Perú. John Ochoa y su Qantu rebelde


Winston Orrillo / Mariátegui
15/12/13

Una primera entrega poética, la de John P. Ochoa Tinoco, a través de su cuaderno de versos, Qantu. Flor rebelde, en realidad una suma de poemas combativos y combatientes, en torno a las vicisitudes de las luchas estudiantiles en la entrañable Universidad Nacional de Educación, “La Cantuta”, víctima de tantas exacciones y asesinatos, no precisamente porque tenga la cerviz humillada.

El breve poemario es una suerte, mutatis mutandis, de derrotero de las horas de lucha de sus integrantes y, especialmente, de los mílites del su Centro Federado de Ciencias Sociales, cuya reconstrucción se relata, poéticamente, en los broncos versos de John Ochoa Tinoco.

Esta dilacerada suma de versos es una requisitoria contra los crímenes que, en nombre de una apócrifa democracia, se perpetraron en contra de los estudiantes –y profesores cantuteños- con el pretexto de la defensa de una espuria democracia, que no era otra vía, sino la de la defensa del statu quo o de un Establishment neoliberal, especializado en depredar las esperanzas y las justas aspiraciones de un pueblo que ya ha aprendido a decir ¡¡Basta!!

John Ochoa desmitifica los temas familiares, verbi gratia, y la figura de los progenitores que devienen, no en motivo de sensiblerías, sino en compañeros e incentivos para la lucha que, en efecto, tienen que emprender la nuevas generaciones para vencer a los depredadores de siempre.

Poemas de la épica de un pueblo en trance de insurrección, y requisitorias contra los abusos cotidianos, donde el hambre y el abuso son el pan nuestro de cada día.

John Ochoa  simboliza, en su Qantu Flor rebelde, el paradigma de una lucha que no cesará hasta lograr la definitiva liberación de su pueblo, y, con él, la de esa juventud que él tan bien encarna, con sus componentes de sana y pura rebeldía, de insurrección continua.

Poesía colectiva, que es un impulso y un acompañante en la lid cotidiana por lograr la anhelada y tantas veces preterida justicia. 

Libro, pues, que deviene en un arma de combate, que Ochoa esgrime con joven pundonor y denuedo.

No está, asimismo, el breve volumen exento de lampos líricos, como los que se trasuntan en “…Y en cada cañita” dedicado a una compañera caída en la lucha (Anita Iris Rojas Riques).

Uno de los mejores textos es, asimismo, el que dedica a nuestro Amauta José Carlos Mariátegui, al comparar su condición –la del autor- que es un “universitario”, con la de JCM, que no acabó, -por razones de salud y básicamente económicas-- ni siquiera, la educación primaria, pero cuya condición revolucionaria impertérrita le permitió acceder, mediante la creación heroica, a la condición de ser el Primer Marxista de América.

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