Rodolfo Walsh: El periodismo de la dignidad


Natalia Vinelli* / Mariátegui
15/06/14

Cuando comencé la investigación sobre la Agencia de Noticias Clandestina ANCLA la figura de Rodolfo Walsh todavía resultaba incómoda para el progresismo. Un intelectual de esa estatura, militante de la organización Montoneros, que había resistido armado su secuestro y que había llegado muerto a la ESMA no encajaba en la construcción “políticamente correcta” del periodista comprometido, valiente héroe individual, acaso un poco ingenuo y demócrata por sobre todas las cosas.

Tampoco se ajustaba al molde una agencia de noticias que, además de denunciar las violaciones a los derechos humanos en plena dictadura y el vaciamiento económico del país, funcionaba como herramienta de contrainteligencia. Porque la función central de ANCLA, según numerosos testimonios de quienes participaron en su factura, apuntaba a generar discordia entre las fuerzas armadas, los grupos económicos y los sectores de la Iglesia que hacían la vista gorda al genocidio y bendecían a los represores. (Ver recuadro.)

Pero Walsh era montonero. Y no sólo eso. Era oficial segundo en el área de informaciones e inteligencia de esa organización, a la que se había sumado a los 46 años. Por lo tanto cada una de las tareas que impulsaba eran orgánicas, debatidas “hacia arriba” y “hacia abajo” en la medida de las posibilidades del contexto, y eran conocidas por los distintos niveles de la organización en la que militó hasta su desaparición. Y esta pertenencia quemaba(seguía quemando, tantos años después).

Durante los años de la transición democrática, cuando su obra fue reeditada, Walsh solía representarse como escritor y periodista comprometido con las causas populares, etiqueta que evitaba incursionar en los terrenos más disruptivos de su acción política. Sin embargo basta leer sus papeles personales para advertir la enorme lucha consigo mismo para llegar a ser un militante revolucionario, y los efectos inmediatos que esta opción tuvo sobre su producción literaria, cuando el periodismo comenzó a aparecer como “el arma más adecuada” para la etapa.

“Es posible que, al fin, me convierta en un revolucionario. Pero eso tiene un comienzo muy poco noble, casi grosero. Es fácil trazar el proyecto de un arte agitativo, virulento, sin concesiones. Pero es duro llevarlo a cabo.Exige una capacidad de trabajo que todavía no poseo”, reflexiona a fines de los años 60, cuando su participación en la CGT de los Argentinos comenzaba a marcar una bisagra en las formas de su militancia política.

Más tarde la operación fue hacer de los documentos de debate con la conducción de Montoneros una ruptura política e ideológica, en una lectura sesgada que dejaba de lado los planteos del propio Walsh acerca de sus críticas, realizadas desde adentro: “Situarlas por escrito –apunta- no debe entenderse como una forma de cuestionamiento, sino de diálogo interno”. Pese a esto se le “arreglaba” la historia, se le corregía la biografía y se la hacía menos molesta: “Periodista -como él mismo había escrito para Jorge Ricardo Masetti-, sabía cómo se construyen renombres y se tejen olvidos. Guerrillero,pudo presumir que si era derrotado el enemigo sería el dueño momentáneo de su historia”.

Lo que se dejaba de lado era el progreso del propio Walsh, en el tránsito de un ejercicio de los derechos ciudadanos, reclamando justicia desde una moral individual contra el “poder arbitrario” (que se resume muy bien en el cuento elegido por Walsh para la antología publicada por Pirí Lugones en 1967,“La cólera de un particular”), hacia un Walsh revolucionario que sacudía sus“ataduras mentales” en la lucha misma. Esta elección ponía en aprietos (y sigue haciéndolo) una lectura de los 70 que separa a las personas de los proyectos, y las victimiza doblemente: como víctimas del terrorismo de Estado y como víctimas de una conducción enceguecida, perdida en el callejón sin salida del vanguardismo y la soberbia.

Sin embargo Rodolfo Walsh estaba orgulloso de haber llegado a ser un combatiente, fundiéndose y aportando a un proyecto colectivo. Esto no implicaba convertirse en un obsecuente, en un autómata reproductor de la línea gruesa de la organización ni abandonar su capacidad literaria; por el contrario, ponía sus esfuerzos críticos y autocríticos en la construcción de la organización que integraba y en su preocupación permanente por el lugar que el intelectual debía tener en un proceso revolucionario, como dejan ver sus anotaciones personales, que lo muestran en una dimensión más compleja y humana.

La recuperación de Walsh como militante revolucionario e integrante de una organización armada como Montoneros fue asomando de a poco sobre el final de los 90 (diría que todavía hoy es molesta, aunque cantidades de películas, series y libros trabajan la temática, muchas veces de manera edulcorada). Es más, desde nuestra perspectiva el Walsh guerrillero aparece desde abajo y desde la militancia, antes que desde la academia y menos desde las voces “autorizadas” de los opinólogos de la historia reciente.

Hablamos de una reivindicación desde una dimensión colectiva y totalizadora, cuyo reconocimiento paulatino estuvo encuadrado en la resistencia al menemismo, como necesidad e insumo para las nuevas generaciones. Para esto gravitaron fuerte algunos sucesos que marcaron el principio del fin del espejismo neoliberal; por ejemplo -y de manera notable, porque está directamente ligada a la voluntad de quienes se decidieron a brindar testimonio sobre ANCLA para la investigación que estaba realizando-, la masiva marcha porlos 20 años del golpe de Estado de 1976, cuando decenas de miles de personas ganaron la Plaza de Mayo contra las leyes de la impunidad.

Podemos sostener que el para entonces reciente surgimiento de la agrupación HIJOS y la metodología del escrache a las guaridas de los represores, sumada a la acción incesante del resto de los organismos de derechos humanos, empezaba a sacudir el escenario. Y en los medios esto tuvo efectos concretos: comenzó a nombrarse a los genocidas como genocidas y a la dictadura como dictadura, dejando de lado los suavizantes “presidente de facto”y “gobierno militar”. Una camada de trabajos, memorias e investigaciones comenzaron a circular, facilitando la difusión de lecturas menos maniqueas que,aunque sin superarlo del todo, apuntaban y desarmaban la paralizante y derechista Teoría de los Dos Demonios.

Para esa época comenzaba a surgir también el “cine piquetero”, un cine que nacía de las luchas de los amplios sectores desplazados por las privatizaciones, el saqueo y la extranjerización de la economía. Impactaba la crudeza de Diablo, familia y propiedad, del Grupo de CineInsurgente, una de las películas que mejor representan la resistencia al neoliberalismo. Estableciendo una relación de continuidad entre la dictadura militar, las complicidades civiles y el proyecto menemista, el largometraje narra los crímenes en el Ingenio Ledesma, en Jujuy, una de las provincias más castigadas por la crisis y territorio de las primeras puebladas.

En una entrevista a su director, Fernando Krichmar, me decía que ya estaban “podridos de los filmes de explotación del tema de los derechos humanos que terminan en una cosa llorosa, bajoneante, y que contrabandean o laTeoría de los Dos Demonios o el derrotismo. Queríamos hacer una película que terminara para arriba, no generando falsas ilusiones pero dejando en claro que la única forma de cambiar esto es con la lucha”.

La investigación sobre la agencia clandestina ANCLA está en sintonía con este planteo. Siento que ese encuentro, que suponía perspectivas similares de reivindicación de los proyectos revolucionarios de los 70 como proyección hacia las construcciones militantes actuales, nos acompañó y colaboró con cantidad de intentos político culturales posteriores. Desde la participación en las jornadas del 19 y 20 de diciembre hasta la formación deArgentina Arde; desde los cortes de ruta con los movimientos piqueteros en elGran Buenos Aires de los 90 hasta las asociaciones de documentalistas que van de ADOC a la actual DOCA, y la fundación de Barricada TV, el canal 5 de Almagro que levantamos en una fábrica recuperada, la metalúrgica IMPA, en el centro porteño.

En esa misma línea podemos decir que ANCLA y Walsh mantienen en la actualidad un lugar importante para quienes pensamos el problema del poder popular, y dentro de esto el papel que cumple la comunicación en el proceso de transformación social. Porque Walsh y su obra siguen siendo objeto de tironeos:la recuperación kirchnerista suaviza sus aportes, domestica el ejercicio de la crítica, lo hace menos disruptivo. Así el “periodismo militante” se vuelve una mueca de lo que fue.

Los materiales de Walsh (todos: las investigaciones periodísticas,sus cuentos, los artículos en diarios y revistas, su trabajo en Prensa Latina,el Semanario CGT-A, Noticias, ANCLA, CadenaInformativa; sus notas personales, las entrevistas) muestran una atención clara sobre el tema de la verdad. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no le interesaba una práctica periodística para editorializar, o solamente de propaganda, y mucho menos obsecuente. En cambio, se observa en su trayectoria una preocupación constante por chequear la información, por diversificar las fuentes, por hurgar en el detalle construyendo un discurso periodístico de contrainformación capaz de ser apropiado por las clases y grupos populares, y serles útiles en el camino de la emancipación.

En este sentido se vuelve urgente otra recuperación de la figura de Walsh, que escape a la facilidad de la canonización y a la superficialidad simplista para devolverle todo lo que tiene de incomodidad, haciendo eje en las contradicciones. No debemos pasar por alto que todo el proceso que vivió –desde la decisión de escuchar al “fusilado que vive” en un bar de La Plata en lugar de seguir con su partida de ajedrez, hasta la opción por impulsar herramientas de comunicación dentro de la inteligencia montonera que aportaran a horadar la unicidad de las fuerzas represivas durante la última dictadura militar-,implicó un fuerte debate con las formas culturales de la burguesía, y con su propio habitus de clase.

Carlos Aznárez, quien militó con él en ANCLA junto con un grupo de montoneros, ubica las enseñanzas de Walsh en los medios alternativos y populares actuales, en la contrainformación que él mismo ejerce desde el periódico que dirige, Resumen Latinoamericano. En una entrevista realizada por el poeta Vicente Zito Lema en la Universidad de los Trabajadores,en IMPA, como parte del programa Épocas realizado en co-producción entre Barricada TV y Canal 4 Darío y Maxi, Aznárez afirma que “todavía tenemos mucho que hacer en este campo (…). (Héctor) Magnetto, (Sergio) Spolsky tienen todos los recursos económicos, pero están atados ambos a un mismo discurso único. Frente a ciertos temas dicen prácticamente lo mismo”.

“Nosotros no tenemos recursos -continúa-, tenemos mucho entusiasmo, pasión para hacer lo que estamos haciendo. Y no nos encuadramos dentro de una sola lectura: somos autocríticos cuando hay que serlo, y también somos muy críticos con respecto al sistema permanentemente”. En este periodismo, que en la palabra de Zito Lema es el “periodismo de la dignidad, el periodismo que pone en acto la verdad sin miedos”, seguramente nos encontremos con un Rodolfo Walsh mucho más vivo y guerrillero que en un museo.

NataliaVinelli
@NataliaVinelli
@BarricadaTV

Recuadro
La agencia ANCLA

LaAgencia de Noticias Clandestina ANCLA, orientada por Rodolfo Walsh en el marco del Departamento de Informaciones e Inteligencia de laSecretaría Militar de Montoneros, fue concebida como una herramienta política ofensiva dentro de la resistencia a la dictadura militar. Para esto se propuso tres objetivos, que respondían a esa coyuntura altamente represiva: “informar a los que informan”, denunciar las violaciones a los derechos humanos y el vaciamiento económico del país y, finalmente pero central en la definición política de la agencia, funcionar como herramienta de acción psicológica contra el poder económico y militar.

Por eso ANCLAse vistió con una aparente autonomía respecto de Montoneros, construyendo una identidad difusa y encuadrándose en un criterio de autonomía táctica y subordinación estratégica que le brindó un importante campo de acción para actuar frente a la coyuntura, pero que a su vez expresaba una decisión orgánica de Montoneros sobre el rol que la misma debía cumplir: dificultar el despliegue inicial de la embestida militar, teniendo en cuenta el feroz bloqueo informativo que se iba a producir.

La agencia venía a representar la necesidad de un medio eficaz no sólo en cuanto a la circulación de información, sino sobre todo en tanto instrumento de contrainteligencia: ANCLA tenía que ser un espacio disimulado en términos de pertenencia política que, a la vez de informar, dirigiera buena parte de sus esfuerzos a actuar dentro del corazón mismo del poder. En este sentido respondía a una línea, pero no se presentaba como un órgano oficialmente partidario.

Para cumplir con esta función de “sembrar la discordia” entre las distintas fracciones de las clases dominantes y fuerzas represivas,ANCLA contaba con un importante bagaje informativo. Por un lado manejaba el archivo periodístico del diario Noticias,y recopilaba y analizaba los informes publicados por la prensa legal; por el otro, cada frente de Montoneros hacía llegar las novedades a través de los canales orgánicos. La información se completaba con los datos arrojados por las interceptaciones a la red de comunicaciones de las fuerzas represivas. Esta actividad se denominaba “escucha”, ya que implicaba escuchar cotidianamente las transmisiones de las redes de las fuerzas de seguridad y desentrañar sus códigos para adelantarse a operativos y secuestros.

A partir del mes de junio de 1976 empezaron a llegar por correo postal cables informativos a los periodistas de los principales diarios del país, a los corresponsales extranjeros, a los miembros de la Iglesia, de las Fuerzas Armadas y de los grupos del poder económico cómplices de la dictadura, llegando a enviarse regularmente cerca de 200 cables con el sello de ANCLA hasta junio de 1977.Para esa fecha culmina su etapa orgánica, tras las caídas (entre ellas la del propio Walsh) y las salidas al exterior, que dificultaron su continuidad. Poco después sus servicios fueron reanudados por un grupo de periodistas encabezados por Horacio Verbitsky, pero fuera de la estructura montonera y con objetivos más acotados. Así se mantuvo funcionando hasta fines de 1978.
           
* Natalia Vinelli.Publicado en Revista Sudestada de colección nro. 10, Buenos Aires, 2014.

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