La dimensión estratégica de la crisis ucraniana


Mariátegui
02/03/14

Por Rafael Calduch – (*) Durante las últimas semanas los medios de comunicación han difundido imágenes y noticias diarias sobre la crisis política ucraniana centrándose en algunos aspectos políticos importantes, como las aspiraciones democráticas frente al Gobierno de Yanukovich, por cierto elegido democráticamente en 2010, la frustración social ante la decisión de no firmar el Acuerdo con la UE o la progresiva escalada de violencia entre las fuerzas de seguridad y los grupos opositores de Euromaidan. Sin embargo, esta versión mediática resulta simplista porque es incompleta, al ignorar otros aspectos no menos importantes en la evolución de esta crisis que resultarán decisivos en la solución final, se trata de los aspectos estratégicos.

En efecto, en cualquier crisis la dimensión estratégica es la que vincula la dinámica de sus protagonistas en la búsqueda de sus objetivos particulares, con los condicionamientos estructurales que limitan sus capacidades de decisión y acción. Desde esta perspectiva conviene destacar cuatro factores estratégicos que se revelarán claves para conocer el resultado final de la crisis que vive Ucrania:

1º.- La división social, política y cultural de Ucrania

Aunque se ignore por los dirigentes políticos, lo cierto es que la sociedad ucraniana está dividida políticamente entre los pro-europeístas y los pro-rusos porque esta división traduce la realidad de más de dos siglos de historia durante los cuales el peso económico, político y cultural de Rusia dominó la vida de este país.

Mientras la región occidental, sometida antaño al dominio austro-húngaro, emerge actualmente con la vista puesta en una Ucrania integrada a medio plazo en la Unión Europea como garantía futura de su progreso económico y de sus libertades políticas, la parte oriental del país contempla su presente y su futuro anclados en sus raíces rusófilas y en la seguridad económica y política que le genera sus vínculos con Moscú.

No nos llamemos a engaño, esta división no se va a disipar porque unas elecciones anticipadas destronen a Yanukovich y le sustituyan por otro dirigente de la oposición, como ya se pudo comprobar durante la presidencia de Yushenko. Por tanto y atendiendo a este factor, resulta claro que la única solución razonable de la crisis pasa por una negociación entre los grupos y dirigentes que representan a las dos Ucranias entre los que, obviamente, no pueden estar los líderes ultraderechistas que han promovido la violencia popular.

2º.- La recuperación política, económica y militar del Estado ruso

Durante la última década y media la Federación de Rusia, liberada de la hipoteca económica y las servidumbres militares que gravitaron sobre la antigua Unión Soviética y completado el traumático proceso de su desintegración, se ha centrado en la recuperación del poder del Estado y el reconocimiento de sus intereses nacionales incluida su posición como potencia mundial, para lo que no ha dudado en utilizar sus capacidades militares cuando ha visto directamente amenazada su hegemonía en el que considera su espacio de seguridad vital. La doctrina del extranjero vecino no sólo sigue vigente para los dirigentes rusos sino que en la actualidad tienen la voluntad y disponen de los medios necesarios para aplicarla con todas sus consecuencias. La reciente experiencia de Siria es aleccionadora a este respecto.

En efecto, con una Rusia convertida en potencia emergente a escala global, la política del cerco progresivo de este país que se aplicó por Estados Unidos, con el apoyo de la OTAN, y por la propia Unión Europea durante la última década del siglo pasado está condenada al fracaso y sólo puede dar paso a un conflicto abierto con Moscú, como ya se pudo apreciar con la guerra de Georgia en 2008.

No hay la menor duda de que Ucrania forma parte del espacio de seguridad económica y militar de Rusia, como lo demuestran la amplia red de gaseoductos que transcurren por este país y la base naval de Crimea. Ello significa que cualquier solución de la crisis, para que pueda prosperar, debe tomar en consideración los intereses rusos y contar con el apoyo de Moscú.

3º.- El desarrollo económico de la UE depende de la seguridad del abastecimiento energético exterior, una parte del cual procede de Rusia y discurre por Ucrania.

Por tanto mientras no se alcance una mayor diversificación de las fuentes de abastecimiento, a partir del gas procedente de Azerbaiyán a través del Trans Adriatic Pipeline (TAP), la situación política y económica de Ucrania afecta directamente a la seguridad económica de los países centroeuropeos y, por tanto, también a la de la UE.

Ello explicaría el interés de países como Alemania, Polonia, la Rep. Checa, Eslovaquia o Rumanía, por garantizar sus relaciones económicas y energéticas con Ucrania mediante un Acuerdo de Asociación, pero también nos ayuda a comprender, aunque no a justificar, la presión que vienen ejerciendo las instituciones europeas sobre la sociedad ucraniana, desde la revolución naranja de 2004, para condicionar su destino político.

El resultado es que, más tarde o más temprano, la asociación comercial y financiera de Ucrania con la UE será inevitable, pero sus efectos en el desarrollo de este país sólo se podrán alcanzar plenamente si dicha asociación resulta compatible con el nuevo marco de relaciones entre la UE y Rusia que se viene negociando desde 2007 y que todavía no ha concluido.

4º.- El creciente protagonismo de la UE como un actor político global

Aunque existen numerosos analistas, sobre todo anglosajones y rusos, que cuestionan el protagonismo político internacional de la UE lo cierto es que, a pesar de las discrepancias internas entre sus miembros, cuando se adoptan decisiones o acciones comunes en el marco de la PESC tal y como ha sido definida en el Tratado de Lisboa, las instituciones europeas ejercen una creciente influencia diplomática y militar en un mundo cada vez más claramente multipolar.

Es cierto que esta influencia todavía no es equivalente a la que poseen las grandes potencias mundiales, incluidas las que forman parte de la propia UE, pero no justifica ignorar la hegemonía efectiva que Bruselas está ejerciendo en su entorno geopolítico de vecindad al que pertenece Ucrania.

Por ese motivo los intereses comunes de la UE cada vez se diferencian más de los objetivos y los planes diseñados por Washington para Europa, especialmente para los países de su parte oriental. Esta diferencia de intereses transatlánticos que hasta ahora se mantenía circunscrita al terreno económico y tecnológico, se está ampliando a los ámbitos diplomático y estratégico en una deriva que ya afecta visiblemente a la propia funcionalidad de la OTAN y, por supuesto, a las relaciones con Ucrania.

La UE debería definir el marco de sus intereses políticos y estratégicos con este país teniendo muy presente el efecto frontera y asumiendo que a medio y largo plazo tales intereses pueden llegar a ser discrepantes o contradictorios con los de las sucesivas administraciones norteamericanas. Más aún, incluso cuando existan intereses y objetivos compartidos respecto de Europa Oriental, incluida Rusia, es muy probable que surjan apreciables diferencias en cuanto a los medios idóneos para alcanzarlos

La consideración conjunta de estos cuatro factores nos permiten alcanzar una conclusión clara sobre el futuro de la crisis ucraniana: cualquier solución de la crisis sólo será duradera y favorable al desarrollo del país si se alcanza mediante una negociación política entre los dirigentes políticos que verdaderamente representan a las dos facciones en que se encuentra dividida la sociedad. Ello implica la exclusión de las minorías radicales y violentas que ocupan las calles y, al mismo tiempo, exige el patrocinio conjunto de la UE y Rusia para garantizar la aplicación de los acuerdos alcanzados.

Sólo en este contexto la celebración de unas nuevas elecciones podría despejar el camino para un verdadero proceso de transición reconciliadora. Cualquier otra iniciativa sólo dará alas a una intervención de las Fuerzas Armadas ucranianas, con el beneplácito de Moscú, perjudicando seriamente la recuperación económica, el futuro político y la vida cotidiana de los ucranianos.


(*)  RAFAEL CALDUCH CERVERA es catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y socio fundador de International Political Risks Analysis SL.

Comentarios