Santos hace entrar a EE UU en Alianza del Pacífico y quiere más


Foto: (Reuters) Juan Manuel Santos y Joseph Biden se reunieron para hablar de temas bilaterales 

Emilio Marín / Mariátegui
08/06/13

El presidente Santos detonó varias bombas en pocos días. Recibió a Capriles y se enemistó con Maduro. Invitó a EE UU a la Alianza del Pacífico, provocando a la Unasur. Y anunció un pacto con la OTAN, otra puñalada a Unasur.

Los políticos van de unas posiciones a otras sin demasiadas razones de los brincos. Eso sí, aún con esas variaciones, suelen mantener la esencia de su política y su clase, con banderías diferentes. Un caso notable es el mandatario de Colombia, Juan M. Santos, que dos por tres suele dar aquellas sorpresas.

La última fue anuncio de incorporación a la OTAN. El 27 de mayo recibió a Joe Biden, el vicepresidente estadounidense, en el Palacio de Nariño, refrendando su sintonía fina con Washington. Santos está para lo que el imperio guste mandar, desde un Tratado de Libre Comercio hasta la cesión de bases militares cuando era ministro de Defensa, en 2009.

A la salida de la entrevista con Biden, detonó otra bomba política: Colombia pediría su ingreso a la alianza atlántica, un emblema de la guerra imperial y la destrucción de países, como se verificó Yugoslavia, Afganistán y Libia. Dijo textualmente: “Colombia va a suscribir con la OTAN un acuerdo para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización”.

De inmediato se armó un frente opositor porque varios presidentes del ALBA (Alternativa Bolivariana de Nuestra América), le salieron con los botines de punta. Nicolás Maduro, Evo Morales y Daniel Ortega cuestionaron el anuncio de Bogotá. Dijeron que era una puñalada contra la Unasur y abrir la región a una entidad que promueve las agresiones y atenta contra las soberanías de los países, etc.

Incluso pidieron al secretario de Unasur, el venezolano Alí Rodríguez, que convocara a una reunión del Consejo de Defensa Suramericano para analizar los pasos a seguir. Este Consejo había dado sus primeros pasos en tiempos del brasileño Lula da Silva, ante el resurgimiento de la IV Flota, y logró conformarse cuando la Colombia de Álvaro Uribe y Santos autorizó al imperio a instalar 7 bases castrenses.

Pequeña marcha atrás

Ante la reacción soberana de Maduro-Evo-Ortega, Santos y su ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, debieron dar una pequeña marcha atrás. Pinzón dijo que el gobierno era consciente de que Colombia no puede ser miembro de la Alianza Atlántica, por razones geográficas, pero sí quiere ser un “socio” extra-OTAN, como Israel, Egipto, Corea del Sur y Japón.

Según el ministro, hubo un problema de falta de “precisión” en las declaraciones presidenciales que dieron lugar a que “se está armando una tormenta en un vaso de agua”. Reafirmó que pretenden un acuerdo de cooperación con la OTAN para tres temas específicos: derechos humanos, justicia militar y educación a las tropas.

Era una forma de culpar a las víctimas. Los presidentes del ALBA serían unos tontos que armaban una tormenta en un vaso de agua... Los antecedentes guerreristas de Colombia, que la llevaron en marzo de 2008 a bombardear e invadir una zona de Ecuador, para matar a Raúl Reyes (FARC) y otros insurgentes, obligaba a tomar muy en serio la provocación pro OTAN. Y la historia de los bases norteamericanas, que amagó con guerrear contra Venezuela, aconsejaban otro tanto.

La “precisión” sobre acuerdo de cooperación, supone sólo un ligero paso atrás y no una rectificación. ¿“Educación a las tropas y derechos humanos” con la OTAN? Si es la misma alianza política y bélica que representa a las potencias y desmembró a Yugoslavia en 1999, ocupó desde 2001 a Afganistán y bombardeó a Libia, todo maquillado con la nueva teoría imperial de las “intervenciones humanitarias”?

Lo de Santos se define con una sola palabra: traición. Traición a Latinoamérica y el Caribe. La ex senadora Piedad Córdoba, de Marcha Patriótica, declaró a Prensa Latina que esa vergüenza le recuerda el calificativo de “Caín de América” merecido por la clase dominante colombiana.

Voces y silencios en Argentina

Lo de Santos hizo que políticos de países vecinos lo repudiaran, incluso aquellos que como Maduro habían secundado a Hugo Chávez en la reunión de Santa Marta, en 2010, donde se selló un pacto de no agresión entre Colombia y Venezuela. Hasta ahora las dos partes venían respetando esos compromisos, pero el blanqueo colombiano de su objetivo de articularse a la OTAN fue tomado como una ruptura por Caracas. Por supuesto, también influyó y mucho la entrevista de Santos con Capriles.

A muchos argentinos les hubiera gustado oír de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner alguna crítica a su par colombiano, por aquella puñalada a Unasur. En la Cumbre de Bariloche, en 2009, se obligó prácticamente a Colombia a comprometerse a no hacer de las 7 bases militares estadounidenses los instrumentos de agresión contra Venezuela u otros vecinos.

Y fue esa presión la que llevó a Bogotá a pedir su incorporación al Consejo de Defensa Suramericano, que contradecía su alineamiento con el Comando Sur de EE UU.

Sin embargo hasta el momento la Casa Rosada y el Palacio San Martín han guardado un profundo silencio, que hace ruido. Los que objetan esta conducta recuerdan que Santos fue el invitado de lujo en Buenos Aires en agosto de 2011, cuando CFK dijo que “para nosotros es algo más que un presidente, es un amigo con quienes hemos trabado una relación personal”. 

Hasta La Cámpora de Andrés Larroque lo recibió con las juventudes políticas en la “Casa Néstor Kirchner”, con un homenaje y fotos con Amado Boudou y Juan M. Abal Medina, todos haciendo la “V” de la victoria.

Justamente por eso ahora era necesaria una delimitación de campos con Santos...

En el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, sí habló del asunto. “La OTAN es un organismo que fomenta las armas nucleares, el intervencionismo y la violación de los derechos humanos y de los pueblos", manifestó.

La derecha unida

Las políticas del gobierno colombiano van en una misma dirección: los intereses de la oligarquía y las multinacionales, en armonía con los gobiernos de la derecha regional y Washington.

Ser miembro asociado “extra OTAN” va en ese sentido. Y otro tanto con la Alianza del Pacífico, junto con Chile, Perú y México, que en un año tuvo seis citas preparatorias y se lanzó orgánicamente el 23 de mayo en Cali, Colombia. Santos fue el anfitrión de Ollanta Humala, Sebastián Piñera y Enrique Peña Nieto, quienes hicieron profesión de fe en el libre comercio y las inversiones extranjeras para alcanzar el progreso.

Las usinas pro-norteamericanas presentaron a la nueva entidad como maravillosa y la confrontaron con Mercosur. Andrés Oppenheimer, en “La Nación” y Grupo de Diarios de Américas, de la SIP, publicó el 28 de mayo su artículo “La Alianza del Pacífico saca ventaja al Mercosur”. Allí opinó que aquella se estaba consolidando “como un bloque económico con enorme potencial, mientras que el Mercosur se está convirtiendo en un comité político y está cada vez más debilitado por disputas internas”.

Como si no fuera suficiente claro el sentido imperial de la Alianza del Pacífico, el 27 de mayo, al recibir a Biden en Nariño, Santos invitó a que EE UU se incorporara. ¿Si eso no es un remedo del viejo proyecto neoliberal del ALCA sepultado en Mar del Plata en 2005, qué es?

Con Capriles, contra Maduro

Recapitulando: 23 de mayo cumbre de la Alianza del Pacífico, 27 de mayo recepción a Biden y solicitud de ingreso a la OTAN e invitación a EE UU para entrar a la AP. Esa serie negativa culminó el 29 de mayo, recibiendo en Nariño al derrotado candidato presidencial de la derecha venezolana, Henrique Capriles.

Ese opositor de la MUD perdió por 220.000 sufragios el 14 de abril pasado ante Maduro y, lejos de admitir su derrota, llamó al desconocimiento de los comicios y a ganar las calles, con el doloroso resultado de once muertos y muchísimos heridos. Y tan grave como eso, profundizó la división de la sociedad venezolana, agitando odios y resentimientos de la oligarquía contra el proceso bolivariano antes conducido por Chávez y ahora por su sucesor elegido por la voluntad democrática de la mayoría.

Capriles llegó a Bogotá como enviado de Estados Unidos, cuyo Departamento de Estado tampoco reconoció la victoria de abril. Y para deslegitimarla, banca a Capriles y lo manda a recorrer el espinel regional en busca de oxígeno, aún cuando el estado de Miranda, del que es gobernador, se venga abajo a pedazos...

La crítica de Maduro no es hizo esperar. “Tengo mucha información, que me dice que todo el establishment colombiano cree que llegó el momento de derrocarme a mí aquí en Venezuela (...) y lamento mucho que el presidente Santos le haya lavado la cara a la derecha fascista venezolana”, cuestionó.

Santos recibió a Capriles, no tanto por éste, al que sabe perdedor, sino sobre todo por mandato norteamericano. Y ya se dijo al comienzo: el colombiano puede dar muchas volteretas pero siempre cae parado en cercanías de Washington o donde éste ordene. Su siguiente paso será viajar a Israel, entre el 9 y el 11 de junio, para reforzar lazos políticos con el sionismo, conocer más al principal socio extra OTAN y comprar drones y otros armamentos israelitas. Plata tiene: su presupuesto militar 2013 es de 14.500 millones de dólares.


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