Brasil. “No voy a caer”, dice Dilma Rousseff ante ofensiva destituyente


La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, enfrentó en forma vehemente ayer la iniciativa que se ha lanzado desde la oposición para despojarla del cargo mediante un juicio político por improbidad administrativa o mediante una baja de su popularidad.


Pablo Giuliano
Mariategui
Foto: AFP
08/07/15

“No voy a caer. Esto es simple, es lucha política. Las personas caen cuando están dispuestas a caer y yo no lo estoy, no hay base para mi caída, que lo intenten. No tengo miedo ni me aterrorizan”, afirmó Rousseff en una entrevista con el diario Folha de Sao Paulo en la que respondió a las especulaciones sobre una eventual salida del cargo.

Desde los grandes medios, los analistas económicos, la ultraderecha y hasta el expresidente Fernando Henrique Cardoso se ha alentado la posibilidad de una salida de Rousseff. Por lo pronto ya ha fracasado el intento de impeachment por el escándalo de corrupción de Petrobras. Un sector apunta ahora a un juicio político por haber realizado maniobras fiscales en el presupuesto para cubrir saldos negativos. “Eso es una posición algo golpista, ¿no? Confundieron deseos con realidad”, aseguró y aclaró que no todos los opositores son destituyentes.

La mandataria dijo que su resistencia dentro del marco institucional es más fácil que cuando estuvo presa cerca de tres años, entre 1970 y 1972, lapso en el cual los agentes de la dictadura militar la torturaron 22 días seguidos, luego de ser capturada por los uniformados en movimientos de resistencia al régimen de facto.

La campaña llega a tal extremo que desde las redes sociales se ha difundido la versión de que Rousseff se  suicidará por la caída de su popularidad y su escaso poder de maniobra frente a sus propios aliados y a la crisis política del Partido de los Trabajadores (PT), tal como lo hizo en 1954 Getulio Vargas frente a una conspiración golpista.

“No quise suicidarme en aquel momento en la cárcel, en el cual me querían matar, cuál es el motivo para hacerlo ahora. Fue 100.000 veces peor ser presa y torturada. Vivimos en democracia y esto no es una tortura, esto es la lucha para construir un país”, contestó la gobernante.

La encuesta de Ibope de la semana pasada le adjudicó un 9% de popularidad a la presidenta, que en octubre pasado fue reelecta con el 53% de los votos frente a Aécio Neves, senador y titular del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

El fin de semana pasado, en la convención del PSDB, Neves fue ratificado como presidente de la agrupación y dijo que “el gobierno de Dilma puede ser más breve de lo que muchos imaginan”. Su mentor político, Fernando Henrique Cardoso, presidente entre 1995 y 2002, arriesgó: “Estamos listos para asumir”.

La crisis política de Brasil -con ultraconservadores dominando el Congreso y un ajuste fiscal en marcha, más el escándalo de corrupción en Petrobras- ha afectado a la actividad económica, por lo que Rousseff lanzó un programa pedido por los sindicatos para neutralizar despidos hasta fines de 2016, que incluye reducción de jornada laboral y de salario, pero al mismo tiempo el Estado compensará la caída en los salarios de la clase media.

“Estoy luchando incansablemente para superar un momento bastante difícil en la vida del país”, sostuvo Rousseff al aceptar las declaraciones de su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, de que el gobierno está en el “volúmen muerto” de popularidad e iniciativa. “Yo no critico a Lula, el presidente Lula tiene derecho a decir lo que quiera”, le respondió.

La mandataria volvió a desvincularse de los escándalos de sobornos de empresas constructoras a cuatro ejecutivos de la estatal Petrobras que habrían además donado dinero a las campaña de partidos políticos opositores y oficialistas. Joao Vaccari, extesorero del PT,  está preso por recibir donaciones legales pero de origen dudoso por parte de las constructoras.

La presidenta volvió a cuestionar el sistema de investigación del juez Sergio Moro, quien ha encarcelado a directivos de empresas constructoras que confesaron corrupción, como UGT, Engevix y Camargo Correa, a las que convirtió en delatores para aliviar sus condiciones de detención.

El último preso de renombre fue el presidente de Odebrecht, Marcelo Odebrecht,  quien niega los cargos de sobornos y lavado de dinero.

Rousseff insistió en que la oposición camina por el lado equivocado cuando quiere vincularla a la corrupción en Petrobras, empresa de la cual fue presidenta durante la gestión Lula. (telegrafo.com.ec)

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