Suecia, el Mundial de los Pueblos, la contracara de Brasil 2014


Déborah Maniowicz / Mariátegui
06/06/14

La contracara de Brasil 2014. Doce equipos no afiliados a la FIFA juegan su torneo en Suecia. Hay desde poblaciones arrasadas como Darfur hasta los separatistas del norte de Italia. La historia del hermano de Balotelli.


Todos hablan del Mundial. De lo peligroso que está Río de Janeiro, de la plata “desmedida” que invirtió el gobierno de Dilma Rousseff en estadios e infraestructura habiendo tanta pobreza. Se repiten discusiones sobre los convocados de Sabella, los lesionados y los favoritos para llevarse la Copa. Después de cuatro años de espera, cuando esta revista esté en la calle sólo faltarán seis días para el Mundial. Y todos los ojos miran a Brasil. O casi. Porque a kurdos, lapones, arameos y occitanos, entre otros pueblos, poco les importa ese resultado. Sus miradas están puestas en Östersund, Suecia, donde se lleva adelante el mundial de los “sin bandera”, la competencia entre doce etnias sin tierra, con lenguas en desuso y tradiciones ancestrales.

Es el sexto campeonato que realizan. La planificación está a cargo de la Confederación de Asociaciones de Fútbol Independientes (CONIFA por sus siglas en inglés). Si bien la competición no está en la agenda de los mandatarios y los partidos no se transmiten por cable, hay millones de personas en todo el mundo hinchando por su equipo. Y, quizás más aún que en Brasil, acá todos los jugadores sienten sus colores y pelean por defender lo propio.

Se trata de un torneo por invitación en el que ninguna selección debe estar afiliada a la FIFA, que –salvo excepciones, como Catalunya y Gibraltar– sólo admite a Estados reconocidos por Naciones Unidas. Del torneo participan doce equipos –Kurdistán, Arameo, Tamil Eelam, Abjasia, Laponia, Occitania, Padania, Osetia del Sur, Darfur, Nissa, Nagorno Karabaj y Ellan Vannin– y todo el campeonato se desarrolla en una semana –del 1 al 8 de junio–. Los equipos están divididos en cuatro grupos, los que salgan primeros de cada serie clasifican a cuartos de final y de ahí se van eliminando hasta que se consagre un ganador.

En realidad, los equipos invitados inicialmente no fueron exactamente esos doce. También se había contemplado que estuviera Zanzíbar, pero finalmente el equipo no obtuvo los visados de Tanzania para entrar en Suecia y fueron obligados a retirarse del torneo, siendo reemplazados por Nissa. Otro de los que podría haber participado es Quebec, pero el equipo canadiense se bajó a último momento.

En muchos casos, las selecciones se forman como excusa para seguir tendiendo lazos entre comunidades dispersas en varios países, como los tamiles –que suman 3 millones de personas dispersas en India, Sri Lanka, Malasia y muchos otros países–, los kurdos –40 millones entre Irak, Irán, Siria y Turquía– y los occitanos –500 mil dispersos en Italia, Francia, España y Mónaco–.

Si bien hay pueblos que están mejor posicionados que otros –Laponia no tiene problemas financieros, mientras que Darfur sigue devastada–, la CONIFA cubre el viaje, hospedaje y gastos para 25 miembros de cada delegación. La entidad se financia con donaciones y sponsors privados. Según cuentan sus directivos, planean incorporar en los próximos años competiciones de fútbol femenino y para discapacitados.

La competición siempre se realiza en lugares donde existe algún conflicto territorial. El primer torneo se jugó en 2006 en Hyéres, al sur de Francia, donde vive gran cantidad de occitanos. Ganó Laponia. En Östersund, la sede de este año, vive la mayor parte de la comunidad lapona (también están ubicados en Noruega, Rusia y Finlandia). Padania, el máximo campeón (tiene tres títulos), juega financiada por el partido independentista del norte de Italia Lega Nord. Este año los favoritos son Laponia y Kurdistán (un pueblo sin Estado con más de 40 millones de personas), ganador del anterior mundial.

Mientras el mundo mira a Brasil y 32 equipos sueñan con ganar la Copa en la casa del más ganador en la historia de los mundiales, hay otros 12, con menos reconocimiento mediático, sin sponsors ni premio millonario, que anhelan llevarse el aplauso en los fiordos escandinavos. Tal vez la copa que levanten no sea tan llamativa ni el equipo victorioso sea recordado ni pase a ser parte de la historia universal de la FIFA. Pero antes del inicio de cada partido, todos vestirán sus colores, pondrán su mano en el pecho, izarán sus banderas y cantarán su himno. Es una forma más de lucha, de instalar los reclamos en los medios de comunicación de todo el mundo y de dar otro paso en la búsqueda de autonomía.

Hermanos desunidos

En la historia del fútbol hay varios casos de hermanos que jugaron para equipos o países distintos. Los Milito se enfrentaron en varias ocasiones cuando Diego jugaba en Racing y Gabriel en Independiente: incluso uno marcaba al otro. En el Mundial de Brasil se destacan los Prince Boateng, que no sólo juegan durante todo el año en equipos distintos sino que ahora representan seleccionados diferentes: Kevin jugará para Ghana, mientras que Jérome buscará la copa por Alemania.

Pero el caso más raro se da justamente entre los dos mundiales: el de la FIFA y el de los equipos sin tierra. En Brasil jugará Mario Balotelli (foto), representando a Italia, mientras que en la Copa del Mundo de CONIFA juega su hermano menor, Enoch, como delantero para la selección de Padania, enfrentándose a Darfur y Osetia del Sur. Sin embargo, Enoch utiliza el apellido Barwuah, que es del padre de ambos: Mario fue criado con otra familia y la vida los llevó por caminos diferentes. El sueño de ambos, dicen siempre, es cruzarse algún día en un campo de juego.

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