La Princesa Paca. Seguimos esperando a Rubén Darío


La reciente producción de Televisión Española dirigida por Joaquín Llamas, es una versión dulzona de la historia de amor de Rubén Darío y Francisca Sánchez, que se desarrolla a fines del siglo XIX en un Madrid deprimido tras el desastre de la pérdida de las colonias españolas, un París cosmopolita y frívolo apenas sugerido, y una Managua señorial, atrasada y brujeril.


Marcela Pérez Silva
Mariátegui
17/04/17

Basada en la homónima novela de Rosa Villacastín (nieta de Francisca Sánchez), esta miniserie logra ser aún más light que el libro. Aunque más allá de las licencias históricas que se toma y el maniqueísmo de los personajes, la producción, como dicen en Nicaragua, "se deja ver" y por momentos emociona.

Se trata de un bildungsroman femenino, que narra el florecer de la protagonista: una joven española que, de pronto, se encuentra entre dos siglos y entre dos culturas, marcada por dos modelos de mujer: una madre campesina que encarna la tradición castiza y patriarcal, y la escritora Emilia Pardo Bazán, que encarna a la intelectual que reivindica sus derechos.

Francisca Sánchez del Pozo (interpretada por Irene Escolar) es la hija analfabeta del jardinero del rey, que se enamora de Rubén Darío, el gran poeta de Nicaragua que ha deslumbrado a la intelectualidad de España (interpretado por Daniel Holguín). La joven Paca pone todo su empeño en aprender a leer y educarse para poder tener acceso a los altos círculos en los que el escritor y diplomático se mueve. Pero él es casado, lo cual obliga a Paca a enfrentarse a su propia familia y desafiar las rígidas normas sociales de su época. Toda la trama gira alrededor del imposible divorcio de Rubén y la confabulación maligna de ultramar, que impide que Paca y su Príncipe de las letras, coman perdices.

La historia viene enmarcada dentro de otro espacio narrativo que sucede en 1956, cuando una Francisca anciana, viuda ya de Darío y vuelta a casar (con el abuelo de la autora de la novela), recibe la visita de una pareja que la convence de ceder a la posteridad el baúl en el que ha guardado durante medio siglo los manuscritos, cartas y recuerdos de su vida al lado del poeta.

Entrañables los amigos españoles de Darío: sobre todo Ramón de Valle-Inclán (interpretado por Israel Elejalde) y Antonio Machado (interpretado por Alejandro Albarracín). Echamos de menos a Amado Nervo, que en el libro tiene una presencia importante.

Insoportable el acento colombiano de los personajes nicaragüenses, la caricatura de la bella y malvada esposa de Darío (interpretada por Miriel Cejas), y los peluquines de la Pardo Bazán (interpretada por Ana Wagener) y de Paca anciana (interpretada por Petra Martínez).

Con una linda fotografía y grandes recursos técnicos (excelentes el vestuario, la música, las locaciones y la reconstrucción histórica de los decorados), es una lástima haber desperdiciado tan sugerente tema, con un enfoque demasiado superficial.

Seguimos esperando la película que nos cuente de la apasionante vida del poeta que marcó, con hondura y claridad política, el quiebre hacia la modernidad de la América nuestra. Que inspiró a los lectores de las dos orillas que adoraron sus versos, y a los escritores de todos los tiempos, que lo reconocieron como libertador de la lengua y creador de una sensibilidad nueva.

Seguimos esperando a Rubén Darío.

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