Perú. Tania Temoche: Delirios poéticos

      


Winston Orrillo / Mariátegui
08/10/14

 “Ser poeta ahora necesita de una especialización, de un rigor
         interno, de una voluntad férrea. Y eso es precisamente lo que está
        buscando Tania Temoche con Delirios, el manojo de poemas que
       tiene usted en sus manos para satisfacer la curiosidad o para deleite
       de una lectura poética”.
Marco Martos

El primer sorprendido fui yo: cuando esperaba que Tania editara una selección de sus estupendos artículos y reportajes, me entero que no, que su impostergable vocación de lirida la había llevado a debutar, en el mundo de los éditos, nada menos que con un poemario, y de paso, con un título sintomático: Delirios (Hipocampo editores).

Agradable noticia porque confirma lo que hace poco había leído nada menos que en Fernando Pessoa: que para redactar bien –reportajes, artículos, prosa en general- era necesario ser poeta, porque la poesía, en principio, enseña a escribir.

Y, en efecto, ella, Tania, publica, para no atropellarse a sí misma, una opera prima en la que, en principio, paga las deudas que todos debemos cancelar: con los temas del hogar, con el reconocimiento a la saga familiar, con el tributo a nuestros vástagos, con la defensa de la vida –tan aviesamente amenazada hogaño.

Y, así, encontramos trémulos textos como los dedicados a su padre, a los recuerdos de infancia y adolescencia, a su hija, a sus hijos, a la infancia (dilacerada) de Palestina, pero también a la nuestra; así como su denuncia de crímenes muy recientes –secuestros y asesinatos en La Cantuta. También poemas dedicados a la pintura, a la música, con lo que nos revela esa –hoy necesaria—integración  de la sensibilidad de un artista que aspira a no marginar ninguno de los mecanismos expresivos, estéticos (recuerdo mi propio libro sobre Vallejo periodista, en el que analizo la visión perspicua de nuestro gran bardo, al escribir, igualmente, sobre música, pintura, cine, amén, por cierto, de  sus consabidas críticas literarias).

Pero Tania, y esto quiero subrayarlo, combina, sabiamente, un lenguaje coloquial –lo que torna su poesía muy comunicativa—con las metáforas plenas del bardo, como en su texto “Etéreo”, en el que hay imágenes tan eficaces, como las de aquel impecable arranque: “Me duelen las uñas/ de tanto rasgar su sombra”… Y ese remate antologable: “cansada sobre mi lecho/ escucho el rumor del mar/ viendo a las olas golpear/ el amanecer// ¡y el espejo ya ni siquiera me mira!”

El poemario avanza y avanza hacia lo que podríamos llamar una autoscopia de Tania: ese penetrar en sí misma, después de haber “pagado” las deudas ya señaladas, lo que se advierte, precisamente,  en el poema llamado “Delirio”, que podríamos llamar un retrato de ella misma, al decirnos, diáfana y sin tapujos: “Soy mar y tempestad/ ven/ nada/ flota/ naufraga sobre mi vientre/ reposa guerrero/ en la balsa/ de mi mundo/ mágico/ torbellino de conjuros/ y sueños…” Para terminar con un verso sintomático: “Yo soy la marea y el tifón”.
Y, en efecto, ella misma es la marea y el tifón, por lo que, desde aquí, ya no hay camino de vuelta.

La poeta nos lleva, pues, de la mano de sus versos fulmíneos, con lo que nos introduce en su mundo de imágenes, alucinaciones y textos entrañables como “Una picaflor”, que es uno de los autorretratos más cabales que hemos hallado en las escritoras de hogaño: “Solo soy/ una mujer picaflor/ que siempre quiere/ beber de tus aguas/ confundirme una noche/ en tu curtida piel/ enredarme con tu aliento.//¡No pidas más!/ no me encarceles/ en los laberintos/ de tus esdrújulos”

Remate soberbio, como soberbio es, también, su “Elogio a Eros”, poema emblemático que, a partir de ahora, no podrá faltar en cualesquiera de las antologías que, especialmente, de la poesía hecha por mujeres (y de toda la poesía, en general) se vayan a publicar.

Tania, a pesar de haber nacido en Lima, es de indubitable origen amazónico, y ello es concomitante con la riquísima sensualidad de sus versos y esa suerte de hiperestesia que nimba toda su poesía, en la que abundan los sabores, los olores, los calores y colores, los ruidos y,  en general, todo ese mundo “humano, demasiado humano” (Nietzsche dixit) que caracteriza a los seres del bienamado Oriente peruano.

Tania es periodista profesional graduada en la Universidad Jaime Bausate y Meza, tiene un Diplomado en Gestión de Empresas e Iniciativas Culturales por la PUCP, pero, a partir de Delirios, y a pesar de su infatigable trabajo en publicaciones y revistas culturales, ya la tenemos, alineada, por derecho propio, en el mundo de la creación lírica. Lo que, por cierto, no obsta para que aguardemos –con viva ansiedad-- publique una selección de su paradigmático trabajo periodístico.

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