La Misa Campesina Nicaragüense en el Perú


Y hablar de Dios es, justamente, lo que hacían en los barrios pobres de Managua las comunidades eclesiales de base que buscaban adaptar el mensaje liberador de Jesús a su realidad.


Marcela Pérez Silva *
Mariátegui 
14/02/18

Dice el padre Gustavo Gutiérrez que el mejor lenguaje para hablar de Dios es la poesía. 

Y hablar de Dios es, justamente, lo que hacían en los barrios pobres de Managua las comunidades eclesiales de base que buscaban adaptar el mensaje liberador de Jesús a su realidad. Y era de Dios que hablaban los campesinos, pescadores y pintores de la Comunidad de Solentiname, que interpretaban el evangelio en aquel remoto archipiélago del Lago de Nicaragua. Hablaban de Dios en la lengua del pueblo: en el lenguaje sencillo, prístino y profundo de la poesía popular. 

Es hasta ellos que llega Carlos Mejía Godoy, grabadora en mano, y recoge de boca de los obreros, de las amas de casa, de la gente del barrio, la buena nueva. Y con esas joyas poéticas compone la Misa Campesina Nicaragüense.

Corre el año de 1975 y no hace mucho que la misa ha dejado de ser en latín. El Concilio Vaticano II promueve el respeto a las tradiciones musicales y el canto: expresión natural del alma de los pueblos. Resuenen las voces de los fieles, proclama la Sacrosanctum Concilium. Pablo Martínez Téllez, el Guadalupano, lo traduce a su manera en el “Canto de Meditación”: Canten pijules, zanates y pocoyos/ canten los chichiltotes, los saltapiñuelas y el alcaraván/ que cante el colibrí, canarios y chocoyos/ juntos con el macuá/ canten felices todos.

Por esos años, el padre Miguel d’Escoto encuentra a Gustavo Gutiérrez escribiendo lo que será un texto fundamental del pensamiento latinoamericano. Es él quien publica, en 1973, la primera edición de Teología de la liberación: perspectivas. Uno de los muchos lazos que unen a nuestros dos pueblos.

En el Perú, las comunidades del sur andino ensayan la innovación. La eucaristía es un banquete, dicen, y la celebran con pan hurk’a y chicha endulzada con canela y chancaca. El trabajo compartido es una alegría y una bendición que se ofrece a Dios en comunidad. Se alaba al Apu Yaya Jesucristo con sikuris, con bombos, con bandas de música.

Lo mismo hace en Nicaragua la Misa Campesina con sus instrumentos autóctonos: Hoy te glorificamos, Señor con las marimbas/ con violines de ñámbar, sonajas y atabales/ con chirimías, quijongos y zambumbias… Incorpora los ritmos del folklore nicaragüense: la mazurca segoviana, el son nica, el son de pascua, el son de toros. Hilvana con maestría las melodías del propio acervo musical: "La mora limpia", "La perra renca", "La chancha flaca", "La mama Ramona". Hace poesía del habla cotidiana: por eso es que te hablo yo/ así como habla mi pueblo... Ensambla los elementos en los que se expresa la identidad nicaragüense y pinta los colores del paisaje de su tierra, evocando sus frutos, sus pájaros, sus peces, sus comidas, sus pueblos, sus bailes, sus apodos y sus tradiciones. 

La Misa Campesina es, como quería Gustavo Gutiérrez, una carta de amor al Dios de los pobres: el Dios humano y sencillo (...) que suda en la calle, (...) de rostro curtido (…) El Cristo trabajador. A ese Dios compañero no se le implora ten piedad. Se le dice: identifícate con nosotros. ¡Solidarízate! Y él, que conoce de cárcel y de torturas, atiende el canto de su pueblo que le pide: libéranos del yugo, danos la libertad. 

La experiencia pastoral nicaragüense coincide con lo que se viene haciendo en el Arzobispado del Cuzco, en Sicuani, en Puno, en Ayaviri, en Juli. A través de la radio, se difunde la Misa Campesina en Huamanga, en Huancavelica, en Moquegua, en Tacna. Dice Leo Casas Ballón, artista popular, etnomusicólogo y hombre de radio:

La Misa de Nicaragua abonó nuestra fe en la liberación, teniendo como bandera a Cristo, que jamás predicó la resignación sino la dignidad y la libertad conquistadas empuñando el azote justiciero. Como la arguediana quinua de mil colores, la esparcimos en tierra fecunda y se multiplicó.

La Misa Campesina es un canto profético, un canto liberador (Somoza lo sabía bien, por eso la prohibió) que toma partido a favor de la justicia, contra el opresor; y anuncia al hombre nuevo, la nueva sociedad que entre todos construiremos en el amor a Dios y a la comunidad.

Cuarenta años después de su creación, la Misa Campesina Nicaragüense se ha vuelto universal y ecuménica: la cantan las iglesias católica, metodista, luterana, bautista y griega ortodoxa. Ha sido traducida a siete idiomas, a las que hoy viene a sumársele esta versión que con orgullo presenta la Embajada de Nicaragua en el Perú. 

Se trata de un esfuerzo colectivo que el talento y la solidaridad de los artistas peruanos han hecho posible: la Misa Campesina Nicaragüense interpretada por el Ensamble de Instrumentos Tradicionales del Perú, con arreglos y dirección del maestro Armando Becerra Málaga y los coros traducidos al quechua por la joven soprano ayavireña, Edith Ramos Guerra.

El Ensamble de Instrumentos Tradicionales del Perú, que dirige el maestro Wilfredo Tarazona, es uno de los elencos estables de la Escuela Nacional Superior de Folklore José María Arguedas: una orquesta de cámara que agrupa instrumentos ancestrales como sikus, quenas, quenachos y bombos, instrumentos mestizos como charangos, guitarrones y arpas andinas, junto a otros, de origen europeo, como guitarras, violines, mandolinas y acordeones. A ellos se suman las voces de Marcela Pérez Silva, Magali Luque, Consuelo Jerí, Leo Casas y Edith Ramos que entonan los cantos en castellano nicaragüense, además de dos lenguas amerindias: el miskito y el quechua. El resultado es magnífico: las sonoridades andinas aunadas a la alegría de las melodías nicaragüenses le confieren a la Misa Campesina una profundidad de matices y una fuerza interpretativa excepcional.

Para terminar, deseo expresar mi gratitud. En primer lugar, al pueblo victorioso de Nicaragua que sigue encarnando la utopía. A nuestro Gobierno sandinista y al comandante Daniel, que creyó en nosotros y nos apoyó en todo momento. A Carlos Mejía Godoy, hermano de viento, de canto y de luz, que con la belleza y la verdad de sus canciones nos hizo conocer Nicaragua, nos enseñó a amarla y respetarla, y creó la banda sonora de la Revolución más linda del mundo. Al invencible equipo de la Embajada de Nicaragua en el Perú, para quienes la frase no se puede carece de sentido. Y, finalmente, a los brillantes artistas que nos acompañaron en esta aventura, entregando generosamente su tiempo y su talento, con entusiasmo, mística y compromiso.

Como dice Gustavo Gutiérrez: la Gloria es aquí, si nuestras voces se elevan unidas hasta alcanzar el cielo.

Lima, marzo de 2010 - Solentiname, 1 de enero de 2018

* Embajadora de Nicaragua en el Perú

Comentarios