Martí de cara a nuestra época: Tradiciones nacionales revolucionarias, Marxismo y Leninismo.


Olivia Miranda Francisco / Mariátegui
17/11/14

Al producirse el tránsito del colonialismo al neocolonialismo imperialista con sus nuevos modos de explotación esencialmente económicos, se hizo posible, para los pensadores y líderes revolucionarios que se formaron de una forma u otra bajo la influencia del pensamiento martiano, acceder al marxismo y al leninismo de modo lógico natural, una vez  que descubrieron, en la ideología del proletariado, la teoría revolucionaria capaz de ofrecer el instrumental teórico metodológico adecuado para   desentrañar la esencia y las leyes que generaron las condiciones objetivas para el surgimiento  del capitalismo como sistema, su desarrollo y su caducidad como formación económico social y la necesidad de transformar el mundo.

Hemos denominado articulación al proceso mediante el cual, en Cuba, y también en la América Latina, la ideología del proletariado se insertó en las culturas nacionales, a través del establecimiento   de nexos de continuidad, ruptura y superación, con las ideaciones más avanzadas que  conformaron las tradiciones ideológico-revolucionarias en el continente, de las cuales el pensamiento de José Martí devino síntesis creadora  en un sentido ascendentemente radicalizador. 

Se trata de un proceso de evolución de las ideas y de la práctica   social revolucionaria, que como rasgos distintivos ha tenido la ausencia de  contradicciones antagónicas  entre las concepciones más avanzadas de Martí, especialmente en lo que concierne al proyecto revolucionario y a la esencia  humanista radical de su ideal de república y las  concepciones nacional-liberadoras y socialistas  de la nueva generación de revolucionarios cubanos, cuya iniciación, casi sin excepción, estuvo decisivamente influida por las ideaciones martianas más radicales, que los inducen a la asunción de  la concepción materialista de la historia; pues aun cuando los presupuestos ontológicos y epistemológicos la diferencian en aspectos esenciales del método histórico político martiano de conocimiento de la sociedad, algunos de los geniales atisbos empíricos de Martí, nacidos de la aplicación consecuente de su método histórico-político  al estudio de la sociedad  cubana, latinoamericana, europea y sobre todo norteamericana, apuntaban en esa dirección. 

Se trata, sobre todo, de su concepción dialéctica de la realidad, especialmente expresada en sus ideaciones sobre  historia real social y natural y como historia de la cultura.

Nos referimos a las ideaciones martianas sobre la existencia de eras o épocas históricas por las que, a su juicio, habían pasado todos los pueblos aunque en momentos diferentes; el progreso como movimiento en espiral  siempre ascendente, aunque con retrocesos circunstanciales; de la historia concebida como ciencia que devela leyes, memoria  de los pueblos y arma de lucha ideológica (1),  fuente científica de la política y, sobre, todo su concepto de  revolución:

Miente a sabiendas, o yerra  por ignorancia o por poco conocimiento en la ciencia de los pueblos, o por flaqueza de la voluntad incapaz de las resoluciones que imponen a los ánimos viriles los casos extremos, el que propale que la revolución es algo más que una de las formas de la evolución, que llega a ser indispensable en las horas de hostilidad esencial, para que en el choque súbito se depuren y acomoden en condiciones definitivas de vida los factores opuestos que se desenvuelven en común (2) 

El proceso de articulación del marxismo y el  leninismo  con las tradiciones nacionales revolucionarias y progresistas en Cuba –cuyo antecedente hay que buscarlo en la obra de Carlos Baliño -, no por casualidad, comienza en los inicios de la década del  veinte del siglo pasado  con la obra de  Julio Antonio Mella  y Rubén Martínez Villena, y culmina  con Fidel Castro. En el contexto latinoamericano, aun cuando  las figuras más representativas del marxismo creador,  sin desconocer la obra martiana,  tuvieron con el Maestro una relación menos directa, esta articulación, en ocasiones por la vía de la coincidencia,  tuvo entre sus exponentes  principales, a José Carlos Mariátegui y Ernesto Che Guevara. (3)


La asunción desde una perspectiva  crítica y creadora -inspirada en el espíritu con que Martí asimiló las corrientes de pensamiento de su época-  de la concepción materialista de la historia, permitió a los revolucionarios del siglo XX develar y buscar soluciones a problemas que, o bien estaban poco desarrollados en la época de Martí, o surgieron  con posterioridad a su caída  en combate en 1895. (4)

En el caso de   pensadores y líderes revolucionarios latinoamericanos como José Carlos Mariátegui o Ernesto Che Guevara (en quienes  la influencia martiana es evidente, aun cuando en su formación inicial el conocimiento de  la obra  teórica y práctico-revolucionaria del Maestro,  por razones  históricas, no debió haber sido tan directa e inmediata como en Mella, Villena o Fidel Castro), (5)  la constatación y análisis de las numerosas  coincidencias   con las ideaciones martianas  más radicales, nos han confirmado que también el pensamiento martiano constituye uno de los elementos articuladores esenciales  entre las tradiciones nacionales revolucionarias y la ideología del proletariado a nivel continental. 

Por ello  mismo deviene aspecto importante para demostrar que es precisamente lo avanzado del pensamiento martiano para su época, la razón por la cual no puede hablarse de la influencia   de su pensamiento  en el sentido en que Marx, Engels y Lenin  plantearon que el proletariado debía ser heredero de la cultura universal -incluido el pensamiento burgués de la etapa revolucionaria de esta clase. De lo que se trata es que, como ha dicho Fidel Castro en múltiples ocasiones, analizando el proceso de su propia formación ideológica, se puede llegar a ser marxista partiendo del pensamiento martiano: 

Claro,  yo antes de ser comunista utópico soy  martiano,  lo  voy  siendo desde el bachillerato ...Yo fui siempre  también  un  profundo  y devoto admirador de las luchas  heroicas  de     nuestro pueblo por su independencia en el siglo pasado...


Yo  digo  que  en  el pensamiento  martiano  hay  cosas  tan     fabulosas  y tan bellas,  que  uno puede  convertirse  en     marxista partiendo del pensamiento martiano. Claro que Martí  no explica la división de la sociedad en clases; aunque  era  el  hombre que siempre estuvo del lado de los pobres, y fue  un  crítico permanente de los peores vicios de una  sociedad     de explotadores. (6) 

Varios son los factores que deben tenerse en cuenta para la mayor comprensión del proceso de articulación de las tradiciones cubanas y latinoamericanas y la ideología del proletariado,  si el estudio comparado se establece entre el pensamiento martiano y  el del Amauta. 

Mariátegui, como Martí, antepuso la misión revolucionaria al oficio de escritor, y, como el Maestro, devino líder del movimiento revolucionario en su país,  e ideólogo a nivel continental. 

El latinoamericanismo, elemento esencial del pensamiento martiano, presente en los marxistas cubanos, en Mariátegui, por  la ubicación continental de su Perú natal y por la existencia de variados elementos comunes de carácter histórico, socioeconómico, etnocultural, racial, ofrece numerosos aspectos que pueden ser objeto de un estudio comparado. Mencionemos, como ejemplo, el problema del indio en sus connotaciones socioeconómicas y etnoculturales.

Como en el caso de la estancia de Martí en los Estados  Unidos, en momentos  del surgimiento del imperialismo, el contacto de Mariátegui con el mundo  europeo a través de su estancia de más de dos años en Italia, precisamente en los días de  ascenso de fascismo, le proporcionó una nueva perspectiva  histórico-cultural y sobre todo científica e ideológica -como se sabe es en Italia donde  asume el marxismo y el leninismo-,  por  lo cual estuvo en condiciones, como  él mismo afirmara en diferentes ocasiones, de descubrir la esencia de lo latinoamericano en sus múltiples determinaciones. (7) 

La obra de José Carlos Mariátegui es un hito importante de este proceso a nivel continental. En ella  se aprecia un mayor desarrollo teórico general que en los integrantes cubanos de lo que ha sido denominado “marxismo fundacional latinoamericano” por Isabel Monal. Se trata de problemáticas  tan afines a Martí como  la intervinculación entre historia, cultura y pensamiento político revolucionario y entre tradiciones nacionales y cultura  planetaria epocal. Peruanicemos  al Perú,  Siete ensayos de interpretación de la realidad  peruana, o Defensa del Marxismo, son buenos ejemplos. 

Tanto Mella como Villena  y sus continuadores,  conformaron sus  ideas  en condiciones histórico concretas que dieron lugar a una situación revolucionaria cuyas claves subjetivas contribuyeron  a desarrollar decisivamente. (8)  De ahí   la plasmación  de  concepciones sólo esbozadas  teóricamente y en espera de que la prisión o la convalecencia de las heridas del combate  permitieran  desarrollarlas, tal y  como planteara Mella, en Glosas al pensamiento de José Martí.   La Universidad Popular  que  llevó el nombre del Maestro, no por casualidad, fue la expresión de esta convicción en la prática revolucionaria.

Entre los temas que  ocuparon la atención de  Mella  y Mariátegui,  en lo que se refiere a la relación entre historia, cultura y política, elementos esenciales  del método histórico-político martiano de análisis de la sociedad y de la concepción materialista de la historia, nos interesa destacar dos de particular significación: a) la necesidad de asumir,  crítica y creadoramente, el pensamiento más avanzado en una época histórica  determinada, en función de la interpretación y  transformación de la realidad social en la América Latina; b) la asunción, también crítica y creadora,  de las tradiciones nacionales revolucionarias. En este sentido, habría que referirse,  en primer lugar, a  la historia como  historia de la cultura, en tanto elemento esencial en la fundamentación científica de la política  revolucionaria. 

Consideraba Martí  que los siglos no debían ser mostrados en sus batallas y en sus clérigos únicamente; sino,  como los mostraban Acosta y Weber, "… por todos sus lados, en sus sucesos de guerra y de paz, de poesía y de ciencia, de artes y costumbres”. (9)

Resultaba necesario tomar todas las historias en su cuna y desenvolverlas paralelamente, en lo que concierne a la historia universal, concebida siempre como historia de la cultura, en consecuencia con su idea del progreso como evolución multifacética y con su tesis en torno a la historia como plasmación concreta de las causas que estudia la filosofía. Insiste, de nuevo mediante imágenes, en la delimitación entre los que hacen la historia real: los pueblos, y los que en un momento determinado cumplen la función de narrar o analizar lo que los hombres crean --sembradores y segadores-- por la significación que ello tiene en el orden ideológico -político. En ambos casos, es evidente para Martí, la esencia dialéctica del devenir  de la humanidad y de la historia como ciencia. Considera que, de lo que ha pasado, algo queda. Todavía en sus años de estudiante se refiere a un presupuesto dialéctico del  devenir de los hechos humanos:

¡Filosofía sin historia examinadora y concienzuda! ¿Cómo hemos de llegar al conocimiento de la humanidad futura y probable sin el conocimiento exacto de la humanidad presente y pasada? Ésta es una humanidad que se desenvuelve y se concentra en estaciones y en fases. Para estudiar los elementos de la sociedad de hoy es necesario estudiar en algo los residuos de las sociedades que han vivido. (10) 


A propósito del libro que Julio Antonio Mella aspiraba a escribir sobre Martí, cuyo esquema inicial  da a conocer en su artículo Glosas al pensamiento de José Martí” (1926), aparece lo que pudiéramos considerar  como la primera formulación  de una nueva  visión de la historia como ciencia –Continuación superadora de las concepciones martianas-- asumida desde la concepción   materialista de la historia en Cuba, a propósito de la crítica no sólo a  la historia reaccionaria  oficial, sino también  a las posiciones iconoclastas de extrema izquierda, igualmente anticientíficas en ambos casos fundamentadas en  posiciones idealistas. 

Este  nuevo enfoque constituyó un verdadero salto de calidad en el desarrollo del Pensamiento Cubano, entre cuyos antecedentes inmediatos habría que destacar  -en lo que se refiere a enfrentamiento a las versiones intencionalmente tergiversadoras de la historiografía oficial –Fernando Ortiz, Ramiro Guerra y Emilio Roig--, a quienes, desde una posición antiplatista se opusieron a los detractores  abiertamente reaccionarios: aquellos que, apenas concluida la guerra, y aun antes, se apresuraron a  considerar a Martí  como  el enemigo jurado de los intereses del país, que identificaban con los de la oligarquía pro imperialista y de los monopolios norteamericanos a los cuales servían; o con iguales propósitos, ocultaban o tergiversaban las ideaciones más radicales del Maestro, precisamente por la identificación del fundador del Partido Revolucionario Cubano  con los intereses del proletariado. Se trataba,  casi sin excepción, de los voceros de la historiografía platista que, a contrapelo de la historia real,  intentaban convertir a los Estados Unidos en el gran gestor de la independencia y de la constitución de la república. (11) 

Mella plantea  la existencia, entre nosotros, de dos tendencias a la  hora de analizar los acontecimientos históricos: la conservadora y reaccionaria, de los que  “sienten sobre sí todo el peso de las generaciones pasadas… y aman como  única panacea, la Revolución Francesa de 1789…”; y  la  que se sitúa en la ultra izquierda de los izquierdistas “ridícula y fantástica”, porque creen  que “… ellos son toda la historia… pretenden ignorar todo el pasado. No hay valores de ayer.” Estos son, para Mella, “… los disolventes e inútiles, los egoístas  y antisociales ,,, ”.  (12)

Partiendo del carácter determinante del factor económico, sólo en última instancia, en el devenir de la sociedad, y de la lucha de clases como motor de la historia,  Mella afirma  que la tercera forma de interpretar la historia es la cierta:

Consiste, en el caso de Martí y de la Revolución... en ver el interés económico social que “ creó “ al Apóstol, sus poemas de rebeldía, su acción  continental y revolucionaria: estudiar el juego fatal de las fuerzas históricas, el rompimiento de un antiguo equilibrio  de fuerzas   sociales, desentrañar el misterio del programa ultra democrático  del Partido Revolucionario, el   milagro… de la cooperación estrecha entre el elemento  proletario y la burguesía nacional; la  razón de la existencia   de anarquistas y socialistas  en las filas del Partido(13)

Tiene en cuenta Mella, a todas luces, el principio marxista   de la necesidad de analizar los hechos, las ideas, los  personajes, las instituciones,  en el contexto histórico al cual pertenecieron, sin dejar de entender la  importancia del conocimiento  histórico en la comprensión del presente  y en el    pronóstico  del futuro --presupuestos también martianos- cuando  afirma que  urge analizar “… los antagonismos  nacientes de las fuerzas sociales de ayer, la lucha de clases de hoy…” y, además, las causas del   “… fracaso    del     programa del PRC y del Manifiesto de Montecristi…” (14) en la Cuba que, según Varona (15) ,  volvía a ser colonia. (16)  Por todo ello es que Mella insiste en la necesidad de un  enfoque de los principios martianos  a la luz de los acontecimientos del presente.

No son muchas las alusiones directas a Martí las que aparecen en la obra de José Carlos Mariátegui, pero ellas evidencian que las ideas martianas no le fueron desconocidas:

“La identidad del hombre  hispanoamericano encuentra  su expresión en la vida intelectual. Las mismas ideas, los mismos sentimientos circulan por toda la América indoespañola. Toda fuerte  personalidad intelectual  influye en la cultura  continental, Sarmiento, Martí, Montalvo no pertenecen exclusivamente a sus respectivas patrias; pertenecen a Hispanoamérica” (17)

Es en la misma línea de análisis de Mella, en la que se inserta José Carlos Mariátegui, a la hora de analizar la relación  entre historia y política, y entre tradición y universalidad, en textos esenciales como Defensa del Marxismo,  Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana o en los artículos recopilados en Peruanicemos al Perú, entre otros escritos . El análisis de estos temas mariateguianos, a la luz de los nexos de continuidad ruptura y superación con el ideario martiano, aun cuado esta relación obedezca a coincidencias más que a un conocimiento como el que los marxistas cubanos alcanzaron, con Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena como iniciadores en Cuba del Marxismo Fundacional Latinoamericano –del que fuera Mariátegui figura cimera—, permite considerar el pensamiento martiano como un elemento  articulador  de las tradiciones nacionales revolucionarias latinoamericanas del siglo XIX que sistematiza y supera y  el marxismo y el leninismo, también en la evolución de las ideas en lo que denominó Martí  Nuestra América. 
                              

Entre las ideaciones mariateguianas, en que estos nexos de continuidad ruptura  y superación con relación a las concepciones martianas se ponen en evidencia, habría que señalar: 

a) La  esclarecedora diferenciación entre el tradicionalismo burgués, glorificador de la perpetuación del pasado colonial y la externa, superficial  y ahistórica exaltación de los aspectos folklóricos de la cultura incaica, y la nueva visión crítica y creadora de esa relación, que desarrollan los intelectuales revolucionarios peruanos, y sobre todo  los marxistas de su generación, en las primeras décadas del siglo XX, desde las perspectiva marxista, leninista y también martiana de la historia como  factor esencial para la comprensión del presente y la predicción y construcción del futuro,  que tuvo como rasgo esencial la mariateguiana interpretación del problema indígena desde una perspectiva económico-social, vinculada estrechamente con el problema de la  tierra

b) Los argumentos  en torno a la cientificidad del marxismo y su vigencia para la comprensión y transformación de la realidad social desde la visión ecuménica (18) que caracteriza las  concepciones mariateguianas  en relación con la profunda interrelación,  en el siglo XX, de la revolución social y política, que Martí consideraba  independientes en su momento, en tanto las concibe como procesos propios de pueblos naturales que luchan contra la dominación de las  potencias de entonces que denomina pueblos históricos, y las sociales, engendradas en su interior, por las diferencias de clase, que cree posible evitar con el establecimiento de repúblicas verdaderamente democráticas en la América Nuestra.

Entre los  presupuestos esenciales de la concepción materialista de la historia que Mariátegui como Mella y Villena asumen, y que al parecer Martí no llegó a conocer, están, por supuesto, la asunción de principios ontológicos y metodológicos de la filosofía marxista, que evidencian un profundo y consecuente cambio en la concepción del mundo, y en torno a su cognoscibilidad; en primer lugar, el que ha sido considerado como fundamental: el ser social determina la conciencia social, y la certeza del conocimiento de la realidad, posición asumida, como es lógico, por los marxistas cubanos y latinoamericanos de entonces y sus continuadores



En su obra Defensa del marxismo (19) Mariátegui insiste en una serie de principios que, emanados de su interpretación del marxismo y el leninismo, acusan no pocos elementos coincidentes sobre todo con el espíritu con que Martí se apropió  críticamente de los elementos que estuvo en condiciones de asumir  de la cultura de su época en este lado del mundo. Entre ellos pueden destacarse.  

a) La distinción entre historia de la naturaleza y de la sociedad, a partir de la diferenciación entre las leyes que rigen estos procesos con relación a la voluntad  del hombre y su actuación práctica, y la oposición consecuente del traslado de los métodos de las ciencias biológicas a las ciencias sociales. Para  Mariátegui “… esta adaptación... de una técnica  científica a temas que escapan a su objeto, constituye un signo de diletantismo intelectual. Cada ciencia tiene su método propio, y las ciencias sociales  se cuentan entre la primeras que reivindican, con mayor derecho esta autonomía”.  (20)

b) La  reafirmación martiana del carácter necesariamente científico de la   política  como ciencia, de su aplicación práctico-revolucionaria y de su necesaria fundamentación en la historia. Mariátegui insiste en que  la teoría  y la política de Marx  se cimentan invariablemente en la ciencia, no en el cientificismo, “Y en la ciencia  quieren reposar hoy...  todos los programas políticos, sin excluir los más reaccionarios y anti- históricos”. (21) 

c) El determinismo,  ajeno a todo reduccionismo simplista,  negador del lugar y el papel de la voluntad , los ideales, sentimientos y  valores en la actuación de los hombres en el seno de la sociedad, evidencian los nexos de estas ideas mariateguianas con el reconocimiento del lugar y el papel de lo que para Martí era la  espiritualidad humana -en el sentido de conciencia  individual y social en el lenguaje marxista- y de la regularidad de la historia que el Maestro reconoció siempre, aunque no llegara comprender plenamente el contenido de las  leyes sociales. : 

“Nada es un hombre en sí, lo que es, lo pone en él su pueblo. En vano   concede la Naturaleza a algunos de sus hijos cualidades privilegiadas; porque serán polvo y azote si no se hacen carne de su pueblo, mientras que si van con él, y le sirven de brazo y de voz, por él se verán, encumbrados. Los hombres son productos, expresiones, reflejos. Viven en lo que coinciden con su época o en lo que se diferencian marcadamente de ella  (...) no es aire sólo lo que les pesa sobre los hombros, sino pensamiento. (22)    


d) En esta misma dirección, el Amauta refuta la falacia del carácter economicista de la ideología del proletariado: “El marxismo, donde  se ha mostrado revolucionario  -vale decir donde  ha sido marxista-  no ha obedecido nunca  a un determinismo pasivo y  rígido.” (23) 

e) En Mariátegui, como en Martí, para que las masas populares, incluidos los obreros,  pudieran  ser los verdaderos jefes de las revoluciones, tenían que convertirse en masas cultas, la práctica, incluida la labor ideológico--cultural de la organización  revolucionaria, sería un elemento esencial en ese proceso.  (24) 

f) En el mismo sentido en que Martí advirtiera a los obreros norteamericanos --una vez que llegó a la conclusión de que en ese país la revolución social resultaba inevitable--, que para poder  llevarla a cabo necesitaban convertirse en masas cultas, Mariátegui  insiste en que el socialismo no será posible “...antes de que el proletariado adquiera  conciencia de su  misión, y se organice  y discipline políticamente. La premisa política, intelectual, no es menos indispensable  que la premisa económica.”  (25)

g) Del mismo modo que para Martí resultaba imprescindible  que las condiciones  de  la opresión colonial se agudizaran, para que la independencia se sintiera  necesaria e inevitable, al tiempo que insistía en que era igualmente importante  la comprensión de que la única solución posible era la revolución, para el marxista y leninista  Mariátegui, “No basta la decadencia o agotamiento  del capitalismo. El socialismo no puede ser la consecuencia automática  de una bancarrota; tiene que ser el resultado de un tenaz y esforzado trabajo de ascensión”.  (26)

Siguiendo  los presupuestos esenciales de la concepción materialista de la historia, Mariátegui coincide con los aspectos fundamentales que permitieron a  Martí una ruptura radical con las concepciones liberales –entre 1886’ y 1887--, en lo que respecta al análisis de la sociedad de su época, a partir de la defensa  de la cognoscibilidad de los  fenómenos sociales, teniendo en cuenta  el acercamiento a los problemas de la vida social, mediante el análisis de situaciones concretas, vivas; la defensa de las perspectivas gnoseológicas  en los estudios sociales;  el rechazo del subjetivismo en el conocimiento político. (27) 

Se ha afirmado que, en Martí, la polémica en torno al imperialismo  no se  desarrolla únicamente  en el  plano de los derechos humanos  que no niega, sino, además y sobre todo,   en el de las condiciones económico--sociales concretas de los pueblos y en el movimiento histórico  que había conducido  a tales afanes de dominación que denuncia como peligro inmediato para  nuestra América. Es en esta línea en la que se inserta el marxista y leninista peruano, dando continuidad superadora a los  atisbos martianos, cuando plantea que  el socialismo “moral”   conduce sólo al más estéril romanticismo humanitario, lo que “… equivale a retraer al socialismo a su estación romántica, utopista, en que sus reivindicaciones  se alimentaban, en gran parte, del sentimiento  y la divagación de esa aristocracia que... soñaba con acaudillar  una revolución de descamisados  y de ilotas”. (28) 

A modo de resumen final, puede plantearse que Martí, en tanto síntesis radicalizadora de las tradiciones nacionales y continentales revolucionarias, coincidió con Bolívar y con otras grandes figuras de las revoluciones anticolonial latinoamericana y cubana del siglo XIX, en aspectos esenciales de su ideario nacional liberador con relación a la dominación colonial  española: la unidad latinoamericana frente a las ansias de dominación norteamericanas en el continente, en lo que se refiere a la abolición de la esclavitud a partir de la asunción de concepciones emanadas de las consignas de la Revolución Francesa, libertad, igualdad, justicia social, el enfrentamiento al anexionismo, entre otros postulados radicales. 

Pero a fines del siglo XIX había cambiado la composición clasista de las sociedades latinoamericanas: el colonialismo ibérico iba  derivando hacia el neocolonialismo bajo el dominio de las grandes potencias capitalistas de le época, principalmente los Estados Unidos; la eliminación de la esclavitud directa no había  suprimido  la explotación de las masas trabajadoras sumidas en la miseria. Martí concibió entonces la posibilidad de una república de justicia social para los humildes mediante  la distribución equitativa del producto del trabajo y la propiedad social de la tierra y los servicios públicos, sin la eliminación  de toda forma de explotación del hombre por el hombre. 

Con posterioridad a la Revolución Mexicana y la de Octubre, en medio del proceso de consumación de la dominación imperialista sobre los pueblos latinoamericanos, se hizo evidente que lo que Martí llamó Segunda Independencia, constituía  todavía un objetivo a lograr, pero insuficiente en tanto la  dominación imperialista sobre nuestros pueblos tenía como mediadores a la burguesía y los terratenientes, cuyos intereses marchaban vinculados a los de los Estados Unidos. 

La república con que soñara Martí al radicalizar, sistematizar y sintetizar los objetivos de las luchas nacional liberadoras que encabezara Bolívar en Tierra Firme, superándolos sin duda, al plantear no sólo la igualdad legal y política, sino también la social, resultaba imposible de alcanzar en el siglo XX, sin vincular las luchas contra el neocolonialismo con el enfrentamiento al  capitalismo en aras de la transformación radical del sistema  en lo económico, político, social y cultural, cuya comprensión él mismo había reclamado, en el caso de los Estados Unidos,  a los obreros norteamericanos. 

Para Mariátegui, como para Mella y Villena, la revolución nacional liberadora, para asumir realmente el objetivo de emancipación humana, tenía que devenir anticapitalista.  En el nuevo sujeto revolucionario no cabían ya los terratenientes de la etapa bolivariana, ni siquiera los propietarios de empresas privadas  no monopolistas, que Martí no excluía, aunque considerara a los obreros como la clase más confiable en la lucha por la independencia.  Ese sujeto tenía que ser integrado  por los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía, los intelectuales  los negros, indios y mestizos a los que Mella y Villena y Mariátegui  prestaran tanta atención. 


La asunción del marxismo y el leninismo en el siglo XX, no por casualidad estuvo  precedida por la influencia, más o menos directa,  de las ideas martianas no sólo en Cuba, sino también --en alguna medida-- en el continente latinoamericano. Martí devino elemento articulador entre las tradiciones nacionales revolucionarias que le precedieron y la ideología del proletariado en Cuba. Tanto Mella y Villena, como Mariátegui, el Che y Fidel Castro, habían asumido el marxismo y el leninismo en estrecha articulación con esas tradiciones revolucionarias desde la influencia martiana o han coincidido con las aristas más radicales de no  pocas de sus ideaciones.  

Martí, tempranamente en contacto con la esclavitud del negro en su Isla y con los pueblos originarios en  periplo por varios países latinoamericanos, y por su estancia en los Estados Unidos, se percató  de la  bárbara explotación  y el exterminio masivo a que eran sometidos. Defendió la idea del carácter mestizo de los  seres humanos y de la cultura de los pueblos de este lado del mundo. Su diáfana defensa contra toda forma de discriminación racial y etno-cultural, quedó explícitamente planteada en su pensamiento y en su acción revolucionaria. Las posiciones de Mella y Villena en  favor de la igualdad  de negros y blancos, tuvo, --como en el antimperialismo--,  su fuente nutricia en la obra del Maestro. 

En Martí tienen también un antecedente las ideas de Mariátegui en defensa del lugar y el papel de las tradiciones de los pueblos originarios y de la esencia mestiza  los pueblos latinoamericanos que, como el Perú, constituyen  las tres cuartas partes de su población.   

En el  antológico ensayo Nuestra América, publicado en  México en 1891, Martí  afirma:

¡Estos nacidos en América, que se avergiienzan porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan. ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola …! Pues, ¿quién es el hombre? el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que…vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de  corbata. maldiciendo del seno que lo cargó …? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios y va de más a menos…! (29)

Lo hasta aquí expuesto nos permite comprender las razones por las cuales, de una forma u otra, tanto  Mella como Mariátegui y sus continuadores,  han vuelto al análisis  tanto del pensamiento martiano como  del mundo sobretodo espiritual del incario respectivamente, desde la  concepción materialista de la historia, en el caso del cubano para desentrañar en las aristas más radicales del ideario del Maestro, aquello  que no sólo mantiene actualidad, sino también, a veces subyacentemente, sino que podía conducir a la articulación de la ideología del proletariado, desde una perspectiva crítica martiana, marxista y leninista. 

En las indagaciones de Mariátegui, para demostrar que el problema del indio en Perú, tenía una connotación económica, clasista, vinculada a la feudalidad presente  en la sociedad de la época, imposible de resolver en la esfera de la educación, el problema del indio era y sigue siendo, el problema de la tierra. “No nos contentamos  con reivndicar el derecho del indio a la educación, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categóricamente, su derecho a la tierra”. (30)

En ambos casos, el objetivo supremo, entre otros,  fue el enfrentamiento a las  acusaciones al marxismo y al socialismo, como tendencias exóticas, imposibles de aplicar  en este lado del mundo. Para las figuras cimeras del marxismo fundacional latinoamericano,  especialmente Mella y Mariátegui,  la historia y  en su contexto las tradiciones nacionales revolucionarias,  devienen punto de partida para, como afirmaran ambos,  comprender el presente y  proyectar el futuro tal como las concibieran Martí, Marx, Engels  y Lenin.    

La comprensión plena de lo que ocurre en nuestros días en América Latina, pasa necesariamente por el conocimiento a fondo de este proceso de desarrollo de las ideas revolucionarias en el continente. 



Notas y referencias.

(1)  Ver: Olivia Miranda Francisco. Historia, cultura y política en el pensamiento revolucionario de José Martí. Editorial Academia, La Habana, 2002 y en filosofia.cu, subcomunidad virtual, Cátedra de pensamiento cubano “José Martí”

(2) José Martí, Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, T. 4, p. 229

(3). Para más información sobre el tema ver: Olivia Miranda Francisco, Tradiciones nacionales revolucionarias, marxismo y leninismo en el pensamiento cubano, en. filosofia.cu, subcomunidad virtual, Cátedra de pensamiento cubano “José Martí” y en Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2005.

(4)  El hecho de que casi sin excepción, los marxistas y leninistas  cubanos accedieran a la ideología  del proletariado a partir de una inicial  formación martiana que, por razones históricas,  ha sido  directa y profunda, nos ha permitido considerar  esta articulación como una regularidad  del proceso de desarrollo del pensamiento revolucionario cubano en el siglo XX..

(5)  Ver: José Carlos Mariátegui. “La unidad de la América indoespañola”, en Obra política, Ediciones Era, México D. F., 1984.

(6)  Fidel Castro. Fidel y la religión.  Conversación  con    Frei  Betto.  Oficina de Publicaciones   del  Consejo  de   Estado, La Habana, 1985.  p. p. 158 y 159.

(7)  Ver Aníbal Quijano.  Introducción a Mariátegui, Ediciones Era, Lima, 1982.

(8)  Por tales razones, la obra escrita que nos legaron estuvo condicionada en lo esencial por la coyuntura política y socioeconómica. que se genera en Cuba  entre las dos etapas de la crisis económica mundial (1920--1921) y (1929--1933), momento en que  culmina el proceso de conformación de la llamada crisis permanente de la economía cubana, en el ámbito de  la primera experiencia neocolonial norteamericana en el continente, iniciada a partir de establecimiento de una república formal lastrada por la Enmienda Plat, que convirtió a la mayor de las Antillas en puente natural de la  penetración  de los monopolios norteamericanos 
en el resto de la América Latina – Perú incluido – y de la consecuente dependencia política que todavía hoy sufren estos pueblos bajo los designios actuales de la mundialización. 

(9)  Ver: José Martí.,  Obras completas,  ob citT.VIII. p. 157

(10)  J. Martí, Ob cit, T. XXI, p.p.75 76

(11)  Ver José Ignacio Rodríguez. “Martí y el Partido Revolucionario Cubano”, en Casa de la Américas, Año XIII, N 76, enero- febrero, 1973, p. 98. …les predicaba …el odio  al hombre rico, cultivado y conservador, introduciendo así en el problema cubano un elemento que hasta entonces había sido desconocido, pues todos los movimientos del país habían partido siempre de las clases altas y acomodadas; y el odio a los Estados Unidos de América a quienes acusaba de egoístas,  y a quienes miraba como el tipo de una raza insolente, con quien  la que dominaba en los demás países de la América continental, tenía que luchar sin descanso… junto  a la convicción de que era imposible toda unión entre españoles y cubanos, 

(12)  Julio Antonio Mella. “Glosas al pensamiento de José Martí”, en: Mella Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p.268.

(13)  Ibidem, p. p. 268 - 269.

(14)  Documento escrito por Martí y firmado conjuntamente con M. Gómez que contenía el programa de la Revolución.

(15)  Enrique José Varona (1839—1933) Filósofo cubano de filiación positivista en la segunda mitad del siglo XIX,  sustituye a Martí en la dirección del periódico Patria

(16)  Ibidem, p. 269

(17)  José Carlos Mariátegui. “La unidad de la América indoespañola”, en Obra política, Ediciones Era, México D. F., 1984.

(18)   Ver Isabel Monal. “Mariátegui en sus encrucijadas”, en: Mariátegui en el pensamiento actual de nuestra América, en: Cuadernos Casa, Empresa Editorial Amauta y Casa de las Américas, Lima y  La Habana,  1994.

(19)  Ver José Carlos Mariátegui. Defensa del marxismo , Empresa Editorial Amauta, Lima , Perú, 1987

(20)  Ibidem. p. 25.
Ver: José Martí “Un Congreso Antropológico en los Estados Unidos”, en Obras Completas, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, t. 11.

(21)   José Carlos Mariátegui, Defensa Del marxismo, ob cit. p. 46

(22)  José Martí, Ob cit.,:XIII, p. 34. 1975.

(23)  Ibidem, p. 67

(24)  Ibidem, p. 67. “Marx  no podía concebir  ni proponer  sino una política realista y, por esto, extremó la demostración  de que el proceso mismo de la economía  capitalista, cuanto más plena  y vigorosamente se cumple, conduce al socialismo; pero entendió siempre como condición previa  de un nuevo orden, la capacitación  para realizarlo, a través de  la lucha de clases”.

(25)  José Carlos Mariátegui. Defensa  Marxismo, ob. cit, p.p. 87 -- 88

(26)  Ibidem, p. p. 87 - 88
Ver:   José Martí. “Democracia práctica”, en  obra citada, t. VII.

(27)  Isabel Monal. “José Martí, del liberalismo al democratismo antimperialista”. En,  año 1973, N. 76.
La autora  plantea que la política y la sociedad no fueron concebidas por Martí como asuntos puramente teóricos, sino como cuestiones vivas y concretas, que debían ser analizadas con el propósito de actuar sobre ellas  de acuerdo con fines y objetivos fijados de antemano. Se trata de una nueva concepción de la relación teoría y práctica, consecuente, como veremos, con  la doble significación que asigna a la política  como ciencia teórica y, en su aplicación, a la dirección de una sociedad históricamente concreta

(28)  José Carlos Mariátegui.  Defensa del marxismo, obra citada Ibidem, p. 71.

(29)  José Martí, Nuestra América, en Ob cit, T. 6, p. 16.

(30)  José Carlos Mariátegui. El problema del indio, en: Siete ensayos(...)  Editorial Amauta, Lima, 1998, p. 50

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* Ponencia presentada en el I Simposio Internacional José Martí, de cara al sol, realizado en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) de Lima Perú.

** Olivia Miranda Francisco (La Habana, l940). Maestra,  Licenciada en Lengua y Literatura hispánica, Doctora en ciencias filosóficas. Investigadora Titular del Instituto de Filosofía (Cuba). Se ha interesado por el pensamiento cubano, la articulación del marxismo con las tradiciones nacionales revolucionarias y por el marxismo latinoamericano, sobre todo en José Martí y José Carlos Mariátegui.

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