Nicaragua, la nueva presa


Como una manada de lobos hambrientos, organismos hemisféricos de distinta laya, pero igual cuño, abren fauces y lanzan garras para cebarse en los hechos violentos que han tenido lugar en Nicaragua. 


Marina Menéndez Quintero *
Mariátegui
01/05/18

«La manada» es un término acuñado en España en estos días y que identifica, en tono incriminatorio, a un grupo de cinco hombres jóvenes a quienes se acusa de violar a una muchacha… aunque la justicia los haya enjuiciado y condenado solo por violencia.

Podrían haberlos bautizado con el apelativo por la forma en que actuaron, como los lobos en grupo. O por la saña.

Así, como una manada de lobos hambrientos, organismos hemisféricos de distinta laya, pero igual cuño, abren fauces y lanzan garras para cebarse en los hechos violentos que han tenido lugar en Nicaragua.

Su misma identificación da pie a las conjeturas sobre la sinceridad de sus preocupaciones, y permite adivinar qué es lo que ansían.

La tendenciosa Humans Right Watch pide ya una reunión del Consejo Permanente de la OEA, para que se aplique a Nicaragua la presencia de una representación de la proyanqui Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

IDEA —la denominada Iniciativa Democrática de España y las Américas donde se reúnen exmandatarios derechistas, conspiradores e injerencistas— pidió también al titular de la OEA, el desacreditado Luis Almagro, impulsar la adopción de medidas dentro del marco de la llamada Carta Democrática Interamericana, creación de EE. UU. para justificar la intervención certificada en otras naciones.  

Y no debe extrañar que la ultraderecha congresional miamera pida que se recrudezcan las sanciones establecidas por la  NICA-ACT (Nicaraguan Investment Conditionality Act of 2017).

Pero lo que mejor permite palpar la magnitud de esto que se teje contra el Gobierno sandinista, y por dónde viene, es la actitud de Washington. Por orden del Departamento de Estado su Embajada en Managua sacó a su personal y cerró, al tiempo que «alertaba» a los ciudadanos de EE. UU. que no viajen al país, en una señal de alarma que debe tomarse en cuenta.

En un comunicado de epítetos duros y poco usados en la diplomacia —tan parecidos a esos de que gusta la verborrea del presidente Donald Trump— la Casa Blanca habló este viernes de «repugnante violencia política» que «ha impactado a la comunidad democrática internacional».    

Mientras, en las redes sociales y en los medios internacionales de derecha, donde se fabrican tantos entuertos, el motivo que dio lugar a los hechos ya apenas existe. Atrás quedó la reforma al seguro social que constituyó la chispa de los desórdenes y fue derogada hace una semana por el Gobierno, casi inmediatamente después de su promulgación. De lo que se trata ahora es de mantener las protestas.

Una cuenta en Twitter señalada por el sitio Misión Verdad por su sospechosa aparición junto con las manifestaciones y que se identifica como SOS Nicaragua, seguía llamando este sábado a la insubordinación con este mensaje: «Que decepcionante que nos estemos rindiendo tan rápido por la “tranquilidad,” que decepcionante que todos esos que murieron, hayan muerto para que nosotros nos rindamos tan rápido. No es necesario que hayan conflictos en las calles para seguir luchando».

Así, una situación de origen supuestamente social se ha convertido en una crisis política que busca dar pie a la intervención extranjera y a la democión del Gobierno sandinista.

La rapidez con que fluyeron acontecimientos que parecen haber surgido de la nada evoca un arte de magia, aunque no haya tal. Más bien parece la maniobra de una maquinaria engrasada que, como en otras naciones víctimas de la ojeriza de Estados Unidos y la derecha proimperial, usa tristemente a jóvenes estudiantes como carne de cañón para actos violentos que obliguen a las fuerzas del orden a actuar. De ese modo es más fácil culpar al ejecutivo por los lamentables decesos, y justificar la adopción de medidas hemisféricas de presión.

En materia teórica todo ya tiene nombre y se ha aplicado en países de Europa del Este para sacar del poder a gobiernos incómodos a Washington, así como se intentó aplicarlo a Venezuela: revoluciones de colores que conducen a lo que se ha bautizado como golpe suave, es decir, democión de un mandatario sin que medien la bayoneta y la bota militar.

No lo sistematizó en la teoría la izquierda. Reza en los documentos del Pentágono y constituye toda una bien pensada estrategia imperial, como se constata en la Circular de entrenamiento 18-01 de las Fuerzas de Operaciones Especiales de noviembre de 2010, titulada La Guerra no Convencional.

En cada sitio con sus características, los ejecutivos de Fernando Lugo en Paraguay, de Manuel Zelaya en Honduras, y el de Dilma Rousseff en Brasil pueden dar fe de ello, sin dejar fuera la saga de corrupción y la injusta prisión urdidas contra Lula. El asunto es regional, y de lo que se trata es de completar el viraje a la derecha, manipulación mediante de una población tan víctima como el sujeto político que se sataniza.   

Dentro de Nicaragua, la alineación, del lado de la inestabilidad, del Consejo de la Empresa Privada (Cosep), aliado del ejecutivo en este mandato sandinista aunque su antiguo y muy enconado enemigo, también da luces sobre quiénes pueden medrar con estos acontecimientos indeseados, aún no bien esclarecidos, y donde sigue jugando un papel fundamental una Conferencia Episcopal que ha aceptado ser garante del diálogo convocado por el Gobierno, pero es citada como su crítica frente a los hechos.

Líderes de la Unen (Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua) denunciaron la presencia en una de las universidades tomadas por los manifestantes de miembros del opositor Movimiento de Renovación Sandinista, donde se reúnen figuras que abandonaron las filas del FSLN, y su presión para que los jóvenes manifestantes se mantuvieran sublevados.

En un comunicado del Frente Sandinista poco difundido, el partido en el poder ha dado elementos de juicio. Por ejemplo, el hecho de que las protestas fueran iniciadas y protagonizadas por los estudiantes universitarios, sobre todo, de escuelas privadas religiosas —básicamente la UCA, de los jesuitas y la Politécnica (Upoli), de una iglesia protestante con sede en EE. UU.—, y su adopción de un carácter violento con el uso de morteros caseros; la movilización de la Juventud Sandinista como contraparte; los asaltos e incendios de locales representativos del sandinismo e instituciones del Estado y de casas de sandinistas, así como los saqueos a supermercados y a bodegas, entre ellas la que guardaba todo el medicamento de los asegurados…

El establecimiento de una Comisión de la Verdad anunciada el viernes por la Asamblea Nacional de Nicaragua debe poner en claro, ojalá en breve, el ínterin de los sucesos, así como el diálogo convocado por el presidente Daniel Ortega debe devolver a su cauce la estabilidad que ha caracterizado el último decenio en Nicaragua.

Pero todo debe resolverse desde dentro. La manada de las instituciones prohijadas por Washington que busca la intervención, debe sacar los dientes de su nueva presa.

* juventudrebelde.cu

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