Argentina. Trabajo y política de cara al 2015


Federico Orchani / Mariátegui
15/04/14

La clase obrera y su protagonismo en las luchas sociales. Desde sus orígenes hasta el kirchnerismo. Los desafíos en la etapa que se viene para las organizaciones populares.

Frente al desarrollo y consolidación del sistema capitalista en todo el mundo, la clase trabajadora, en sus diversas formas, fue asumiendo un rol cada vez más protagónico en las luchas políticas de nuestro tiempo. Veamos, a partir de un breve repaso histórico la actualidad y perspectivas en el mundo del trabajo, la relación entre el movimiento obrero y la organización popular.

El continente europeo durante los siglos XVIII y XIX fue testigo privilegiado de un conflicto que llegaría para quedarse, nos referimos a la irreductible contradicción entre el Capital y el Trabajo. Es el tiempo del ascenso de la burguesía al poder pero también de la insurgente “Comuna de Paris”, de la fuerza del movimiento obrero inglés o la experiencia de la potente clase trabajadora alemana, hasta llegar a la primera revolución proletaria victoriosa conla Rusiade 1917. Figuras como Marx, Engels, Lenin o la misma Rosa Luxemburgo, serán influencia del ciclo de luchas obreras y populares con sus flujos y reflujos en todo el mundo incluso hasta la actualidad.

En América Latina, en particular en la Argentina del siglo XX, aunque también antes, es desde donde empezamos a rastrear la conformación de la clase trabajadora nacional. Es durante las décadas del 40 y 50, con el ascenso del peronismo, el momento histórico en donde la clase que vive de su trabajo y en particular el movimiento obrero organizado, asume un papel central en la vida política nacional.

Para quienes discuten el carácter progresivo del movimiento peronista, vale recordar las huelgas de los años 48 y 52, protagonizadas por trabajadores peronistas, donde se peleaba (siendo Perón presidente) por mejores condiciones salariales y de trabajo. O más adelante, durante el año 75, quizás uno de los picos más altos de lucha sindical en nuestro país con las Coordinadoras Interfabriles.

Lo que nos interesa discutir es que las mejores y más grandes luchas de los trabajadores, al menos en el caso argentino pero se puede hacer extensivo a otras experiencias, se llevaron a cabo cuando la clase y los sectores populares estaban en mejores condiciones materiales –a diferencia de la lógica tantas veces usada por cierta izquierda, que cuanto peor, mejor-. Vaya si así lo entendieron los sectores dominantes que, a pesar de las diferentes pujas de intereses hacia su interior, se unieron para impulsar el golpe cívico y militar más sangriento de la historia que conoció nuestro pueblo.

Un modelo que se reinventa

En la actualidad, la canción es más conocida. El gobierno cívico-militar, fiel representante del capital financiero y extranjero, generó las bases para el comienzo de una larga hegemonía neoliberal de la mano de los Martínez de Hoz, los Alzogaray y otros personajes nefastos. Sin embargo, esto no hubiera sido posible sin la aniquilación física de gran parte de la militancia obrera y popular, entre ella, lo que el “demócrata” Ricardo Balbín definió como la “guerrilla fabril”, en referencia a los obreros industriales.

Ya con un movimiento obrero disciplinado, el peronista de Carlos Menem en los ´90 y el gobierno de la Alianza después, se encargaron de destruir en democracia lo poco que quedaba del aparato productivo nacional. Se privatizaron empresas públicas, se generó la apertura comercial que liquidó a las empresas nacionales y se  provocó una brutal  transferencia de ingresos hacia sectores concentrados del capital desde los sectores populares, ya sumidos en la miseria y pobreza con niveles inéditos de desocupación.

El kirchnerismo, por su parte, llega al  gobierno como uno de los actores emergentes de la crisis económica y política de 2001, siendo heredero del proceso histórico que describimos antes. El modelo K se compone principalmente como un discurso que se diferencia constantemente del modelo neoliberal.

Después de 10 años de poder, y a pesar de una serie de reivindicaciones logradas en materia de derechos sociales, laborales y civiles (ley de medios, nacionalización de las AFJP, AUH, entre otras), aún perduran ciertas coordenadas de la estructura social y económica que configuran un panorama por lo menos complejo. La extranjerización y concentración de la economía, tanto industrial como agraria, dan cuenta de un modo de producción donde los grandes sectores de la economía no fueron tocados.

Hoy la Argentina enfrenta los efectos de una nueva crisis económica mundial, que tiene implicancias en el orden de lo político, social y hasta cultural. Las posibilidades de salir airosos de una nueva crisis manteniendo una estructura productiva desequilibrada, concentrada y dependiente son por lo menos escasas.

La devaluación impulsada por el Ministerio de Economía junto a la creciente inflación, producen un fuerte golpe al bolsillo de los trabajadores, situación que se agrava en quienes gozan de menos derechos laborales, nos referimos al sector de la llamada economía informal, que hoy representa alrededor del 40 por ciento de la clase trabajadora en actividad.

Según la Encuesta Nacional de Grandes Empresas, solo 20 concentran casi la mitad de las exportaciones argentinas, mientras que las primeras 200 empresas aglutinan un 64 por ciento.

El modelo neodesarrollista con fuertes bases de dependencia en el agronegocio, que destruye los bienes naturales, tal es el caso de la mega minería contaminante, y que al mismo tiempo genera altos niveles de precarización laboral en las áreas de la incipiente industria, parecen mostrar signos de desgaste. No decimos agotamiento, porque nos arriesgamos a anticipar que a pesar de las aparentes diferencias con el gobierno kirchnerista tanto Scioli o Massa, dos de los que tienen chances de ser gobierno en 2015, o el mismo Binner, posiblemente no modifiquen demasiado el rumbo económico. ¿Con esto decimos que son iguales Cristina, Macri, Scioli o Massa? Para nada, incluso hasta es posible retroceder en algunas de las reivindicaciones logradas durante el gobierno nacional que mencionamos antes. No nos tiembla la voz en decirlo: seguramente la resistencia a no perder lo conquistado por la lucha popular nos encuentre juntos a quienes pertenecen a organizaciones kirchneristas y a quienes construimos contra, desde y a pesar del Estado.

Desde el pueblo trabajador

Las respuestas a la crisis desde el movimiento obrero y el conjunto de los sectores populares deben ser integrales. Está bien depositar esperanzas y luchar para que las paritarias favorezcan a los trabajadores y no a las patronales, pero solo con eso no alcanza. La organización de la clase trabajadora y sus posibilidades de éxito son una tarea colectiva. Por eso, son auspiciantes las respuestas organizativas en el campo la economía informal, el surgimiento dela AGTCAPes una muestra de ello. Tambiénla CTEP que agrupa a cooperativistas, cartoneros, vendedores ambulantes y hasta pequeños productores, aspira a ser un sindicato de la economía popular y pelea actualmente para ser reconocido por el Ministerio de Trabajo. En un mismo sentido, en estos últimos años se ha recuperado y formada numerosas comisiones internas combativas y antiburocráticas, que luchan por mejores condiciones laborales.

La organización popular en los barrios es una tarea de primer orden ya que tanto el narcotráfico como este nuevo fenómeno fascista de los “linchamientos”, son también emergentes de una sociedad cada vez más desigual. Asimismo, el aliento a las luchas campesinas que resisten de manera heroica el avance del agronegocio al mismo tiempo que van pariendo nuevas formas de organización popular.

La tarea decimos, es unificar las luchas desde una perspectiva política común, un diagnostico que las organizaciones populares y la izquierda en Argentina ya venimos haciendo. La disputa parlamentaria es solo uno de los planos de la construcción política, ni siquiera el más importante, el esfuerzo debe ser aún mayor y exige más creatividad, menos sectarismo, más solidaridad y mayor unidad.

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