Perú. El hombre y el gato


En algunas culturas antiguas de la civilización, les rendían culto a los gatos. Para continuar con esa tradición el escritor Winston Orrillo ha publicado el 2do libro de Benita. Una muestra de cariño a su felina y a la poesía.

  
Revista Mariátegui
14/09/17

“Dicen que acariciar a un gato alarga la vida. Quizás esa superstición se debe a la percepción de que acariciar un gato produce un placer vivificante. No es sólo la suavidad sedosa de la piel. A medida que vamos pasando la mano una y otra vez por el pequeño bosque de pelo cálido, notamos un suave calor, una tibieza que se difunde desde el plexo solar hasta el centro del pecho”, afirma la escritora e investigadora española, Paloma Díaz-Mas, en su libro Lo que aprendemos de los gatos.

Esa ternura y sensibilidad la confirma Winston Orrillo, porque en su caso Benita, le da una mirada y le brinda una comprensión que resulta allende a la amistad que él tiene, incluso, con seres humanos. “Es una experiencia que he tratado de captar en el libro”, confiesa.

Con Winston conversamos en su escritorio, donde me muestra los apuntes del libro que prepara, entonces Benita extiende sus patitas, se comunica y pide atención, sólo para ella, claro está.

Para Orrillo su gata es como un ser humano que no resiste que uno este a su lado y le sea indiferente como si fuese un objeto.

“El gato es muy independiente, es decir, uno no está con el gato, más bien el gato está con uno. No es que uno acaricie al gato, sino que el gato lo acaricia a uno, y Benita hace realmente lo que quiere”, explica. 



José Beltrán, poeta, destaca que este libro humaniza, es ecológico, está lleno de vida y nos invita a la reflexión, sobre todo, para los trabajadores de la palabra, que viven acompañados de este animalito grandioso.

En los versos del 2do libro de Benita, Winston quiere explicar que de ninguna manera el gato tiene la condición de objeto, porque además de inteligentes son sutiles y astutos. El gato -afirma Orrillo- es un animal muy poético por inaprensible, por ingrávido, camina como si lo hiciera por el aire. Para mí es de una compañía imponderable.

El escritor Eduardo González Viaña admite: “estos poemas nos hacen sentir de que manera Winston se ha comunicado con los animales, ha sentido la unidad permanente que hay entre hombre y naturaleza, a través de ello, ha percibido el mensaje, el lenguaje de los gatos, y eso está sólo en animales que transcurren fuera del tiempo”.

En el escritorio, uno encima del otro están acomodados cuatro diccionarios de la Real Academia Española (Diccionario Esencial de la Lengua), al costado el Diccionario de Dudas y Dificultades de la Lengua Española de Manuel Seco, además uno de inglés, otro de francés, y uno de latín. El escritor argumenta su insistente uso: “Porque la lengua se internacionaliza mucho, y en el caso nuestro como periodistas, sabemos que el periodismo es una suerte de docencia amplia”.

—Cuéntanos cómo ha sido el trabajo de escribir el libro, y el estilo, que se puede leer como si fuese un relato único. 

—Yo parto de una frase de uno de los grandes poetas del siglo XX, el francés Paul Valery, quien dijo que “No hay poemas acabados sino abandonados”. Abandonados, significa que ya no puedes seguir corrigiendo porque yo por ejemplo con el 2do libro de Benita cambiaba un adjetivo por un adverbio y poco a poco iba encontrando el trabajo literario, el trabajo de expresión de la poesía, que es la expresión del trabajo creador con el lenguaje.

Las ideas que son la materia prima hay que meterlas en un lenguaje y he ahí el problema, la poesía tiene que decir la mayor cantidad de aspectos con el menor número de palabras, y que no puede ser cambiado, que es el resumen. Como los poemas son para siempre hay que trabajarlos hasta la saciedad. La poesía y el trabajo literario es un trabajo grande. Es un trabajo muy intenso que hay que tomarlo con la mayor responsabilidad que es como yo lo hago.

A Winston Orrillo el tema de su gata le es inexhaustible. El 2do libro de Benita lo ha escrito varias veces, le ha servido para encontrarse a mí mismo, para leer poesía y para seguir escribiendo poesía. 

  

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