Censo Nacional Agropecuario. La diversidad del Perú no debe ser símbolo de inequidad


Fernando Eguren */ Mariátegui
22/12/13

La gran diversidad de nuestro país es puesta de relieve por los resultados del último Censo Nacional Agropecuario, realizado en 2012. En esta edición de LRA se analiza y compara la situación de tres departamentos emblemáticos: Ica, Cajamarca y San Martín, que son típicamente de costa, de sierra y de selva, respectivamente. La comparación entre ellos muestra no solo diferencia en cuanto a dotaciones de recursos, sino también expresa una marcada inequidad territorial.

En cierto sentido, los tres departamentos tienen en común el no ser estáticos, pues tienen realidades muy dinámicas, aunque el sentido de su dinamismo puede ser muy distinto.

Por ejemplo, la tenencia de la tierra en el departamento de Cajamarca ha experimentado cambios muy importantes: el número de unidades agropecuarias ha pasado de 200 mil unidades en 1994 a 340 mil en 2012, es decir se ha incrementado en alrededor de 70%, y la cantidad de hectáreas de cultivo (transitorios, más permanentes) también ha aumentado en un porcentaje alto: 61%. Nada más alejado, pues, de una situación estática. Pero estos cambios, cuya principal expresión es la multiplicación del número de minifundios, no han ido en el sentido de resolver la situación de la pobreza del departamento; más aún, los niveles educativos de los agricultores cajamarquinos dejan mucho que desear: en pleno 2012, el 17% no recibe ningún tipo de educación, y un 60% adicional no supera la primaria. 

La combinación de baja educación más tierras insuficientes es una garantía de permanencia de la pobreza (Cajamarca es el segundo departamento más pobre del país). Esta situación no se supera con programas asistenciales; requiere reformas estructurales y compromisos de los diferentes niveles de gobierno.

Ica es el otro extremo. Dispone de mejores tierras, y son bajo riego. Las inversiones públicas acumuladas en infraestructura de distinto tipo —carreteras, electrificación, comunicaciones en general— potencian las oportunidades económicas. Los bienes públicos alcanzan a más población en calidad y cantidad. Más del 60% de los agricultores tienen un nivel de educación superior a la primaria. 

Un núcleo de empresas agroexportadoras muy modernas ha contribuido a una elevación de las tecnologías utilizadas, pero al mismo tiempo está llevando a uno de sus valles —el de Ica— al colapso, debido a un uso irresponsable del agua subterránea. Como otros departamentos que tienen una parte importante de su territorio en el litoral, Ica se ha beneficiado de los seculares sesgos pro costeños de las políticas públicas; tanto, que es posible que sea el Estado, y no la agroindustria exportadora, el que asuma el gasto que significa derivar aguas de la cuenca oriental para elevar nuevamente el nivel de la napa freática.

San Martín es un departamento tradicionalmente de inmigrantes y, como es frecuente en zonas con esa característica, la población es muy emprendedora. El suyo es un tipo de dinamismo distinto del de Ica, pues el departamento amazónico depende más de los pequeños y medianos inversionistas locales, y esto a pesar de que los niveles educativos son muy deficientes: solo el 30% de sus agricultores han superado la educación primaria. En los últimos lustros, San Martín se ha beneficiado de algunas inversiones importantes en infraestructura —está mucho mejor comunicada con los mercados que antes— y de un gobierno regional considerado entre los mejores del país.

Esta heterogeneidad de las tres regiones mencionadas se replica, sin duda, en el resto de departamentos peruanos. Es una diversidad que muchas veces implica beneficios gubernamentales para algunos y marginaciones para otros, lo cual se refleja al final en las cifras no solo de la productividad económica, sino también de los niveles educativos o de acceso a la salud. Nuestros gobernantes deben entender que la gran y potencial diversidad de nuestro país no debe convertirse en símbolo de inequidades a nivel regional.


* Artículo escrito por Fernando Eguren (CEPES) para La Revista Agraria

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