de diputados.
En otros importantes distritos del país también se impusieron referentes de distintas fuerzas de la oposición, como en Córdoba con Juan Carlos Schiaretti (perteneciente a las filas de De la Sota, el conservador gobernador peronista de esa provincia), o Chubut con Mario Das Neves (hombre del reaccionario Eduardo Duhalde).
Estas fuerzas opositoras, que buscan mostrarse con fortaleza respaldados por el voto, comparten una serie de elementos, como la historia de muchos de los nombres propios que componen sus listas, la forma de la política y los conceptos básicos de sus agendas políticas, que coinciden (¿azarosamente?) con las agendas imperiales: el problema de la inseguridad, la defensa irrestricta de la Constitución neoliberal de 1994, la negación absoluta e indiscutible de la re-re elección presidencial, la lucha contra la drogadicción (tal como sostiene un editorialista de Clarín de forma inaudita aunque esclarecedora, eludiendo la palabra narcotráfico), la necesidad de “abrirse al siglo XXI” (en lo que quizás sea una nueva forma de llamar a la apertura para el libre ingreso de capitales al país), la construcción de vínculos cercanos con los países que conforman la Alianza Pacífico, el considerarse “representantes del cansancio de una sociedad que dice BASTA!”, postulando una forma de gobernar opuesta al “autoritarismo” y al “miedo” que impone del gobierno, quienes quieren “frenar al kirchnerismo” en un país “donde ya no se puede vivir”, la proscripción de los pobres de la política, el fuerte perfil mesocrático y elitista de su gestualidad, discurso y propuestas, el planteo de un fuerte discurso contra el populismo, teñidos todos por un antichavismo visceral.
Variables de peso
Párrafo aparte merece la elección a nivel provincial que protagonizó la organización social Tupac Amaru de la provincia de Jujuy. Allí, esta experiencia de organización popular única en el país logró ganar cuatro bancas de diputados y un concejal, llevando a la militancia popular al congreso provincial como partido Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular. Una de las bancas será ocupada por la propia referente de la organización, Milagro Sala, quien sostuvo que el próximo paso es pelear por la gobernación de la provincia en el año 2015.
Mientras tanto, la izquierda tradicional electoralista, que constituyó el Frente de Izquierda y los Trabajadores (trostkismo) logró un paso histórico en su estrategia, conformando un bloque en el Congreso Nacional de tres diputados (Néstor Pitrola por Buenos Aires, Pablo Sebastián López por Salta y Nicolás del Caño por Mendoza), y buenas elecciones en otros distritos, exponiendo así que grandes porciones del pueblo ven con buenos ojos la propuesta política electoral que llevan adelante. También lograron ganar una banca para legislador porteño (Marcelo Ramal) y una banca para diputado provincial bonaerense (Christian Castillo) junto a otros seis legisladores provinciales.
El oficialismo
Por su parte, el principal candidato oficialista, Martín Insaurralde, quedó en segundo lugar en Buenos Aires, debajo de Massa, a más de 10 puntos, logrando una votación del 32%. El kirchnerismo, si bien no obtuvo la mayoría en los distritos más populosos del país, sí lo hizo con contundencia en muchas provincias (como Río Negro, Chaco, Formosa, San Juan y La Rioja), o se ubicó en segundo o tercer lugar en muchos otros, logrando mantenerse como principal fuerza minoritaria en todo el país, con el 32,50% de todos los votos a nivel nacional, conservando el control de la cámara de diputados y de senadores del Congreso Nacional.
De todas maneras, la diferencia con los votos obtenidos en las elecciones de 2011, donde el FpV obtuvo 52% de los votos a nivel nacional (un aproximado de 3 millones de votos), es muy significativa. En estas líneas no podremos ponderar esa pérdida de votos, pero no podemos dejar de considerar que algunos elementos que destacaron en el discurso del candidato principal posiblemente sirvan de indicio, entre ellas la propuesta de bajar la edad de imputabilidad penal para los menores de 18 años o la seguridad como uno de los ejes de campaña.
Este resultado permite al FpV eludir una situación de posible debilidad parlamentaria inmediata. Por un lado, debido a la dispersión de la oposición y las contradicciones y competencias mutuas que ya se exponen desde el día siguiente a los comicios. Por otro lado, porque el oficialismo retiene el control de ambas cámaras del Congreso, donde el FpV logró aumentar la cantidad de legisladores a 132 bancas en diputados, alcanzando un quórum propio, sin mayoría propia, pero posible a través de distintas alianzas permanentes o coyunturales.
La erosión acostumbrada
Otra elemento destacado en estas elecciones que sirve para caracterizar el proceso político, es que los comicios se realizaron con la ausencia física de la presidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner, quien se encuentra fuera de la escena política pública, tomando 30 días de licencia por cuestiones de salud luego de una intervención quirúrgica para evacuar un hematoma en su cabeza. Esto generó diversas respuestas reaccionarias de parte de los grupos opositores. La presidenta, hasta entonces, tuvo un rol clave en la campaña. La oposición política y mediática buscó mostrar desde ese punto, y constantemente, que el partido de gobierno carecía de liderazgo, de referencia, de figura principal.
A la vez, tal como lo definió Elisa Carrió, se animaron a decir que “Hoy Cristina Kirchner no está y no sabemos si vuelve”. Esto responde a una lógica que vienen construyendo desde hace varios meses cada vez con mayor sistematicidad, que encuentra como fondo el hecho de que la presidenta hasta el momento, no está facultada legalmente para presentarse a las próximas elecciones presidenciales y asumir un tercer mandato en continuidad. Esto, según las tesis de trabajo de la oposición, estaría dejando al kirchnerismo sin candidato natural, sin liderazgo. Se abriría así un espacio de disputa al interior del propio kirchnerismo, allanando por un lado el camino para una posible candidatura de Daniel Scioli (conservador, ex motonauta, gobernador de Buenos Aires, quien tiene sus orígenes políticos en el gobierno de Carlos Menem, 1989-1999, gobierno que instaló en neoliberalismo en el país), hombre resistido e incluso combatido dentro del propio partido de gobierno en los últimos años.
Pero por otro lado también, se busca sugerir que el tiempo del kirchnerismo terminó, y con ello, un ciclo de gobierno. Han intentado instalar que no hay certezas sobre la salud de la presidenta de la nación. Que quizás no asume, que quizás haya sido todo una operación política, o que quizás se recupere, pero no llegue a cubrir todo su mandato. Sea como fuere, hablan todos de que estaríamos en pleno proceso de “transición”.
Esta supuesta falta de capacidad de renovación natural en el kirchnerismo por fuera de Cristina Fernández, en un marco ilustrado por las preguntas que se hacía el lunes un reconocido operador mediático (“¿Cuándo vuelve Cristina? ¿Cómo vuelve Cristina? ¿Vuelve Cristina?”), ha aumentado las expectativas entre los partidos de oposición, y ha alimentado y renovado la productividad de la oposición mediática. Envestidos en un discurso desde donde plantean estar tratando de concretar “lo que la gente en la calle les pide”, las fuerzas políticas opositoras transitan un proceso de alianzas, buscando fortalecerse, crecer e instalar un candidato de cara al 2015.
Los opinólogos sostienen que el partido de gobierno recibió una derrota espectacular, que se encuentra al borde de la dispersión, “decapitado”, que la sociedad ha dictado el fin de su ciclo. Por eso, estarían organizando su salida (o deberían hacerlo). Y también que la sociedad está cansada del peronismo. Eso de la “transición”, donde Massa sería un foco de atracción de gran espectro. Ese flujo, según ellos, ya comenzó y no tiene final a la vista. Ese proceso mismo eliminaría pronto y fácilmente el control de las cámaras del Congreso por parte del partido de gobierno, ese trofeo al que se aferran para construir una victoria posible desde el oficialismo.
Alimentando esa tendencia, según explican los analistas de las corporaciones mediáticas, entre las referencias territoriales del peronismo en todas sus versiones -los barones del conurbano, los intendentes municipales, base del poder territorial de la política tradicional-, también se estaría produciendo esa migración hacia Massa, o que al menos comienzan a dialogar con él. Todo lo cual forma parte de una maniobra de desestabilización o debilitamiento para erosionar toda posibilidad de reproducción del kirchnerismo que se expone a diario en las palabras y accionar de algunos grupos políticos y mediáticos opositores, sobre lo cual seguramente seguirán insistiendo, como nos tienen acostumbrados.
¿Agendas cruzadas?
Ante esta situación, exponentes del propio kirchnerismo como el gobernador de Chaco Jorge “Coqui” Capitanich, quien se encuentra al frente de una provincia donde la pobreza es estructural, donde el etnocidio contra los pueblos originarios perpetrado de la mano de los agronegocios y las mafias en el estado sigue creciendo, el mismo gobernador que intentó instalar una base militar yanqui en el aeropuerto de Resistencia, ha salido a decir luego de las elecciones, que una parte de la ciudadanía “marca una nueva agenda con los cambios que demanda”, que “la sociedad marcó una nueva agenda”, tal como titula Página 12, el diario progresista argentino por antonomasia. Por su parte Scioli expresó que luego de estos resultados “se abren otras instancias, otros tiempos”. ¿Esa “agenda” o esos “otros tiempos” tendrán quizás algo que ver con las políticas por las cuales los candidatos de la oposición aseguran haber recibido un gran caudal de votos?
Ese cambio de tiempo o la conformación de la agenda, también parece revelarse, en destellos, desde el propio kirchnerismo. Ya lo hemos visto en el discurso del candidato oficialista que abogaba por la baja de la edad de imputabilidad, o en su insistencia en el problema de la “inseguridad”. Algo también se expone en recientes medidas tomadas por el gobierno nacional (hayan sido para buscar más votos o en función de la difícil situación económica que se vislumbra como posible dada la crisis del sistema capitalista), pero de todas maneras medidas que desnudan una política que se podría condecir con ese nuevo tiempo o esa nueva agenda de los que hablan Capitanich o Scioli: la concesión a los “fondos buitres”, el acuerdo para pagar todas las deudas del estado argentino en los juicios que tiene en el CIADI (el pago era un reclamo de la administración de Barack Obama que había trabado la concesión de préstamos del Banco Mundial al país) o las negociaciones con el Club de París para honrar deudas, a todas luces ilegítimas, ilegales y fraudulentas.
La otra geografía política
Ese mismo juego de disputas, visto desde abajo, desde la historia popular reciente, revela también otra geografía, otras certezas y otra dinámica política, con las que también lidian estas fuerzas políticas y definen sus límites de posibilidad.
Poco más de diez años atrás, el régimen de dominación en nuestro país debió comenzar un proceso de recomposición. Mal herido por el “argentinazo” del 2001, que se produce en un momento de crisis donde ese régimen no encontraba las formas de seguir reproduciéndose en su descomposición, y los de abajo se cansaron y estallaron en gran rebelión popular, la clase política había perdido todo atisbo de legitimidad entre el pueblo, y no podía tener apariciones públicas sin repudio masivo garantizado. El actual gobierno se vanaglorió de haber recuperado esa gobernabilidad desde 2003. En efecto así sucedió.
Pero las elecciones que pasaron, a esta luz, demuestran que hasta el momento no se ha logrado consolidar la gobernabilidad que se desea desde las esferas de poder, y que se torna día a día más frágil en un contexto histórico donde los beneficios de las clases dominantes corren riesgo creciente de reducción dada la crisis del capitalismo que pronto, por su propia naturaleza e incapacidad de reproducción, dejará de ser lo que conocemos hasta el momento. Incluso, los niveles de su preocupación crecen, sabiendo que la situación política de distintos sectores organizados del pueblo son mejores que las condiciones que tenían en un pasado reciente, y que el conjunto del pueblo argentino, a lo largo del camino que se inició con la batalla que derivó en la derrota del neoliberalismo desde la década del 90 hacia el ingreso en el siglo XXI, ha construido un piso de subjetividad política que será muy difícil de perforar a la hora de las múltiples dimensiones que tomaría una revancha que dibujan en el horizonte los exponentes de ciertos proyectos políticos.
Hay ahí toda una dinámica política que mantiene su organicidad fuera de las agendas políticas mediatizadas o electoralistas, aunque con férrea disciplina haya sido mantenida fuera de discusión en toda la campaña política, como si no existiera, por casi la totalidad de los actores involucrados. Si bien en el plano discursivo de los candidatos, y el que se construye a diario desde los medios de comunicación, algunas dinámicas, actores, tradiciones, niveles de conciencia, deseos y fortalezas del pueblo no se nombran, quedan fuera de todo análisis o se las criminaliza; si bien no se otorga entidad al pueblo como actor, con historia y objetivos propios, con su cultura política que construye en el día a día, se trata de una realidad concreta con la que cualquier sector político deberá lidiar de aquí a futuro.
Allí se encontrarán límites o resistencias cada vez más fuertes si se pretende presionar, hacer recaer sobre sus espaldas los esfuerzos económicos o si se profundiza la represión; pero por el contrario, se cobrará verdadero impulso transformador revolucionario si se es suficientemente audaz como para recostarse en su apoyo, creer y desencadenar las fuerzas populares.
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