Nicaragua. Ya Basta de Intervenciones





Moisés Absalón Pastora *
Mariátegui
09/12/19

Al margen de las simpatías o no que los ajenos y extraños puedan tener con Nicaragua o con los nicaragüenses, con el gobierno o con el oposicionismo, nuestros asuntos internos, nuestras diferencias deben ser resueltas por nosotros los ciudadanos paridos por este país y no por los criterios absurdos y destructivos, fundamentados en inventos y las mentiras del imperio y sus satélites que no tienen ni vela en este entierro ni nada que perder y que con su actitud interventora e invasiva alientan a una guerra civil que no tiene razón y que solo está en la cabeza descerebrada de vividores de la politiquería cuya única y exclusiva actividad se concentra en sembrar el odio, que menos mal, solo crece hacia las profundidades del infierno donde habitan los demonios a los que sirven.

Nicaragua es un país que ya tuvo suficiente con las angustias marcadas en su historia por la arrogancia de un imperio que no se encarga de sus propios problemas, pero sí que se ocupa desayuno, almuerzo y cena para tramar cualquier cosa que conduzca al cobarde bloqueo contra un país fundado sobre una dignidad y nacionalismo que hoy más que nunca son una coraza impenetrable de honor y que más alza su frente orgullosa en la medida que la locura imperial dicta que la Nicaragua de paz que tenemos y que construimos todos los días con hechos y no promesas, es absurdamente una amenaza para su seguridad.

Qué ridículo el imperio al considerar que Nicaragua es una amenaza para su seguridad. Lo dice desde la oficina oval un loco bajo el juicio de los mismos que lo pusieron en el poder y que es el enemigo más peligroso que ahora tiene la humanidad; lo dice el policía del mundo que donde puede mete sus narices; lo expresa el que como cualquier vulgar y ordinario ladrón se introduce a cualquier casa del planeta sin avisar y sin ser invitado; lo dice el que invade nuestros hogares y pretende decirnos cómo gobernar nuestras familias; el que arrogantemente se proclama paradigma de la libertad y la democracia y lanza bombas, como expresión de sus excretas, sobre pueblos asesinados por sus conquistas.

¿Estados Unidos por qué miras la paja que hay en el ojo de tu víctima y no ves la viga que está en el tuyo como victimario?

¿Cómo puedes decir señalar a un David que le danza a la paz y tu Filisteo imperial que mata con hacha criminal no ves que sobre tu acero gotea la sangre inocente?

Es hipócrita y cobarde Estados Unidos porque siendo la amenaza de un planeta herido por la espada de la Casa Blanca, que hoy reclama su derrumbe imperial, se luce con los pequeños, pero calla ante los grandes porque no veo como declare a Rusia, a China, a Irán, Corea del Norte u otros con poder militar decir que son una amenaza contra su seguridad.

Las palabras de Jesús de ver la paja en el ojo ajeno sin ver que en el tuyo tienes una viga tiene una especial resonancia para nosotros. Todos, sin excepción, tenemos mucho que aprender de ellas. Todos, sin excepción, tenemos que escucharlas, meditarlas en nuestro corazón, y ponerlas en práctica en nuestra vida de cada día como habitantes, que con poder o sin el, habitamos este planeta.

Los seres humanos, de toda clase y condición, tenemos una inclinación malsana y persistente, a criticar a los otros. Vemos con mucha facilidad los defectos y las malas acciones de quienes están a nuestro alrededor y ello nos lleva a criticarlos destructivamente en nuestro corazón y de viva voz, por una razón u otra, la mayoría de las veces con dureza, con odio y sin razón, sin atender la causa y el origen del problema porque el nuestro no es que seamos una amenaza para el imperio, sino que el imperio es una amenaza para el mundo.

Los soberbios, los engrandecidos, los poderosos olvidan por completo sus defectos, sus fallas y aberraciones que son monumentalmente grandes porque convierten sus agresiones interventoras e invasivas contra los que creen que somos débiles, en reacciones desproporcionadas que buscan cómo ensañarse odiosamente en aquel o aquellos que dignamente buscan la paz, el trabajo, la estabilidad para prosperar, pero que no piensan igual al dictador del mundo o igual a aquel que se cree presidente del mundo y por tal asume que nos puede imponer desde la majestad de su trono criminal la voluntad imperial.

Estados Unidos decidió ser el juez del mundo, es quien juzga y condena sin piedad a todo el que no dobla sus rodillas ante él, pero cuando el mundo le da la espalda, porque se avergüenza de sus tropelías se hace el sordo, el ciego y el mudo con su propia conducta y busca entonces, en vez de rectificar, hundir más el acelerador de su prepotencia como para decir sí ustedes piensan de otra manera y qué si yo soy de todas formas quien manda.

El imperio debería revisar lo que hace y corregir con prontitud porque ya no es solo el mundo quien lo ve como asesino sino que en sus entrañas sus ciudadanos saben que su país dejó de ser el referente y el paradigma, de la libertad y que ahora es una infernal pesadilla donde el odio y la violencia mata masivamente todos los días haciendo de Estados Unidos una dictadura planetaria que perdió la paz desde que se granjeó todo el odio del mundo y por eso vive una cotidianidad mentalmente desequilibrada porque sabe que es tanto el daño que hizo, hace y sigue haciendo que no sabe por dónde le vendrá el medio vuelco y por eso es que ahora cierran la Casa Blanca hasta por ver en el cielo a un zopilote.

El primero que tiene que ver la viga que tiene en el ojo es Estados Unidos, gobernado por un loco por un demente de camisa de fuerza que está siendo enjuiciado y que revivió el racismo, que revivió la política del gran garrote, que insiste en levantar su propio muro de Berlín contra Latino América, que usa la Casa Blanca para el tráfico de influencias para su beneficio y que además está en una maraña de una ingobernabilidad que lo tiene cerca de perder su reelección y que ha usado temas que competen a las relaciones internacionales para fustigar a Nicaragua, a Cuba y Venezuela pero no porque tenga razón y sustento por lo que hace sino para distraer de la atención de los norteamericanos la evidente precipitación a tierra de la desplumada Águila Imperial.

Aquí en Nicaragua tenemos obviamente lacayos internos que obedecen al imperio, pero el imperio también tiene peleles que, desde algunos gobiernos, que ya enfrentan la indignada ira de sus pueblos, quieren imitar el papel de sus amos y de pronto han llegado a pensar que pueden meter su cuchara en nuestros propios asuntos y sin la más mínima moral nos señalan cuando ellos son algo más que sepulcros blanqueados.

Nos ataca él imberbe Presidente de Costa Rica, carajillo que resultó electo por esos accidentes de la frustración política pero que navega en una balsa llena de hoyos en medio de aguas picadas por la indignación ciudadana que mantiene a la otrora suiza centroamericana en la turbulencia y agitación de una sociedad próxima a estallar contra una desigualdad que se podrá llamar cualquier cosa menos democracia.

Atacó a Nicaragua desmedida y denodadamente el saliente presidente y pelotudo de Argentina, cuya viga es la de un pueblo que en un 63% considera que su vida empeoró desde que Mauricio Macri llegó al poder para hacer de los argentinos una involución de la esperanza a la indigencia, pero que para sostenerse en el poder y en los errores, no ha escatimó costos para vapulear a quienes se le oponen y que finalmente terminaron de aplastarlo en las más recientes elecciones por las cuales el Krichenerismo vuelve al poder.

Atacó a Nicaragua el presidente títere de Colombia, Iván Duque Márquez, que prefirió arriesgar la paz interna del pueblo que ahora tienen en las calles a fin de incendiar la vida de los suyos con el único fin de congraciarse con el yanqui.

Atacan a Nicaragua, desde el Cartel de Lima, una ristra de presidentes que en su totalidad son un grupito de idiotas que desoyendo la conciencia de sus pueblos están llenos de frustraciones y que sobrándose en incapacidades no resuelven internamente lo que les corresponde, ni se ubican al lado de la razón histórica porque son neófitos e ignorantes que no miden las consecuencias de pasar por encima de las venas latinoamericanistas y todo para congraciarse con un imperio que no tiene amigos y por el que al final podrían terminar pagándolas muy duro porque todo podremos ser en nuestro continente menos el tras patio de los Estados Unidos.

Criticar a los demás, por una razón o por otra es fácil, muy fácil. No exige mayor esfuerzo de nuestra parte, y siempre habrá para nosotros un motivo que lo “justifique”, una razón que lo respalde, al menos en apariencia. Pero la vida auténtica no busca lo que es fácil o lo que nos queda cómodo, sino lo que es bueno, lo que se ajusta a la voluntad de Dios, que nos ama a todos como hijos y quiere que vivamos como verdaderos hermanos, en el amor y el respeto mutuo. Por eso mismo examinar nuestra conciencia traerá mucha paz a nuestro espíritu para vivir y dejar vivir y debemos sentirnos bien los nicaragüenses porque eso es lo que estamos haciendo.

Una caterva de hipócritas que tienen una enorme viga en sus ojos critican a Nicaragua y lo hacen a nombre de libertades que no aplican en sus países y que creen que otros que también habitamos el mundo ignoramos o no conocemos en un planeta donde todo es inmediato y donde la mentira tiene patas muy cortas.

Hipócritas quienes hablan de democracia y avalan la autoproclamación de un chavalo irresponsable en Venezuela o una mujerzuela y actriz porno en Bolivia donde se materializó un criminal golpe de estado que nunca vio la tristemente célebre OEA.

Hipócritas aquellos que siendo latinos se lanzan contra los de su mismo origen para congraciarse con quien es el autor del empobrecimiento y saqueo de nuestra América.

Al final sin embargo que interesante que nuestro país desde el ojo del Águila Imperial resulte ser una amenaza y yo creo que sí tienen razón, pero no porque nuestras lanchitas les vayan a hundir sus portaaviones, no porque nuestros helicópteros, los que usamos para faenas de rescate en tragedias de orden natural, vayan a derribar a sus apaches acorazados o porque nuestro pequeño ejército vaya invadirlos y a caerle a la Casa Blanca para sacar en calzoncillo al pelo de maíz, de Donald Trump, sino que nos temen porque le tienen horror al fantasma de Zeledón y de Sandino, porque saben que aquí la dignidad nacionalista que nos estampó como fierro el General de Hombres Libres es un ideal, es una visión aguerrida de no temer a la sinrazón de la fuerza, sino en fundamentar los principios y valores que nos distinguen en la fuerza de la razón. Eso a nosotros nos hace grandes, y a ellos, fracasados constantes de una soberbia que por descerebrada ignora que América Latina está llena de leyendas estoicas de aquellos hijos que siguen siendo los vencedores de la muerte a través de todos los tiempos.

* Revista Nicaragua Sandino

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