China y Estados Unidos compiten por la riqueza de América Latina


Foto: (Reuters) Xi Ping junto a Barack Obama en reunión realizada en finca de California el sábado 8 de junio

Vicky Peláez / Mariátegui
13/06/13

La economía libre y el libre comercio son sólo expresiones para el consumo de los tontos y de los ignorantes. La economía nunca ha sido libre. O la maneja el Estado en beneficio del pueblo o lo hacen los grandes consorcios en perjuicio de éste (Juan Domingo Perón, 1895-1974).

En todas las épocas de la historia moderna, Latinoamérica siempre ha sido una presa añorada por las grandes potencias de turno. Sus abundantes y diversos recursos naturales nunca han dejado dormir en paz a los gobernantes de los países desarrollados.

En la era de la globalización  el 2013 está destinado a entrar en la historia como el año de la competencia entre la primera y la segunda economía mundial, Estados Unidos y China para definir los lazos con América Latina  pues consideran que sus materias primas y su pujante clase media la hacen, no solamente muy atractiva como socio comercial,  sino imprescindible  para su crecimiento económico.

Todo esto explica el inusitado ajetreo de las recientes giras a Latinoamérica y el Caribe de los dirigentes de ambos países. Recientemente el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden visitó Colombia, Trinidad y Tobago y Brasil. El presidente Barack Obama hizo gira a México y Costa Rica y, próximamente el secretario de Estado John Kerry se desplazará a Guatemala.

El 6 de  junio pasado, el presidente de Chile Sebastián Piñera fue recibido por Barack Obama en la Casa Blanca quien  permitió al líder chileno cumplir con su sueño, según lo dijo: sentarse a la mesa del presidente de la única superpotencia del mundo. ¡Vaya qué ambición del  presidente chileno! Vamos a ver qué pedirá el presidente peruano, Ollanta Humala al encontrarse esta semana con Barack Obama en el Salón Roosevelt de la Casa Blanca. Pero allí no termina la historia de la agitación diplomática. En otoño Joe Biden se desplazará de nuevo a Latinoamérica y en octubre, la presidenta de Brasil Dilma Rousseff estará en Washington.

Los chinos no se quedan atrás, mostrando gran agilidad y visión estratégica en el abordaje financiero y comercial de América Latina y sin prestar ninguna atención a la reacción de Washington que,  según su secretario de Estado, John Kerry, no puede asimilar la idea de que ya no exista su “patio trasero”, China ha desplazado ya a los Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil y Chile.

Durante su reciente visita a Latinoamérica y al Caribe, el presidente de la República Popular China, Xi Jimping se reunió en Trinidad y Tobago con los líderes de Barbados, Bahamas, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, Surinam y Antigua y Barbuda. También realizó una fructífera visita a México y Costa Rica. Hace poco el presidente peruano, Ollanta Humala recalcó que “hoy China se ha convertido en un gigante y nosotros queremos caminar junto a ese gigante”. Prácticamente la mayoría de los presidentes latinoamericanos comparten esta idea aunque también quieren seguir al compás de los Estados Unidos.

El problema es ver qué es lo que quieren en América Latina estos dos gigantes y qué es lo que ofrecen a los latinoamericanos a cambio. Ya es harto conocido que la política de EEUU está basada en su supuesta “misión divina”. En el discurso preparado pero nunca pronunciado por John F. Kennedy en Dallas, Texas aquel trágico noviembre de 1963, él iba a decir que “nosotros en este país somos – por destino más que por opción – los guardianes en los muros de la libertad mundial”. Por supuesto, su “patio trasero” también estaba bajo la protección de estos muros que edificaron los vecinos del norte para abrir las venas de América Latina. 

El problema de los muros es que siempre caen con el tiempo y actualmente como recalcó recientemente el presidente del Ecuador, Rafael Correa, “América Latina ya no es el patio trasero de nadie”. Lo único que queda a Norteamérica en estas condiciones para no verse desplazado por otras potencias en Latinoamérica es construir muros del neoliberalismo económico, dependencia financiera y de la permanente presión psicológica sobre los gobiernos del continente aplicando su preferida máxima política de Nicolás Maquiavelo: “Divide y reinarás” en combinación con su tradicional método de “palo y zanahoria”. También periódicamente designa allí a  sus “tigres económicos”. De los más conocidos y mimados por los Estados Unidos fueron  Carlos Menem de Argentina y Alberto Fujimori de Perú en los años 1990.

Ahora en la época cuando el proceso integracionista empezó a tomar fuerza en América Latina, aparecieron como por magia cuatro nuevos “tigres”: México, Colombia Chile y el Perú, seducidos hábilmente por Washington para formar la Alianza del Pacífico (AP) que es programada  ser una sucursal regional del Transpacific Partnership (TPP). El  rol primordial  de la AP será contrapesar el modelo Mercosur, facilitar el reposicionamiento de Washington en la región, contener el avance comercial y financiero chino y en especial en Argentina, Brasil y Venezuela,  debilitar a los gobiernos de los países del ALBA y tratar de restablecer en Latinoamérica  una situación previa a la revolución cubana.
Para realizar esta hazaña los globalizadores se valen de todo y como por  magia convirtieron a México en un Tigre, pese a estar considerado por el Consejo Regulador de la Industria  y Servicios de Seguridad de la República Mexicana (CRISSRM)  de acercarse cada día más a ser un “Estado Fallido” con cincuenta mil muertos y desaparecidos. Pero en la percepción interesada de  Barack Obama, México “registra un progreso impresionante”. Lo que olvidó decir el presidente norteamericano fue que México es realmente impresionante por sus 60 millones de pobres y por el ritmo de 10 ejecuciones por día, desde diciembre pasado a la fecha.

De los cuatro “tigres” el país más mimado actualmente por Washington es Chile que es referido por el presidente estadounidense “país amigo”  y su gobernante  Sebastián Piñera, un “líder sobresaliente”. Como premio por su permanente fidelidad al modelo neoliberal y a la ideología norteamericana, el país fue nominado al programa de exención de visas, igual  como pasó con Argentina en la época de Carlos Menem.

Colombia es el tercer “tigre sudamericano” completamente controlado por los Estados Unidos a través de sus siete bases militares instaladas en los lugares estratégicos con abundantes recursos naturales. Resulta que Colombia es también para ellos el símbolo de la democracia y cada día más este país, según el vicepresidente norteamericano, Joe Biden,  muestra “destacado progreso”, agregando que actualmente “entrena a miles de oficiales de ley y seguridad en más de 40 países. ¡Pero qué cambio!”, agregó.

Lo que no menciona Joe Biden es que muchos de estos instructores participaron en la desaparición de más 250.000 personas en su país y de esta cantidad 38.255 han sido víctimas en los últimos tres años. Después del halago de Biden las ambiciones del presidente Juan Manuel Santos crecieron tanto que sintió que América Latina representa demasiado poco espacio para Colombia y que debe ser el miembro de la OTAN porque necesita la – “experiencia” de los soldados colombianos. Dijo que Colombia “debe pensar en grande” para “ser ya no de la región sino del mundo para ser uno de los mejores”.

El último “tigre económico” en la actual percepción del departamento de Estado norteamericano  es Perú. Su presidente; Ollanta Humala reforzó el modelo neoliberal, profundizando, igual como sus otros “tigres” colegas, la problemática de la inserción en el mercado internacional, de acuerdo al estudio del economista, Diego Rubinzal, “a través del modelo del monoproducto y la primarización, alentados por el boom de los precios de los minerales. Esta política ha debilitado al sector industrial peruano cuyas exportaciones desde 2003 se han reducido drásticamente mientras que las exportaciones del sector minero se duplicaron. Ollanta Humala es el político más habilidoso de los cuatro de la AP pues ha sabido navegar entre las diferentes  corrientes ideológicas en Latinoamérica tratando de mantener buenas relaciones con todos sus representantes.

Lo que no está calculando bien es el rol que su país y toda la Alianza del Pacífico tendrá en el Transpacific Partnership (TPP) cuyos estatutos  se han estado negociando los grandes globalizadores en gran secreto desde 2008. En un reciente artículo de James Corbet del International Forecaster, el autor señala que el público norteamericano,  inclusive el Congreso, y el de los países partícipes en el TPP no saben nada de que se trata. Solamente las transnacionales, como Halliburton, Chevron, PHRMA y otros gigantes participan en la discusión de esta alianza. Sin embargo, ya se sabe que el control del Estado  de cada país signatario de la alianza  sobre el fluido del  capital va a ser prácticamente abolido y todo el poder financiero estará en manos de los banqueros.

Se incrementará el costo de la medicina debido al mayor control sobre los productos genéricos y se relajarán las leyes laborales y las del medio ambiente, mientras que las leyes de la propiedad intelectual se reforzarán. Las transnacionales recibirán poder más amplio para enjuiciar a los Estados. En la economía será prioritario el actual modelo de Hayek que excluye completamente la planificación de la economía por el Estado porque rompe el concepto de la libertad del mercado.

La TPP exigirá a sus miembros a aplicar de nuevo lo que hizo el Consenso de Washington: nueva oleada de privatizaciones de lo que todavía queda de la propiedad nacional; la apertura indiscriminada de mercados; una completa desregulación económica; aniquilamiento de derechos sociales y laborales; orientación de cada país hacia el modelo de monoproducto y la primarización y muchas otras exigencias que las trasnacionales y los grandes países necesitan para salir de su crisis a costa de los recursos de los cuatro “tigres” y de otros aspirantes a este título dentro del TPP. Sería conveniente para que los líderes de los “tigres” económicos  repasen la experiencia de México solamente con la privatización.

Según el Reporte de la secretaría de Hacienda, de las 1155 empresas públicas que había en México hasta 1982, se privatizaron 957 obteniendo el Estado 33 mil millones de dólares por su venta. Posteriormente por la quiebra de algunas de ellas como bancos, líneas aéreas etc., la nación tuvo que aportar 109 mil millones de dólares para salvarlas de la bancarrota, es decir tres veces más de lo que ingresó por la venta.

La República Popular China está igual como los Estados Unidos ansiosa de entrar en el mercado latinoamericano y tener acceso a sus abundantes recursos naturales. Pero su táctica difiere notoriamente de la norteamericana. Para abrir los negocios siguen la premisa de Confucio que dice: “Es posible conseguir algo después de tres horas de pelea y presiones, pero es seguro que se podrá conseguir con apenas tres palabras impregnadas de afecto”. 

Por supuesto,  hay que tener mucho cuidado con estas “tres palabras”, al tratar con las propuestas chinas pero esta táctica es mucho más aceptable que la de sobornos, presiones, amenazas, chantaje y mentira que frecuentemente usan las transnacionales para entrar en un país. El economista norteamericano John Perkins describe con detalles estos métodos en su libro, “Confesiones de un Sicario Económico”.

En su política hacia Latinoamérica, los dirigentes chinos, que en su mayoría no son abogados o políticos profesionales como son los norteamericanos, sino ingenieros, científicos, médicos etc., definieron en 2008 en el  “Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe”. 

En este informe hablan de la “multipolarización” del mundo para dar una estabilidad  que es el concepto opuesto al norteamericano que insiste en la unipolarización del planeta bajo la guía de Washington. La estrategia china  de apertura de mercados, de acuerdo a este documento, está basada en el “beneficio recíproco y la ganancia compartida”. Su experiencia en África confirma la validez de esta política. Envía  a los ingenieros y técnicos en vez de los militares, cumple con lo prometido en términos de plazos y finanzas y ofrece becas universitarias a los jóvenes africanos.

América Latina y el Caribe en la perspectiva china tienen gran potencial económico e igual como China “se encuentran actualmente en fases similares de desarrollo, compartiendo las mismas tareas emanadas de estas y el deseo común de incrementar el conocimiento  mutuo y fortalecer la cooperación”. Actualmente la República Popular China está cooperando a nivel bilateral en la economía, comercio, ciencia, tecnología, agricultura, ganadería, energía, turismo,  cultura y educación y en muchas otras áreas en Latinoamérica. El comercio bilateral aumentó en 10 años de 40 mil millones de dólares a 261.200 millones. Las inversiones no financieras de China en América Latina y el Caribe han superado los 54 mil millones de dólares y en su mayoría se han destinado a los sectores de minería y energía.

Se sabe que Brasil obtuvo ventajas de China en convenios referidos a la tecnología informática del sector financiero, en las inversiones en infraestructura, energía, gas natural, biotecnología y minería. A la vez Brasil presentó 11 reclamos “antidumping” (práctica discriminatoria consistente en vender un mismo producto a precios diferentes en el mercado interno y externo) contra China. Esto significa que las relaciones económicas con China también tienen sus discrepancias  y conflictos y cada país  no debe bajar su guardia y proteger sus intereses tanto con China como con los Estados Unidos o cualquier nación del mundo.

Nadie tiene que tomar  China como un protector de América Latina ni tampoco como una potencia que aspire a la hegemonía global. América latina debe seguir su curso pragmático en relación con China que representa oportunidades como nuevo mercado de exportaciones y como el país que pueda aportar significativamente el conocimiento a la ciencia en América Latina que en la época del neoliberalismo ha entrado en una profunda decadencia.
Todo depende del ángulo con que se mire al asunto, de   las reflexiones que se hagan y de las decisiones que  tomen los líderes de los países latinoamericanos.  

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