Perú. Fanny Palacios y su pintura trepidante


No concibo una pintura –ningún arte- sin que, siempre, deje de estar presente el espíritu, el alma de su creador, su irreversible y solidaria visión del universo; lo que los paisanos de Heidegger llamaban la weltanscchauung (la “concepción del mundo”,” la cosmovisión”: para mayor información – los periodistas aunque muchos no lo practiquen hoy en día, somos, asimismo, difusores de cultura-; en fin, decimos que este concepto fue acuñado por el filósofo Immanuel Kant).


Winston Orrillo 
Mariátegui
24/05/16


Ya va a venir el día./ Ponte el alma
César Vallejo


No soy, no creo en el arte impersonal, mecánico, gaseoso; o, de repente, ahíto de una presencia  que, sin embargo, se halle lejos de la personalidad del artista, de sus sueños, de sus preocupaciones cotidianas; de lo que, por usar una fórmula sobradamente conocida, se llama “el compromiso”.

Lo anterior como introito a la que hemos llamado “trepidante” pintura de Fanny Palacios Izquierdo. 

Si nos molestamos en acudir al diccionario –hay que hacerlo de vez en vez- encontraremos que “trepidante” es que trepida, que tiembla (o nos hace temblar que, para el caso, es lo mismo).

Y ¿qué es lo que nos hace temblar en esta pintura de una joven artista peruana, amazónica para mayor detalle, pues nació en Luya?


En primer lugar el uso del color, la paleta densa, que dilacera las figuras sobre las que se fija: uno, realmente, no puede quedar indiferente ante la penetración, en la personalidad de los habitantes de un mundo que –lo sabemos- es especialista en esquilmarlos; mas nunca, en las expresiones de estas mujeres, hombres, niños, hay atisbos de genuflexión: sus miradas nos devuelven la esperanza en que este mundo atrabiliario debe cambiar, va a cambiar. 

Nosotros lo estamos haciendo cambiar.

Y el camino que nos muestra Fanny es el de la invicta presencia de rostros, talles y tallas, actitudes de nuestro pueblo trabajador, de su indeleble arraigo en  un orbe que, necesariamente, debe ser distinto, y distante del universo que el capitalismo tanático quiere destruir irreversiblemente, pero no sin antes sacarle hasta la última gota de “utilidades”.

Fanny no es una pintora académica: el arte lo aprendió bajo la certera batuta del gran Bruno Portuguez, su esposo, otro descubridor y emprendedor en el camino destellante de un universo que debemos cambiar, porque es la única forma de salvarlo del acabamiento al que lo conduce el actual Establishment.


Un aspecto que no puedo dejar de mencionar al repasar sus catálogos es la permanente dignidad de sus personajes, de sus “modelos”, aun cuando se note la precariedad económica de los mismos.

Punto cenital son las miradas, los ojos que, ya, nunca nos abandonarán, en medio del tráfago de una vida que tiene de todo menos de “descansada”, según el verso español: “¡Qué descansada, vida, /la del que huye del mundanal ruido…”

Con más de quince exposiciones individuales, Fanny Palacios, asimismo, es la factótum en la entrañable Casa-Museo José Carlos Mariátegui, donde ejerce el cargo de Secretaria General de la Asociación “Amigos de Mariátegui”.

La canción dice: “¡Y cómo lo hace…”, pues su trabajo plástico es incoercible.

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