El discurso de Obama sobre la guerra: Las preguntas que suscita… y las respuestas que es necesario dar

Larry Everest / revcom.us - Mariátegui
11/12/09


El martes 1º de diciembre en la Academia Militar Estadounidense en West Point, el presidente Barack Obama anunció que iba a mandar 30.000 soldados adicionales a Afganistán. También pidió 10.000 soldados más de la OTAN, lo que aumenta el total de las fuerzas dirigidas por Estados Unidos a casi 150.000, y anunció planes de escalar la guerra en varios frentes, entre ellos en Pakistán (sin dar detalles). Desde que asumió su cargo, Obama ya ha triplicado el número de fuerzas yanquis en Afganistán.

Estas fuerzas militares no van a Afganistán para establecer programas de vacunación ni dar clases de alfabetización para muchachas afganis. Van como parte de la más destructora máquina militar del planeta, para sembrar violencia. Esta máquina militar ha bombardeado fiestas de boda, ha mantenido en la prisión Bagram sin cargos a miles de hombres jóvenes afganis, derriba puertas a patadas muy de noche. Están fortaleciendo esta máquina y desencadenándola aún más.

Están llamando el discurso de West Point el “momento que define” la presidencia de Obama. Hasta este punto en su mandato, al menos, es cierto. Así que será importante analizar con profundidad las preguntas que planteó Obama y las respuestas que dio - y de ahí revelar las verdaderas causas subyacentes de esta escalada militar.

¿Por qué está en Afganistán el ejército yanqui?
Obama comenzó el discurso así: “Es importante recordar por qué América y nuestros aliados fueron obligados a librar una guerra en Afganistán en primer lugar. No pedimos esta pelea. El 11 de septiembre de 2001, diecinueve hombres secuestraron cuatro aviones y los utilizaron para matar a casi 3.000 personas. Atacaron nuestros centros neurálgicos militar y económico.... Como sabemos, aquellos hombres pertenecieron a al-Qaeda... La base de operaciones de al-Qaeda estaba en Afganistán, donde los albergaba el Talibán - un movimiento cruel, represivo y radical que se apoderó de ese país después de que los años de ocupación y guerra civil soviéticas lo había asolado y después de que América y nuestros amigos había prestado sus atenciones a otras partes”.

Luego Obama volvió a su explicación de por qué el Talibán y al-Qaeda han echado raíces en Afganistán: “Por décadas el pueblo de Afganistán ha soportado la violencia. Lo ha confrontado la ocupación de parte de la Unión Soviética y luego de parte de los combatientes extranjeros de al-Qaeda que usaron el territorio afgani para sus propios fines”.

Obama insinúa que Estados Unidos no tenía nada que ver con la invasión soviética de Afganistán y que no tiene ninguna responsabilidad para el crecimiento del Talibán y de al-Qaeda allí, ni del crecimiento del fundamentalismo islámico en la región. Según Obama, Estados Unidos no desempeño ningún papel en los sucesos que condujeron a los ataques de 11-S.

Los hechos son distintos. En verdad, Estados Unidos ayudó a provocar la invasión soviética de Afganistán. En julio de 1979, unos cinco meses antes de la invasión soviética, EE.UU. había puesto en marcha una campaña encubierta para desestabilizar el gobierno pro-soviético de Afganistán armando y financiando a la oposición islámica. El objetivo, según Zbigniew Brzezinski, el asesor de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter, fue “el de inducir una intervención militar soviética”. Cuando en diciembre los soviéticos sí intervinieron, Brzezinski le escribió a Carter: “Ahora tenemos la oportunidad de darle a la Unión Soviética su guerra de Vietnam”.

La administración de Carter emprendió esta operación porque en ese entonces EE.UU. estaba trabado en una lucha enconada por supremacía global con lo que entonces era la Unión Soviética1. Después de ayudar a provocar la invasión de Afganistán, EE.UU. trabajó entre bastidores con Pakistán y Arabia Saudita a lo largo de los años 1980 para hacer que la guerra fuera mucho más larga, violenta y destructora. Estas fuerzas organizaron, financiaron y armaron a los mujaidines (“guerreros por el islam”). Mientras que muchos otros afganis se levantaron en armas contra los invasores soviéticos, Estados Unidos y sus socios obraron para fortalecer a los combatientes reaccionarios del fundamentalismo islámico. A lo largo de la siguiente década, el gobierno yanqui canalizó más de $3 mil millones de armas y ayuda a aquellas fuerzas fundamentalistas, y como resultado ayudó a alimentar un movimiento islamista global. Así empezó Osama bin Laden. Así por primera vez se sembraron las semillas de al-Qaeda y el Talibán.

Durante los años 1980 existían algunos afganis que luchaban contra la ocupación soviética quienes se oponían al imperialismo yanqui así como al imperialismo soviético. Representaban un futuro completamente distinto - un futuro libre de la dominación imperialista, libre de la explotación capitalista y libre de las relaciones sociales e ideología feudales tradicionales retrógradas que mantienen a la mayoría de los habitantes de Afganistán en grilletes - en especial las mujeres. Los maoístas revolucionarios de Afganistán dirigían a esas fuerzas. Pero los imperialistas estadounidenses, los imperialistas soviéticos, los mujaidines islámicos y los señores de la guerra lacayos de Estados Unidos, o sea todas las fuerzas reaccionarias involucradas en el conflicto afgani, centraron sus ataques viles y sanguinarios en esas fuerzas dirigidas por los maoístas.

Cuando por fin los soviéticos se retiraron de Afganistán en 1989, el saldo fue la muerte de de más de un millón de afganis (junto con 15.000 soldados soviéticos) muertos, y el encierro de la tercera parte de la población, es decir, más de 7 millón de personas, en campamentos de refugiados. Solamente dos años después, se derrumbó la Unión Soviética. La derrota en Afganistán había desempeñado un papel importante.

Mientras tanto, Afganistán fue dejado en un estado de guerra civil entre el régimen pro soviético de turno y los varios grupos de fanáticos religiosos islámicos y señores de la guerra reaccionarios que se peleaban entre sí mientras reprimían al pueblo. Pero los gobernantes de Estados Unidos consideraron su táctica como un enorme éxito. Cuando el periódico francés Le Nouvel Observateur (15 de enero de 1998) le preguntó si lamentaba haber inducido la invasión soviética de Afganistán y de “haber apoyado a los [combatientes] islámicos, de haber dado fusiles y asesoría a unos futuros terroristas”, Brzezinski respondió: “¿Lamentar qué?... ¿Qué tiene más importancia para la historia del mundo? ¿El Talibán o el derrumbe del imperio soviético? ¿Algunos musulmanes agitados o la liberación de Europa central y el fin de la guerra fría?”

Por supuesto es fácil empezar la película el 11 de septiembre de 2001. Pero si usted oprime el botón de regresar al pasado, aprenderá que el gobierno estadounidense no había estado ocupándose de sus propios asuntos de manera inocente todos esos años y de repente se encontró víctima de un ataque de ninguna forma provocada. Existe una larga historia de armar y utilizar a los fundamentalistas islámicos y de ser cómplice en la destrucción de millones de vidas. De hecho, sería difícil exagerar el nivel de horror y sufrimiento innecesario que esta danza de la muerte de esta superpotencia infligió al pueblo afgani. Todo eso se hizo con la finalidad de conservar y defender la dominación imperial estadounidense. Nada de eso justifica lo que pasó el 11-S - pero para entender las verdaderas causas de lo que está pasando, más vale entender completamente los alcances de la historia.

¿Es el “trastorno de falta de atención” de Obama un diagnóstico acertado?
Obama dijo que después de la retirada soviética de Afganistán en 1989, “la atención de los Estados Unidos y de nuestros amigos se había trasladado hacia otra parte”.

¿Dónde estaba centrada la atención de los EE.UU. en la década de 1990 en esta parte del mundo? Empezando con la primera administración Bush (George H. W. Bush) y continuando con la administración Clinton, los EE.UU. se desplazaron hacia un número de frentes para consolidar la enorme ventaja que derivó de la caída de la Unión Soviética. Su objetivo, en particular, fue el de profundizar y extender su dominio en el Medio Oriente y Asia Central. Esto incluyó la invasión y destrucción de Irak en 1991, lo que causó lo que la analista de datos del mundo que trabaja en el Buró del Censo estadounidense, Beth Osborne Daponte, calculó en más de 200 mil muertes (y murieron al menos 500 mil más en los años 1990 debido a las sanciones de la ONU) y el acantonamiento de grandes fuerzas militares de EE.UU. en Arabia Saudita y en otros países del Golfo Pérsico. También incluyó nuevas tentativas de acercamiento y el aumento de su rol a través de la India principalmente hindú, lo que agravó la rivalidad entre la India y Pakistán, que es una rivalidad que los EE.UU. ha intentado manipular y con la cual juega para su beneficio propio. Todo esto, junto con el continuo apoyo de EE.UU. a Israel contra la enorme rebelión del pueblo palestino en los años 80 y de principios de los 90, ha traído enormes y a menudo terribles niveles de violencia contra los pueblos árabes y centroasiáticos y la afirmación de la abierta dominación de los EE.UU.

Al mismo tiempo, la mayor penetración social y económica de los EE.UU. en la región modernizó ciertos aspectos de esas sociedades, mientras que minaba las relaciones tradicionales. Tomado en su conjunto, todo esto llevó al inicio de un conflicto abierto entre los EE.UU. y las fuerzas islámicas. Los mismos que fueron llamados “guerreros santos” a quienes los EE.UU. habían apoyado inicialmente y que a menudo había juntado sobre la base de una oposición reaccionaria a la “modernización” empezaron a oponerse a los EE.UU. y a llevar a cabo operaciones de guerrilla en su contra en esa región. Mientras tanto, en 1996, el gobierno paquistaní había ayudado a instalar a los talibanes en Afganistán, tanto para estabilizar el país bajo el mandato extremadamente represivo islámico como utilizarlo como contrapeso a las ambiciones de la India en Afganistán y la región. Todos estos hechos llevaron a los EE.UU., a finales de los 1990, a que una vez más, intensificara su atención en Afganistán, en el contexto de la región en su conjunto. Durante este período emergió un consenso (lo que se consolidó por el 11 de septiembre) entre lo que se convertiría en las fuerzas políticas dominantes en los EE.UU., de que el fundamentalismo islámico se estaba convirtiendo en un obstáculo primordial para los objetivos de los EE.UU., que tendría que ser derrotado y que era necesaria una reestructuración radical de toda la región a fin de debilitar estas fuerzas y asegurar la hegemonía de EE.UU.

Gran parte de esta historia es bien conocida, ciertamente por cualquier persona en un cargo público o en la prensa. Sin embargo, tras el discurso de Obama ni uno ni el otro hizo ningún comentario sobre los que Obama “omitió”.

¿Qué fue lo que los EE.UU. trataba de lograr con la invasión de Afganistán en 2001?
Obama defiende la decisión de invadir Afganistán y dice que ha dado buenos resultados. Señala que el Congreso “autorizó el uso de la fuerza contra al-Qaeda y contra aquellos que le dieron asiento, una autorización que continúa hasta el día de hoy” (98-0 en el Senado, 420-1 en la Cámara de Representantes) y que la OTAN apoyó a los EE.UU. y que el Consejo de Seguridad de la ONU “ratificó el uso de todas las medidas necesarias para responder a los ataques del 11 de septiembre. Estados Unidos, nuestros aliados y el mundo estaban actuando como uno para destruir la red terrorista de al-Qaeda y proteger nuestra seguridad común”.

“Bajo la bandera de esta unidad nacional y la legitimidad internacional, y sólo después de que los talibanes se negaron a entregar a Osama bin Laden, enviamos a nuestros soldados hacia Afganistán”.

Aquí debemos profundizar más exactamente en lo que se hizo bajo “esta bandera de unidad nacional y legitimidad internacional” y por qué.

El régimen de Bush tenía una serie de objetivos en la invasión de Afganistán en octubre de 2001. En primer lugar, el de atacar de forma rápida y masiva y conquistar a Afganistán, a fin de demostrarle al mundo que Estados Unidos no se había visto sacudido por los atentados del 11 de septiembre y que estaba dispuesto y era capaz de aplastar con fuerza abrumadora a los que se atrevieren a desafiarla. Esto no es sólo la postura de macho, sino fue esencial para el mantenimiento de la “credibilidad” global, es decir, el miedo, y la dominación.

En segundo lugar, los EE.UU. querían rápidamente derrocar el régimen talibán e instalar un estado clientelar leal en Afganistán como parte de un proyecto global para profundizar su control militar de Asia Central (Afganistán colinda con dos de los principales rivales potenciales de los Estados Unidos, Rusia y China) y obtener mayor acceso y control de los energéticos de la región (durante la década del 1990 los EE.UU. estuvo tratando de construir un oleoducto a través de Afganistán que evitara pasar por Rusia o Irán. El gigante petrolero UNOCAL era el contratista principal; uno de sus asesores era Hamid Karzai, luego instalado por los EE.UU. como presidente de Afganistán). Hacer eso fue también parte de un proyecto para derrotar a las fuerzas islámicas anti-Estados Unidos en la región.

Simplemente capturar o matar a Osama bin Laden nunca fue el objetivo central. (El argumento de Obama de que los EE.UU. invadió a Afganistán “sólo después de que los talibanes se negaron a entregar a Osama bin Laden” es uno que cuando menos es merecedor de fuertes cuestionamientos. Según The Guardian (14 de octubre de 2001), “El presidente George Bush rechazó por ‘no negociable’ una oferta hecha por los talibanes para discutir la entrega de Osama bin Laden si los Estados Unidos suspendiera los bombardeos en Afganistán”.)

Obama elogia los resultados de la invasión de EE.UU.: “En cuestión de meses, al-Qaeda se dispersó y muchos de sus agentes fueron asesinados. Los talibanes fueron expulsados del poder y obligados a retroceder. Un lugar que había conocido décadas de miedo ahora tenía razones para la esperanza” y señala la formación de un régimen creado por los EE.UU. con Karzai a la cabeza como un avance positivo “para contribuir a traer una paz duradera a un país azotado por la guerra”.

No fue nada de eso. El régimen de Karzai era un régimen de lacayos de los EE.UU., señores de la guerra, narcotraficantes y criminales de guerra, muchos de ellos tan odiados como los talibanes que habían reemplazado. El señor de la guerra el general Abdul Dostom, que era jefe del estado mayor al comandante en jefe del Ejército Nacional Afgano bajo Karzai, es responsable de la masacre de Dasht-e-Leili de 2001 en que metieron a la fuerza a dos mil prisioneros de guerra en contenedores de carga, lo que les causó asfixia, y los abandonaron en el desierto. Además, entre otras medidas y leyes vilmente antimujer, el gobierno afgano instaurado por Estados Unidos aprobó una ley en febrero de 2009 que singulariza a la población chiíta (de 10 a 15% de la población de Afganistán) que legaliza abiertamente la violación en el matrimonio porque prohíbe el que las mujeres se nieguen a sostener relaciones sexuales con sus esposos. Tal ley también impide que las mujeres trabajen, estudien, tengan acceso a servicios de salud y de otra índole o incluso salgan de su hogar sin el permiso de su esposo. Esta sustitución de un grupo de opresores por otro, no es de sorprendernos, no hizo nada para acabar con la opresión allí. Más bien reforzó las fuentes de la opresión en Afganistán: la dominación extranjera, el capitalismo y el feudalismo, el fundamentalismo religioso y el patriarcado.

(También es importante señalar en pocas palabras qué más se hizo bajo “el estandarte de la unidad nacional y la legitimidad internacional”. En los días inmediatamente después del 11-S, la administración de Bush introdujo la Ley Patriota, que aumentó enormemente el alcance y el campo de acción del aparato represivo en Estados Unidos. Las autoridades detuvieron y mantuvieron cautivos por meses a inmigrantes sin cargos y a menudo los deportaron a altas horas de la noche. Empezaron enormes programas de vigilancia aún más allá de lo que había sido autorizado por la Ley Patriota y sin el conocimiento de la mayoría del Congreso. Los “secretos del Estado” se convirtieron en una excusa para negar todo tipo de información que presentaba a Estados Unidos de una manera negativa, aun cuando esto significó impedir que las personas que habían sido detenidas y torturadas “equivocadamente” acudieran a los tribunales para resarcirse los daños. Estados Unidos se arrogó a sí mismo el derecho de matar y capturar a personas por todo el mundo, sin juicio, si sospechara que estas personas eran “terroristas”. De manera más dramática, Estados Unidos instituyó un régimen generalizado de tortura, empezando en Guantánamo (donde detenía a personas indefinidamente en violación del derecho internacional y de la Constitución estadounidense) y luego extendiéndola a través del ejército en Irak y Afganistán y con la muerte de más de 100 personas como resultado de esta tortura. Obama no mencionó nada de esto en su discurso, ¡en gran parte porque ha continuado la gran mayoría de estas medidas represivas!).

¿Por qué resurge el Talibán y se mete en líos la ocupación yanqui?
¿Cómo llegaron las cosas al punto actual, en que resurge el Talibán y los ocupantes yanquis están en apuros y perdiendo terreno?

Obama dice que después de comenzar bien las cosas, empezaron a ir mal (para los ocupantes yanquis) en Afganistán por dos razones. Primero, “a principios de 2003, se tomó la decisión de librar una segunda guerra en Irak… durante los siguientes seis años la guerra de Irak ocupó la parte dominante de nuestras tropas, nuestros recursos, nuestra diplomacia y nuestra atención nacional….” Segundo, mientras el régimen de Karzai es “un gobierno legítimo…elegido por el pueblo afgano”, según Obama, “le han dificultado su trabajo la corrupción, el narcotráfico, una economía subdesarrollada e insuficientes fuerzas de seguridad”.

¿Qué tal esta explicación? Claro que sí, desviaron recursos para la guerra de Irak. Pero fuera de hacer en un análisis completo de la trayectoria de la guerra de Afganistán, es importante señalar que eso no es la razón esencial para el resurgimiento del Talibán y su capacidad de “controlar extensiones adicionales de territorio en Afganistán” como lo dijo Obama. Existen razones más profundas que tienen que ver con lo que el capitalismo-imperialismo estadounidense lleve al mundo y a países como Afganistán.

La primera es la brutalidad de la ocupación yanqui. Las fuerzas norteamericanas, aclamadas como héroes por Obama, han cometido infinitas atrocidades en Afganistán desde bombardear fiestas de bodas hasta masacrar a civiles, humillar a afganis con allanamientos de morada y encerrar a personas en mazmorras controladas por Estados Unidos donde utilizan la tortura, la detención ilegal y las entregas a otros países.

Veamos un ejemplo: El 22 de agosto de 2008 los aldeanos de Azizabad, en el oeste de Afganistán, estaban dormidos cuando las fuerzas yanquis atacaron, al inicio con fusiles y luego con bombardeos aéreos. A la mañana siguiente, según investigadores de la ONU, las fuerzas norteamericanas habían masacrado a más de 90 personas, entre ellas 60 niños y niñas y 15 mujeres. Ha habido muchísimas masacres durante el curso de la guerra, más recientemente el 9 de septiembre de este año cuando los yanquis masacraron de 100 a 200 personas en un ataque en la provincia de Kunduz. Si bien no existen cifras precisas de la cantidad de muertes de afganis (en parte porque las fuerzas armadas yanquis se niegan a divulgarlas y tal vez ni siquiera las cuenten), los estudios realizados dan una idea del alcance de las matanzas. El profesor Marc Herold documentó de 3.000 a 3.500 muertes de civiles, como resultado de los bombardeos yanquis principalmente, solamente durante los primeros seis meses de la guerra. El periódico The Guardian (19 de noviembre de 2009, de Inglaterra, estima que 6.584 civiles resultaron muertos (de parte de la coalición bajo Estados Unidos como del Talibán) entre 2006 y octubre de 2009. Según Malalai Joya, una activista de derechos de la mujer y ex miembro del parlamento afgan, ocho mil civiles han resultado muertos en la guerra (Democracy Now!, 28 de octubre de 2009).

Estos crímenes han fortalecido al Talibán. Por su parte, para aprovechar la situación el Talibán ha usado una combinación de coaccionar a la población y traficar con los sentimientos nacionalistas de las masas (en particular de la nacionalidad pashta en Afganistán), además del atractivo del “islam tradicional” en una sociedad que ha sido hecha añicos profundamente.

Segundo, existe un amplio odio por los señores de la guerra, los terratenientes, los jefes tribales y los agentes del poder estadounidense porque explotan y brutalizan a la población. Un ejemplo excelente es el hermano de Karzai mismo, Ahmed Wali Karzai, que fue encargado de gobernar a Kandahar, la segunda ciudad de Afganistán. Es un importante señor de la guerra y narcotraficante además de empleado de la CIA.

El Talibán no empezó a montar una ofensiva en serio contra la ocupación sino hasta 2005; por eso, las fuerzas de la ocupación yanqui y sus lacayos cuidadosamente seleccionados durante años tuvieron la oportunidad de mostrar que podrían mejorar la vida para la población, pero no lo hicieron. ¿Por qué? Porque los imperialistas yanquis no estaban en Afganistán para liberar al pueblo ni desarrollar al país sino para alcanzar sus objetivos globales de derrocar Al Qaeda y crear un régimen pro-Estados Unidos que no desestabilizara a los países de la región y que estuviera predispuesto a los objetivos regionales de Estados Unidos.

También existe una razón más profunda. No se puede “mejorar la vida” para la población de Afganistán sin arrancar de raíz las relaciones sociales tradicionales y las fuerzas de clase que se benefician de esas relaciones que han mantenido a las masas subyugadas y en tinieblas durante siglos. El imperialismo introduce gran inestabilidad en las naciones oprimidas, expulsa a campesinos de la tierra hacia las ciudades y a menudo introduce la educación en un sector más amplio de las masas (a fin de modernizar algunos sectores de la sociedad). Eso es una consecuencia y una necesidad de la instauración de relaciones capitalistas en las sociedades predominantemente feudales. Al hacer esto el imperialismo se apoya en las antiguas fuerzas gobernantes y en las nuevas élites a fin de manejar los trastornos (“manejar la transición” en sus propias palabras), o sea, para impedir que las masas levanten la cabeza y se rebelen contra la explotación, el destierro y las relaciones e ideas atrasadas que todavía mantienen a la sociedad y al pueblo sometidos. En otras palabras, el imperialismo se apoya y tiene que apoyarse en las meras fuerzas que se benefician de las viejas formas tradicionales de opresión o de las nuevas formas de opresión “basadas en el mercado”, y a veces en ambas cosas.

La clase de revolución que arrancaría de raíz decisivamente esas relaciones, la clase de revolución que se apoyaría en las masas y las desencadenaría para tomar el destino en sus propias manos, necesariamente se opondría directamente a las estructuras de dominación extranjera (incluyendo la estadounidense). Por eso Estados Unidos tiene que apoyarse en fuerzas muy opresivas (y apuntalarlas y reforzarlas más), las que de hecho impiden que el pueblo tenga una vida mejor, y que constituyen un baluarte contra cualquier revolución semejante. Una fuerza como el Talibán, que en realidad no presenta la posibilidad para hacer una ruptura verdadera con esas relaciones de dominación y dependencia y que representa, a menudo muy directamente, unas de las fuerzas feudales más atrasadas en el país, puede “cobrar influencia y fuerza” en esa situación, al menos hasta el punto en que gane a seguidores de entre un sector de la población y pueda intimidar a los demás para que queden pasivos.

Tercero, Obama mencionó que Al Qaeda y el Talibán habían podido establecer refugios en Pakistán. Lo que no mencionó es que el estado de Pakistán, desde hace mucho tiempo respaldado y financiado por Estados Unidos, ha promovido activamente el fundamentalismo islámico como pilar de su legitimidad, y ha financiado y apoyado y probablemente ha ayudado a dirigir a combatientes jihadíes en Afganistán y en Cachemira como parte de su rivalidad con India. Esto ha incluido tolerar y hasta apoyar al Talibán y Al Qaeda. Además, muchas personas en Pakistán están acudiendo a los fundamentalistas debido a su odio por el gobierno dictatorial del ejército paquistaní y por la dominación de Pakistán por el imperialismo yanqui, confabulado con los grandes terratenientes y capitalistas, que es una dominación que ha dejado a la abrumadora mayoría de la población en la profunda pobreza y miseria.

(Aunque Obama no explicó en detalle sus planes precisos para Pakistán, que es un tema que cubriremos en el futuro en Revolución, existen informes de muchas fuentes de que va a escalar la guerra allí también, por ejemplo, usando ataques intensificados por aviones teledirigidos o no tripulados. La estabilidad del estado de Pakistán es una gran preocupación de los imperialistas y es una de sus razones principales para la intensificación de la guerra en Afganistán.)

De nuevo, éstas son el tipo de relaciones y regímenes que Estados Unidos promueve por todo el mundo y Obama no está rompiendo con esta práctica sino la está intensificando tal como discutiremos abajo.

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1. De hecho, la Unión Soviética fue producto de una revolución en 1917, y se había embarcado en la construcción de una sociedad socialista y el trabajo hacia un mundo comunista. Pero mediante una compleja secuencia de luchas, unas nuevas fuerzas burguesas en el partido comunista ahí tomaron el poder y restauraron el capitalismo en la Unión Soviética a mediados de los años 1950. En los años en cuestión que comentamos en este artículo, ya había llegado a ser una potencia capitalista imperialista y el líder de su propio bloque, el que chocaba muy fuertemente con los Estados Unidos en pos del dominio global en los años 60, 70 y 80. Vea más al respecto en: El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, Un manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estado Unidos, febrero de 2009, que está en línea en revcom.us.

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