Bolivia: Antonio Peredo Leigue: Periodista y político a carta cabal




Carlos Soria Galvarro / Mariátegui
Foto: noticiasfides.com
12/10/12

Antonio contó alguna vez que su afición por la escritura se inició posiblemente cuando, aún adolescente, trabajó de “cajista” en una imprenta artesanal de Trinidad. En el viejo oficio tipográfico, los cajistas eran los encargados de levantar a mano los “tipos” para alinearlos según el texto generalmente manuscrito que tenían delante y que debían armar “en letras de imprenta”. Una vez realizada la impresión efectuaban la operación inversa, devolver los tipos a sus respectivos compartimientos de la “caja” que los contenía. Ambas tareas demandaban destreza, agilidad, concentración y, quien sabe, cierta relación sensual con las letras de molde.

Antonio era un muchacho que leía con avidez libros de aventuras y textos socialistas que despertaron en él precoces inquietudes políticas, encauzadas entonces por el PIR (Partido de la Izquierda Revolucionaria). También le oímos contar que ese partido, por lo menos en la capital beniana, era una agrupación compuesta mayoritariamente de jóvenes, muchos de ellos casi niños, como sus hermanos menores “Inti” y “Coco”. 

En tales circunstancias, de tipógrafo a periodista sólo había un paso. Antonio empezó a escribir, a “componer” y a imprimir sus propios textos, tal vez encendidos alegatos en pro de la justicia social, en defensa de los pobres, condenando a las oligarquías de la época.

Lo uno no va sin lo otro

Es imposible, entonces, trazar un perfil de Antonio Peredo Leigue, sin apelar a esas dos condicionantes básicas que marcaron su vida: la del periodista y la del político. A tiempo de condenar los criterios autoritarios, arbitrarios y anacrónicos que reducen al periodista a un simple escribano, decía “No comparto la presunción de que el periodista debe ser apolítico e ideológicamente neutral. Tratándose de un orientador, lo menos que puede esperarse de él es que, por sobre todo, esté orientado; en otros términos que tenga posición definida respecto a los grandes e incluso pequeños temas de la sociedad. Esa posición, que todo ser humano asume, como partícipe de la sociedad, es lo que se llama política”.

Y para que no quepa duda al respecto concluía. “Desde sus convicciones y preferencias, con su propio punto de vista, el periodista hará la noticia, aplicará el análisis, desarrollará la interpretación, expondrá su opinión. La única condición es que sea honesto, con el público y consigo mismo”. Y Antonio lo fue en sumo grado. Tenía arraigadas convicciones políticas que jamás amoldó a las circunstancias. Contra viento y marea, en las buenas y en las malas, en dictadura o en democracia. 

Mantuvo en alto su condición de periodista con tal dignidad que nunca necesitó ni recabó papel alguno para acreditarlo. Es más, hizo honor a su formación autodidacta enseñando periodismo en la Universidad de San Andrés, sin poseer títulos académicos (tras los cuales se esconden infinidad de mediocres acartonados) y lo hizo con indiscutibles merecimientos que le valieron el reconocimiento general.

Maestro del oficio

Quienes trabajamos con él no dejábamos de asombrarnos de la rapidez y pulcritud con las que escribía. Sus textos casi “en limpio”, escritos a máquina pues aún no se trabajaba en computadora, por lo general no necesitaban correcciones ni borrones. Además, sin tomar un solo apunte en una larga conferencia, entrevista o conversación, era capaz de escribir una extensa nota reflejando con gran fidelidad lo esencial de lo que escuchaba. Que yo sepa, nunca usó una grabadora, herramienta de trabajo que, mal utilizada, suele convertir a muchos colegas en simples repetidores de lo que dice la fuente. Por cierto, esa facilidad y agilidad con las que escribía, mezcla de cualidades innatas y una extensa práctica del oficio, eran posibles también por ser Antonio una persona habitualmente bien informada.

Su prosa era llana comprensible y precisa. Ni confusión ni ambigüedad, ni rebuscados preciosismos. Por encima de todo, brillaba por su claridad. 

Sin embargo, cuando trabajé con él entre 1986 a 1989 en el semanario “Aquí” descubrí otra faceta muy poco conocida y quizá muy poco cultivada por el propio Antonio en el quehacer periodístico: una extraordinaria capacidad de elaborar perfiles humanos sobre gentes sencillas. Recuerdo haber leído uno sobre las tribulaciones y sacrificios de una mujer por mantener y sacar adelante a sus hijos, que me emocionó hasta las lágrimas. No pude menos que reclamarle a Antonio el por qué no escribía semanalmente ese tipo de notas. No alcanzo a recordar con exactitud su respuesta, pero fue algo así como que se requería más tiempo para trabajarlas y también cierto inevitable desgaste emocional que le provocaban. Repasando el libro “Inti y Coco combatientes” advierto que aquella nota que me emocionó tanto, pudo estar de alguna manera inspirada en el ejemplo de su propia madre, Selvira Leigue, quien sin el apoyo del progenitor de sus cinco hijos, cuatro varones y una mujer, tuvo que volver de Cochabamba a su natal Trinidad y llevó una vida muy sacrificada para sostenerlos. En este pequeño libro, Antonio desliza algunas inevitables pinceladas autobiográficas y de su entorno familiar, como aquella de que él era más recatado, hacía menos travesuras y participaba menos de las correrías infantiles de sus hermanos menores. No lo dice, pero es muy probable que haya sido más inclinado a la lectura que a las aventuras infantiles.

Una vez trasladada su familia a La Paz, a comienzos de los años 50, tuvo que desempeñar diversas labores para subsistir. De los relatos entrecortados que le oímos, se deduce que muy pronto se vinculó a los círculos intelectuales de la urbe paceña entre los que figuraban prominentes benianos como César Chávez Taborga, Maria Elba Gutiérrez y Mary Monje Landívar. Halló trabajo en periódicos y radios, incluso como locutor y actor de radionovelas en la célebre Radio Amauta. 

En 1967, exiliado en Chile, también ejerció el periodismo acrecentando su ya vasta experiencia. Retornó a la lucha clandestina y se hizo cargo de “El Proletario” periódico del ELN (Ejército de Liberación Nacional) en vías de convertirse en el PRT-B (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Fue apresado y torturado por la dictadura de Bánzer y estuvo entre los últimos en ser liberado en 1978, junto a otros dos destacados periodistas, Iván Paz y Remberto Cárdenas. 

Durante la apertura democrática de esos años estuvo entre los gestores y fundadores del semanario “Aquí” y en los hechos se hizo cargo de la dirección del periódico, luego del brutal asesinato de Luis Espinal.
En el exilio de los años 80 llegó a México y de ahí pasó a Nicaragua, donde ayudó a crear la Agencia de Noticias Nueva Nicaragua (ANN).

Recuperada la democracia en 1982 y, al poco tiempo de su retorno al país, tuvo que asumir de nuevo la dirección de “Aquí” ante la sorpresiva muerte de René Bascopé Aspiazu que había iniciado la segunda etapa de este memorable tabloide. De aquellos momentos queremos testimoniar dos experiencias vivenciales.

“Los éxitos del 21060”

Con ese titular “Aquí” publicó una documentada denuncia que involucraba a un miembro del gabinete neoliberal de Paz Estensoro que el mundo empresarial había apodado “quinciño”, porque cobraba no el 10% habitual sino el 15% de los contratos que las constructoras firmaban con el Estado. La información fue investigada, verificada y completada por el propio Antonio. Ocurrieron dos cosas inesperadas. Antes de las 8 de la mañana de aquel día no quedaba un solo ejemplar del periódico en ninguno de los puestos de venta, familiares del aludido se habían dado a la tarea de recorrer por la ciudad y comprar todos los ejemplares disponibles. Pero, de nada valió el intento de silenciarnos. La segunda cosa que ocurrió es que Carlos Morales ya no era ministro antes del mediodía, Paz Estensoro lo destituyó, posiblemente la publicación del semanario fue la gota que colmó el vaso.

“Cabrones ¡váyanse!”

Estas dos palabras aparecieron en un cintillo diagonal a lo ancho de la tapa del periódico en el que estaba una foto “maldita” de Paz Estensoro (no se conocía aún el photo shop, la mueca era natural, pura sagacidad del fotógrafo). Se le añadió a la foto un globito que le hacía decir al presidente: “¿Sobresueldos? Yo me hago el oso”.

El escándalo de los altos funcionarios del gobierno y de algunas alcaldías que cobraban sueldos extras de organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI quedó destapado.

En este caso ocurrieron por lo menos tres cosas. Primero, un saludable debate parlamentario que culminó en una resolución expresa que prohibía los sobresueldos. Segundo, una encendida polémica en los medios, principalmente los escritos, acerca de la conveniencia o no de usar términos gruesos que están en boca de casi todos pero que sonaría supuestamente poco ético incluirlos en el lenguaje periodístico, por cierto este debate permanece inconcluso e irresuelto. Y lo tercero, el lunes siguiente a la publicación que entonces era sabatina, Antonio Peredo fue detenido en la esquina de su casa, varios miembros de la redacción fuimos apresados en las oficinas del Edificio Cosmos y todos quienes nos visitaron ese día corrieron la misma suerte ni bien tocaban el timbre del local. Unas 30 personas, entre hombres y mujeres, durmieron aquella noche en las celdas de Criminalística de la calle Sucre. Allí quedamos Antonio y yo por cerca de una semana y cuando en el patio de la Fiscalía de la calle Indaburo ya nos habían subido a una vagoneta para trasladarnos al Panóptico, el Ministro de Gobierno Juan Carlos Durán, ordenó que me pusieran en libertad debido a gestiones de mis compañeros del directorio del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz, del que yo formaba parte (¿será que los fiscales desde siempre son obedientes al gobierno de turno?) Antonio fue llevado a San Pedro, donde permaneció más de un mes. Tuvimos que hacer una fuerte campaña de recolección de fondos para pagar la fianza y conseguir su libertad, el juicio instaurado era, cuando no, por “desacato” y supuestas injurias al presidente.

Revolucionario socialista hasta el fin

La militancia de Antonio comenzó en Trinidad cuando uno de los fundadores del Partido Comunista de Bolivia, Víctor Hugo Libera, llegó a la capital beniana y reunió a grupos de colegiales disconformes de la actuación de la alta dirección del PIR. Con ellos se fundó el Partido Comunista en ese Departamento.

Ya en La Paz, prosiguió en la actividad revolucionaria en el naciente partido pero al parecer con menos impulso y con intensidad decreciente, a la inversa de lo que ocurría que sus hermanos Inti y Coco, totalmente entregados a la causa revolucionaria.¿Qué factores influyeron en su ánimo? Especulando, podría ser el sobrecogedor impacto de los crímenes de Stalin conocidos en el XX Congreso del Partido Comunista Soviético (1956). Quizá una fuerte decepción sentimental que lo afectó seriamente llevándolo al borde de un colapso que él mismo me relató con detalles.

Lo cierto es que el año de los acontecimientos guerrilleros, 1967, Antonio si bien no parece que hubiera roto totalmente con el PC, estaba cuando menos poco activo políticamente. Se enteró de la participación de Inti y Coco en un proyecto guerrillero por boca del Ministro de Gobierno Antonio Arguedas, con quien mantuvo siempre una vieja amistad, desde aquellos tiempos en que como mecánico de la aviación militar éste llevaba y traía menajes partidarios desde y hasta Trinidad. en los aviones del TAM. A instancias y con ayuda de su tocayo Arguedas, Antonio decidió tomar el camino del exilio a Chile en Julio de 1967.

La muerte de Coco primero, el encuentro en Chile con Inti que reorganizaba el ELN, después, tuvieron probablemente una influencia decisiva en el retorno de Antonio a la militancia activa y aguerrida de la que ya jamás se apartaría. Más aún con la muerte de Inti en septiembre de 1969 en La Paz.

Concientemente o no, Antonio estableció un pacto de sangre con sus dos hermanos caídos en la lucha. Con el menor, que había encabezado el frustrado intento guerrillero de Teoponte, su relación era algo distinta, muy fraterna y respetuosa pero en ciertos aspectos crítica.

Su fuerte siempre fue el análisis escrito de hechos, situaciones y coyunturas. No descolló ni en la oratoria ni en las grandes formulaciones ideológicas y programáticas. 
Su primer libro, publicado en 1985, es “El camino de la coca”, está en verso, pero es más periodístico que poético. Allí sostiene en tono de disculpa que siempre había considerado que escribir un libro era una suerte de intrusión en la intimidad de otros. Otras “intrusiones” posteriores fueron "Irrealidades. Entre muros y ventanas" (2004, cuento), "Historia de incapacidades" (2004, ensayo), el mencionado "Inti y Coco, combatientes" (memorias, 2000) y “Redacción periodística: Género Informativo”, un precioso manual de enseñanza concebido y escrito para su trabajo docente, pero publicado el 2009 cuando ya estaba “al otro lado del micrófono” como lo dice él mismo en la presentación.. 

Su ideario era hasta cierto punto simple y sencillo. A partir de las concepciones básicas del marxismo, una condena mordaz al sistema capitalista y a sus expresiones imperialistas, particularmente a la estadounidense. Una defensa intransigente y sin vacilaciones ni reparos de la Revolución Cubana y una adhesión incondicional a sus principales líderes. Una romántica y sincera admiración por Ernesto Che Guevara. Una patria nueva, soberana, independiente y fortalecida que incluya elementos de equidad, justicia social, reconocimiento de los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de los pueblos indígenas originarios, en el marco de un sistema democrático avanzado y en un contexto de unidad latinoamericana. En pocas líneas, intuyo que ese era el socialismo al que Antonio aspiraba y por el que estuvo dispuesto a entregar su vida.

Eso explica su adhesión fervorosa al proyecto del MAS de Evo Morales, asumida con gran sencillez y humildad puestas de manifiesto en su desempeño como candidato a la vicepresidencia, diputado, senador y asesor en temas mineros.

Como no podía ser de otra manera, en una persona honesta como él, en algunas ocasiones asomaron en sus escritos elementos críticos que, no obstante ser muy cuidadosos, seguramente incomodaban a ciertos poderosos de la nueva hora.

En lo que parece ser su último artículo, sorprendente lúcido pese a su salud quebrantada, Antonio habla de una fuerte crisis en el gobierno y descartando varias salidas negativas, enfatiza lo que para él era la única salida positiva: rectificar el andar del gobierno y volver al proceso de cambio.

Tengo mis dudas de que sea escuchado por quienes ahora le rinden grandes homenajes.

Valencia, Municipio de Mecapaca, 10 de junio de 2012


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